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Plan de emergencia para los lodos rojos

Después de 30 años de actividad, la fábrica de Alcoa en A Mariña estrena un protocolo de accidentes para su depósito de residuos, ubicado a menos de un kilómetro del mar

Balsa de residuos de Alcoa en Xove.
Balsa de residuos de Alcoa en Xove.XOSÉ MARRA

Más de treinta años ha tardado la Administración en definir los riesgos de una posible rotura de la balsa de lodos rojos que la multinacional Alcoa, la mayor fabricante de aluminio del mundo, tiene en la pequeña parroquia de Lago (Xove, Lugo). Al enorme almacén de 80 metros de profundidad se vierten cada día unas 3.000 toneladas de residuos indisolubles procedentes del tratamiento de bauxita guineana con sosa cáustica, un producto alcalino y, por lo tanto, muy corrosivo. Por primera vez en tres décadas de historia de la fábrica de aluminio, que nació en 1980 como empresa pública y fue adquirida en 1998 por la firma estadounidense, la Administración reconoce “riesgo de pérdida de vidas humanas” en algunos de los supuestos de accidentes que contempla el plan de emergencia, presentando la semana pasada por el conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda, a los alcaldes de Xove y Cervo. El protocolo debería estar operativo este verano y responde a una normativa europea que obliga a las administraciones a establecer medidas para evitar daños graves sobre las personas o el medioambiente derivados de la actividad de industrias extractivas.

 Los lodos rojos de Lago son similares, aunque más densos, a los vertidos en octubre de 2010 por una factoría húngara, un accidente que se convirtió en una de las peores catástrofes medioambientales de los últimos años. Ubicada a menos de un kilómetro de la costa de Lago y de las instalaciones de la fábrica, con un núcleo de diez viviendas habitadas a 200 metros y a solo 60 del mayor criadero de rodaballo de España, propiedad de Pescanova, la balsa continuará almacenando residuos al menos hasta 2034, fecha en la que previsiblemente será sellada después de alcanzar el máximo de su capacidad, marcada en 42 hectómetros cúbicos. Hasta ahora, Alcoa contaba con un “plan de emergencia interior”, aprobado en 2002 y acotado a las instalaciones de la fábrica, pero no existía un protocolo específico para la evacuación de las zonas más vulnerables ante una rotura de los diques de la balsa, el desencadenante más probable de un accidente. “La evacuación de la población es competencia de las autoridades y no de Alcoa, son las instituciones públicas quienes tienen que decidir las medidas referentes a la protección de la población en el exterior de la fábrica”, explica una portavoz de la multinacional. La Administración tenía de plazo hasta mayo para cumplir con esta obligación.

El Plan de Emerxencia Exterior considera tres situaciones capaces de provocar un accidente “grave” en las inmediaciones de la balsa de lodos rojos, provocadas bien por la fractura del dique principal que contiene los residuos desde 1980 y está separado de la piscifactoría de Pescanova por una carretera, bien por la quiebra del espigón de cola, más reciente, en el centro o en su extremo occidental. El documento señala las lluvias torrenciales o los terremotos como las causas que podrían desencadenar la rotura de los muros de contención de la balsa. Si el dique de cola se quebrase por su parte central, quedaría inundada una franja de 1.950 metros en dirección oeste-este, que afectaría O Barreiro y Aldea de Abaixo, dos núcleos de población de Xove y a las naves del puerto de Morás, en Cervo. Si el muro se rompe por su extremo occidental, el vertido atravesaría 350 metros de la carretera provincial y llegaría hasta el núcleo de Portocelo, en Xove. Para los edificios de la piscifactoría de Pescanova, el protocolo prevé “daño grave estructural y riesgo de pérdida de vidas humanas”. Los núcleos próximos a la balsa están sometidos también al peligro de daños personales, aunque en este caso el plan de emergencia indica que estos se producirían solo “circunstancialmente”.

Al almacén, de 80 metros de hondo, se vierten a diario unas 3.000 toneladas

En caso de que un día salte la alarma en la balsa, la Consellería de Presidencia será la encargada de coordinar las medidas de protección a los vecinos. El aviso se realizará por medio de sirenas electrónicas y de la megafonía de la policía local de Xove. Según la gravedad del accidente, las autoridades se decantarán por alejar a los vecinos a lugares seguros, con los propios medios de la población en los casos menos graves, aunque tampoco se descartan evacuaciones masivas. Otra medida prevista es el confinamiento de los posibles afectados por un vertido en los domicilios o recintos próximos. Todas estas medidas tendrán que ser concretadas y divulgadas entre la población en el primer año desde la aprobación del plan.

En las tres décadas que lleva en funcionamiento, el almacén de barro rojo no ha causado ningún problema de seguridad, pero desde el accidente de Hungría, tanto ecologistas como vecinos miran con más desconfianza si cabe la inmensa piscina de barro. Con todo, y a pesar del peligro reconocido por el plan, portavoces de la empresa insisten en que el riesgo de accidente “es ninguno en la actualidad”.

"Tenemos la carne de gallina"

Parte de los 1.134 empleados de Alcoa en A Mariña son también vecinos de Xove y Cervo, los dos municipios tocados por la actividad de la multinacional. Jesús Santos, hoy presidente de la asociación Airiños de Lago, lleva años denunciando los efectos del flúor sobre cultivos y ganado, y además cumple a rajatabla las dos condiciones anteriores. Vive en Altos de Lago, a 200 metros de la balsa, y trabajó en la fábrica de aluminio durante 23 años, desde que la factoría inició su actividad en 1979 a 2002, año de su prejubilación. Acaba de leer el plan de emergencia aprobado por la Xunta, cuyos detalles no conocía cuando fue contactado por primera vez con este diario porque, asegura, “el protocolo no fue aún presentado a los vecinos”. Pero después de hacerse con el documento, Santos no esconde su sorpresa y su malestar porque este reconoce de forma explícita que un vertido puede ser mortal. “Nunca antes lo habían admitido. Siempre se nos dijo que el depósito era muy seguro. Cuando sucedió lo de Hungría, las cosas cambiaron. Tenemos la carne de gallina”, sostiene.

Desde hace años, una capa plástica rodea el muro para evitar las filtraciones, lo que hace desconfiar a los vecinos porque, al menos según la empresa, no hay riesgo alguno de fugas y que el material “no es contaminante”. “Los lodos del embalse de son semi-sólidos en las partes centrales, y totalmente sólidos y secos en las zonas de contacto del barro con el dique, en una franja de 40 metros”, describen los portavoces de Alcoa. Los vecinos, sin embargo, hablan de “fangos” que no llegan a solidificar del todo y que alcanzar “una altura mucho mayor que la casa más alta de Lago”.

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