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Don Pedro vive aún en la noche

Un hombre embozado en una capa de paño azul cruza como una sombra compacta la noche de Madrid. Su figura, alta y enjuta, se detiene a veces y gira levemente en derredor. Tras alzar la mirada ante la cartela de una vía pública, se aproxima a la luz de una farola y una mano emerge bajo su ropón para escribir con fugaz trazo sobre una libreta veloces anotaciones. Prosigue después su caminar en una dirección, impredecible, hacia la cual avanza con impetuosa firmeza.

Luego de completar un raro circuito por el prieto dédalo de callejuelas, portillos y plazuelas de la añeja Mantua de los Carpetanos el hombre, cuyo rostro emite reflejos de un polvo blanquecino, se adentrará en una casa aromada por densos efluvios de tinta. Al amor de una pequeña estufa, circundado de algunos jóvenes que le observan con temor reverente -asegura descender de la última reina de Chipre- se acomoda y sobre su atril comienza a escribir a mano con pausada delectación. Es Pedro de Répide, el periodista madrileño que regresa de extraer a la ciudad los secretos de la trama que trenza su millar de calles, plazas y vías públicas. La historia de nueve de cada una de ellas se va a publicar semanalmente durante cuatro años consecutivos, entre 1921 y 1925 en el diario El Liberal, primero, y La Libertad después.

Sus artículos, cargados de información - a veces salpimentados de crítica política-, desgranan los avatares, gozos y tribulaciones acaecidos en esa malla callejera que él, fundiendo delicadamente cada fragmento, tejerá en un relato cargado de historia y de sentido, que rezuma hondo amor a la libertad y afección a la ciudad que le vio nacer en la plaza de la Morería, a un suspiro de las Vistillas, en el año de gracia de 1882. Su vida, siempre en claroscuro, se vio trufada de enigmas y silencios, ceñida entre en galeradas para obras de teatro, novelas y reportajes. Fructíferas estadías en París, cerca de la reina exiliada Isabel II, más periplos por Rusia y el Extremo Oriente jalonaron sus mejores días, en los que se vio cortejado por cierta nombradía literaria.

Al poco de estallar la Guerra Civil, horrorizado, abandona España en 1937 y, vía Tánger, recala en Venezuela. Herido por el dolor de patria, la nostalgia, regresa aquí en 1947 y al año siguiente, casi perdido en el anonimato, muere. Mas el mejor cronista que la ciudad hubo, nunca en vida pudo ver reunido en un libro su titánico esfuerzo manuscrito tras pisar y notariar las entonces 1.044 vías de la ciudad: su obra Las Calles de Madrid sólo verá la luz en 1971, en una edición prologada por Federico Romero, ilustrada por Esplandiú y con brillante epílogo de un primo segundo de Répide, al que llamaba tío Pedro, el diplomático Alfonso de la Serna. Hoy, Madrid cuenta con una reciente séptima reedición, ilustrada, de ese monumento documental que da fe de tan trepidante acontecer y que el hombre embozado y misterioso edificó tras recorrer palmo a palmo -tal es el Periodismo-, el lar que nadie como él supo tan certera y amenamente historiar.

Las calles de Madrid. Por Pedro de Répide. 832 páginas. Prólogo de Isabel Gea. Ediciones la Librería. 31.95 euros.

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