Entre la herencia y lo nuevo
La antológica de Anselmo Guinea reconstruye la trayectoria de un experimentador La pinacoteca reúne 85 obras del pintor bilbaíno
El pintor Anselmo Guinea (Bilbao, 1855-1906) cultivó durante toda su carrera las escenas costumbristas, tan del gusto decimonónico. En el valle de Arratia, en Deusto, en París o en Roma encontró personajes populares a los que llevar al primer plano de sus composiciones. La herencia de la pintura dominante, bien recibida por sus clientes, convivió en su obra con la inquietud por conocer de primera mano las corrientes que a finales del XIX estaban transformando el arte europeo.
El impresionismo, el puntillismo o el modernismo renovaron el lenguaje de su pintura durante sus estancias en el extranjero. La exposición Anselmo Guinea. Los orígenes de la modernidad en la pintura vasca reivindica ahora en el Museo de Bellas Artes de Bilbao su papel de avanzadilla artística en un entorno que cambiaba en los planos social y económico con el avance de la industrialización. La antológica reúne 85 obras, la mayoría de colecciones privadas que no han sido expuestas al público desde su venta por el artista.
El comisario de la exposición, Mikel Lertxundi, cree que, al margen de los cambios estilísticos, la esencia de la pintura de Guinea radica en su dibujo, su interés por captar la luz y la cuidada composición. “Guinea fue un experimentador nato, un camaleón plástico necesitado de mutar ante aquellos lenguajes y soluciones que le resultaban sugerentes”, señala.
La exposición arranca con las acuarelas de juventud y los paisajes de corte realista, antes de mostrar las etapas en Roma, donde se acercó primero al orientalismo y después al costumbrismo italiano. En 1891, descubrió el París de los impresionistas y adoptó sus postulados en la resolución de los paisajes de fondo de sus lienzos.
El autor “fue un camaleón plástico”, destaca el comisario de la exposición
De regreso a Bilbao, Guinea buscó inspiración en la vida rural de Arratia, en los trabajos tradicionales, en riesgo ya de desaparición, y en los paisajes.
Guinea formó parte, junto a Darío de Regoyos y Adolfo Guiard del grupo que buscaba la renovación del arte en el País Vasco en el paso del siglo XIX al XX. Con Manuel Losada organizó en 1900 la Primera Exposición de Arte Moderno de Bilbao. Mostró en ella 31 pinturas, junto a obras de Gauguin, Rusiñol o los citados De Regoyos y Guiard.
Padre de siete hijos, Guinea mantuvo una vida acomodada y sólidas relaciones con la burguesía vizcaína, en la que encontró una buena clientela. “La paradoja fue que los impulsores del cambio compraban los cuadros ruralistas”, señala el comisario.
Lertxundi describe al autor como un hombre de gran magnetismo personal, un vitalista con un gran sentido de humor. Su ideología no queda tan clara. El comisario deduce por su interés por el costumbrismo que debía de estar cerca del foralismo y del naciente nacionalismo vasco, pero no ha encontrado documentación que así lo atestigüe.
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