¡Vamos a acordarnos!
El Ballet Flamenco de Andalucía abre una nueva etapa con el estreno de 'Metáfora'
METÁFORA. BALLET FLAMENCO DE ANDALUCÍA
Dirección y coreografía: Rubén Olmo. Artistas invitadas: Pastora Galván y Rocío Molina Solistas: Eduardo Leal y Patricia Guerrero. Bailarines: Sara Vázquez, Ana Agraz, Marta Arias, Mónica Iglesias, Maise Márquez, Juan Carlos Cardoso, Ángel Fariña, Fernando Jiménez y Álvaro Paños. Cante: Fabiola y El Zambullo. Guitarras: David Carmona (composición musical), Manuel de la Luz. Percusión: David Chupete. Orquesta de Córdoba dirigida por Juan Luis Pérez. Música: Agustín Diassera y Jesús Cayuela.
Teatro Villamarta de Jerez (Cádiz), 24 de febrero de 2012.
De la idea al proyecto, y de este a su puesta en escena. Con la elección de la propuesta de Rubén Olmo para inaugurar la nueva etapa del Ballet Flamenco de Andalucía, el joven bailarín y coreógrafo sevillano, con un elenco confeccionado a su medida, ha podido plasmar su sueño: una obra donde vuelca casi todo su ideario estético, del baile flamenco a la escuela bolera pasando por el clásico español, y que va a constituir la representación institucional de nuestro arte. El nuevo ballet es muy joven y transmite ese valor en forma de frescura y jovialidad, aun dentro de un exigente planteamiento coreográfico que remite de forma irrevocable a la estética de su director. Olmo, en su búsqueda de la excelencia formal, ha optado por la uniformidad y el equilibrio de los antiguos ballets que dominaron la escena buena parte del siglo pasado, aun a costa de que las individualidades queden en un segundo plano.
En el desarrollo de los diferentes cuadros de grupo, elegantes y con coreografías medidas, de simétricas geometrías, además de plagadas de recursos, encontramos sucesivas evocaciones a los grandes maestros del género. ¿Copia u homenaje? El panel que cae al final de la obra deja claro lo segundo: de Pastora Imperio a Mario Maya, con Pilar López, Carmen Amaya, Antonio, Matilde Coral, Güito, Farruco, Gades… Toda una herencia que Olmo parece tener más que asimilada y que ha querido recordar y reivindicar.
Rubén Olmo ha querido reivindicar la herencia de los antiguos ballets
Los antiguos ballets tenían sus solistas, y en este lo son Patricia Guerrero y Eduardo Leal, que firman un emotivo y jondo paso a dos con la taranta. Eso fue en la primera parte de la obra, la suite flamenca, ofrecida con una visión grupal salvo por la participación de la primera de las artistas invitadas. La escena se había llenado del color del mar con las batas de cola y los mantones del grupo de mujeres para homenajear por alegrías a Matilde Coral y a la escuela sevillana. Y de coral, invirtiendo los colores de sus compañeras, hizo su entrada Pastora Galván con un ímpetu solo domeñado por la exigencia del estilo: femenino, sensual y lleno de la sal de Cádiz. Ella representó el nervio del flamenco dentro de un planteamiento coral que le reserva a la trianera el impulso, aparentemente espontáneo, frente a formas más elaboradas. Por jaleos extremeños Pastora incluso subrayó ese carácter y se movió como si estuviera en un patio de Triana. Toda la parte gozó de la música de otro joven, el guitarrista David Carmona, que le dio el necesario acento y jondura a la suite, tanto en la composición como en la interpretación.
Las formas sinuosas dieron paso a las estilizadas de la segunda parte, la que da nombre al espectáculo y que arranca con el solo del director que, en un homenaje a la Escuela Bolera, y al maestro Ángel Pericet en concreto, gira y evoluciona hasta que parece elevarse liviano sobre la música que nace de sus pies, porque en el foso se había sentado la Orquesta de Córdoba dirigida por un jerezano, Juan Luis Pérez. Música que evoca el nacionalismo de Falla o de Turina, pero que está compuesta para la ocasión y sirve para el propósito de un ballet que ahora sí que evoca a los de antaño hasta con el componente folclórico, que se incorpora con suavizados verdiales y antecede a la entrada, majestuosa en su pequeñez, de Rocío Molina. A ella le tocó el movimiento más clásico, pero tocado de su personal forma de desestructurar la danza y recoger sus movimientos con una armonía sin fisuras. Siempre pegada, como llevada en volandas por la música, al igual que lo había hecho Rubén, la malagueña bailó con todo —brazos, caderas, cintura, ojos…— y de una forma tan expresiva como delicada. La compañía al completo cerró una obra tan trabajada como cohesionada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.