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Feijóo sustituye la política exterior de Fraga por una diplomacia económica

La Xunta paga a la patronal para llevar oficinas y pelea por más fondos europeos

Feijóo no es Fraga ni su Gobierno se responsabiliza de lo que hizo en 16 años al frente de Galicia. Es algo que se esfuerza en transmitir el círculo más próximo del presidente y vale también para la acción exterior. Donde Fraga, antiguo diplomático, hacía política, Feijóo, que fue su vicepresidente, prefiere la gestión económica.

El cambio de perspectiva lo plasmó Feijóo hace dos años, cuando pidió “orientar claramente la acción exterior a los intercambios comerciales y las inversiones”. Lo dijo en la constitución del Consello de Acción Exterior de Galicia, órgano asesor formado por universidades, empresarios, oenegés y expertos cuya trayectoria ejemplifica esa nueva visión. El Consello era reclamado hacía años para consensuar una política exterior estable al margen de cambios de gobierno. Se creó en cuanto el PP volvió a la Xunta, pero tardó ocho meses en reunirse por primera vez. Pasaron otros 21 meses hasta el segundo encuentro de su plenario a principios de este mes, cuando el conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda, citó cuatro prioridades: tres económicas y una de atención a la diáspora.

“El problema de fondo es qué hacer con un Consello ideado para una acción exterior menguante y sin perspectivas claras de reanimación”, sintetiza Xulio Ríos, director del Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional (Igadi). Otro miembro de ese foro, que prefiere no dar su nombre, elogia su creación, pero añade que “no está al nivel” que le gustaría: “Al priorizar otros temas por la crisis se ha ralentizado su trabajo”. Porque se descuidó ese órgano de carácter político, pero se han creado estructuras de tipo económico, lobbys u oficinas de internacionalización.

“La crisis brinda una ocasión de oro para justificar, con sus recortes y sin debate, el empobrecimiento de una acción exterior reducida a la gestión de las relaciones con la UE”, apunta Ríos. Otro de los miembros del Consello cree que la Xunta “está muy centrada en el Comité de las Regiones [foro consultivo de la UE] pero con quien hay que hablar es con el Consejo y la Comisión, con quien decide”, en lo que coinciden varios expertos.

Expertos ven en la crisis una excusa para empobrecer la acción en el exterior

El director general de Relacións Exteriores, Jesús Gamallo, admite el nuevo enfoque económico, pero niega abandono del anterior. “No hemos dejado de hacer nada que hiciéramos antes”, argumenta. Gamallo, como entonces Feijóo, recuerda que el Consello de Acción Exterior es consultivo y que el Gobierno decide. También asegura que “las grandes prioridades son inmutables”, pero “en esta coyuntura de crisis, en los objetivos intermedios se priorizan aspectos más económicos y comerciales”. Gamallo ya fue responsable de Relacións Exteriores con Fraga, pero si entonces él tenía rango de secretario general, ahora es solo director dependiente de la Consellería de Presidencia. “Son épocas distintas”, admite.

La Baviera ibérica en la que Fraga soñaba transformar a Galicia abrió durante sus mandatos oficinas en ciudades de Sudamérica y consolidó su presencia en Bruselas a través de la Fundación Galicia-Europa. Fraga llegó a encabezar en 1997 la negociación de las regiones europeas con el Mercosur y firmó acuerdos bilaterales con provincias o departamentos gubernamentales de Argentina, Paraguay o Brasil.

Si en sus primeros ocho años Fraga ya había visitado 28 países, en casi tres Feijóo ha viajado a ocho, centrando su agenda en cuestiones económicas. Esa nueva perspectiva se refleja en la formación de lobbys para mantener las ayudas de la UE en el presupuesto 2014-2020 y la cesión a la Confederación de Empresarios (CEG) de la iniciativa en materia de internacionalización económica que hasta ahora lideraba el Igape. Economía ha entregado 18 millones a la CEG para que gestione durante cuatro años una quincena de oficinas en otros tantos países. Mientras, la Xunta asume la propuesta del Gobierno de cerrar delegaciones de representación política e integrarlas en las embajadas.

Lo que queda de Portugal

Portugal, donde Galicia aprendió a exportar, es el ejemplo de cómo la economía —o la crisis, matiza el director general de Relacións Exteriores, Jesús Gamallo— está ganando la partida a la política en la acción exterior. Avances como la consolidación institucional de la eurorregión o las eurociudades Verín-Chaves y Tui-Valença se combinan con retrocesos como el complejo sistema de pago de los nuevos peajes lusos o la amenaza de desaparición del tren transfronterizo.

El Gobierno gallego poco ha logrado de su homólogo luso en ambos conflictos —de los peajes se enteró por la prensa—. Y poco o nada se ha avanzado en lo anunciado por Feijóo hace ahora dos años, el 29 de enero de 2009, tras su reunión en Lisboa con el entonces primer ministro portugués, el socialista José Sócrates: dos nuevos puentes sobre el Miño, un gasoducto y un pacto entre estados para el AVE Vigo-Porto frustrado por la crisis. Aunque ya entonces lo que centraba la atención de la Xunta era el deseo de sumar a Lisboa —donde sigue sin haber oficina gallega, pese a múltiples peticiones— a su lobby por la financiación europea, para lo que también amplió la eurorregión Galicia-Norte de Portugal a una macrorregión que aspira a llegar “de Burdeos a Coimbra” para, según Gamallo, rentabilizar la apuesta que hará la UE en 2014-2020 por la cooperación transfronteriza.

La nueva perspectiva económica de la eurorregión por parte de la Xunta y su relativo abandono por Lisboa ha hecho que su papel político sea ahora jugado por el Eixo Atlántico de ciudades. Su secretario general, Xoán Vázquez Mao, lo admite: “Si la Comunidad de Trabajo Galicia-Norte de Portugal hubiese hecho su trabajo, habríamos ido juntos”. Y explica la situación en parte por la nueva política de Feijóo y “en parte por la tradicional relación asimétrica, porque en Galicia hay gobierno autónomo y en el Norte de Portugal una delegación de Lisboa”, cuyo presidente no se renovó hasta ocho meses después de las elecciones lusas.

Vázquez señala que “se dan todos los condicionantes para que la relación entre la Xunta y Lisboa sea muy buena” y cita la “afinidad ideológica y personal de Feijóo y [el nuevo primer ministro] Passos Coelho”. “Pero la crisis y la dinámica del Gobierno portugués, intervenido y centrado en la gestión más que en la política, hace que no se refleje en hechos concretos”, conclusión con la que coincide Gamallo.

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