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Volver a encender la esperanza

El folclore de los setenta pide voz en estos tiempos turbulentos Tras un año de reuniones en un local de Madrid Río hoy se presenta Pioneros del Folk

Nacho Meneses
A las puertas del Caldero de Cobre, arriba, de izquierda a derecha, José Andrés Piedra, Carlos Piedra, Pachu García, Francis Cervera y Pedro Piqueras. Abajo, José Luis Checa, Charo Allegue, Javier de Castro, Lola Checa, Juan Manuel del Valle, Luis Martín, Javier Lázaro, Josué Arnold y Miguel Labrada.
A las puertas del Caldero de Cobre, arriba, de izquierda a derecha, José Andrés Piedra, Carlos Piedra, Pachu García, Francis Cervera y Pedro Piqueras. Abajo, José Luis Checa, Charo Allegue, Javier de Castro, Lola Checa, Juan Manuel del Valle, Luis Martín, Javier Lázaro, Josué Arnold y Miguel Labrada.SANTI BURGOS

“Dicen los viejos que en este país hubo una guerra…”. Libertad sin ira,de Jarcha, se convirtió en el himno no oficial de la Transición, y su música, como la de otros coetáneos —Nuevo Mester de Juglaría, Aguaviva, Carcoma, Vino Tinto, Joaquín Díaz…—, en la banda sonora de una sociedad en continua esperanza democrática. Hoy, con aquel sueño consolidado, la nostalgia por el pasado y la preocupación por el futuro, según el caso, convocan una vez al mes en un local de Madrid Río a un grupo cada vez más numeroso de antiguos componentes de aquellas formaciones. Para algunos, como el periodista Pedro Piqueras (miembro de Carcoma entre 1975 y 1976), es solo una excusa para pasar un buen rato; para otros, como Josué Arnold, de Allegro Vivace, se trata también de reivindicar el papel de la música y servir como referencia en una época “en la que parece que vamos hacia atrás, con tantos recortes”. Hoy presentan en el Caldero de Cobre (avenida del Manzanares, 166) Pioneros del Folk, la asociación que han constituido tras un año de andadura, con la lectura de un manifiesto y la actuación de Miguel Labrada, de Aguaviva, y Néstor Raluy, a las 20.30 (10 euros con consumición).

 Fue el Nuevo Mester de Juglaría quien puso todo en marcha, explica Luis Martín, uno de sus miembros. “A Javier [de Castro, parte de Carcoma] se le ocurrió juntar a todos estos grupos de los años setenta en el festival Folk Segovia, que dirijo, en 2008. Ese fue el inicio”. Verse de nuevo sobre un escenario despertó en muchos las ganas de volver a tocar, y dos años después, el 2 de octubre de 2010, empezaron a juntarse en el Caldero. Desde entonces, se ven el tercer martes de cada mes, aunque no siempre son los mismos, y han ido acoplándose otros: Ismael, Pablo Guerrero, Jarcha, Maíz y Laurel, Jubal…

Pioneros del Folk es, ante todo, una reunión de amigos, y eso queda patente desde el primer momento: la camaradería que se vislumbra en cada gesto. Les hace ilusión estar aquí. Una vez dentro, Piqueras recuerda la génesis de tantas formaciones: “Fue muy interesante, porque entonces aún no existían las autonomías, y comenzaron a salir grupos un poco como representación territorial. Fue un movimiento que se fraguó en la universidad, sobre todo para recuperar el folclore tradicional, que estaba asociado a la sección femenina, al franquismo. También había mucha canción social, que luego aprovechó la política”. El abanico, señala Francis Cervera, de Aguaviva, “era muy amplio, desde el folclore más puro a la canción protesta”, y “se concienció a la gente de que con este tipo de música se podían divertir”, afirma Martín. “El día que mataron a Puig Antich estábamos celebrando unas noches de folken el Colegio Mayor Aquinas, en la Complutense. Empezábamos a las ocho y terminábamos a las 10 de la mañana”.

Han pasado más de 30 años, pero en la crisis actual se ven signos de la lucha de entonces, afirma Arnold. Para Juan Manuel del Valle, de Vino Tinto, “tenemos la responsabilidad de decir: lo pasamos de aquella manera, y salimos adelante”. Pioneros del Folk, afirma su manifiesto, se propone contribuir “a que un país que se mueve entre la ilusión escasa y la indignación pueda encender la esperanza a través de la canción, de la música de raíz”.

“El problema”, argumenta José Andrés Piedra, de Hootennanny, “es que no hay nada tangible con lo que pelearse; es el sistema el que falla”. Antes, sin embargo, sí había un enemigo común [la dictadura]  y el papel de la música era expresar lo que de otra forma no se podía decir. “Ahora, el punto de partida [de los jóvenes] es el desencanto; antes era la represión”, apunta Piqueras.

La censura era algo tristemente cotidiano. Labrada recuerda una anécdota ocurrida en Estudio Abierto, de José María Íñigo. “Estábamos en Roma, en casa de Alberti. Antonio D. Olano, un periodista que estaba con nosotros, informó a los directivos de RTVE de que habíamos estado allí y que ‘se preparaba una buena’. Cuando llegamos a Barajas, nos retuvo la policía y tuvieron que llamar al director de la discográfica; al final nos llevaron directamente a Prado del Rey. Teníamos que tocar cuatro canciones, pero al llegar a la tercera, Íñigo se puso frente a las cámaras y cortó el programa”. Había mucho miedo a la censura, que estaba en todas partes, y por cualquier cosa te podían cancelar un programa.

¿La música puede devolver la esperanza? La unanimidad es absoluta. “No te quepa duda”, sostiene Del Valle. Y al preguntarles acerca de una canción de entonces para hoy, surgen Libertad sin ira, de Jarcha; A cántaros, de Pablo Guerrero, y Canto a la Libertad, de Labordeta. Tres temas que constituyen la banda sonora de estos Pioneros para la incertidumbre de hoy en día.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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