_
_
_
_
_

La mujer más poderosa de Cataluña

La dependencia de Convergència i Unió respecto al Partido Popular permite a Alicia Sánchez-Camacho apoyar y fustigar a Artur Mas al mismo tiempo

Miquel Noguer
Alicia Sánchez-Camacho, vista por Sciammarella.
Alicia Sánchez-Camacho, vista por Sciammarella.

Una de las pocas demandas con las que Alicia Sánchez-Camacho se presentó en el Parlament en su toma de posesión como diputada, el primer día de la legislatura, fue la de sentarse, junto a los suyos, exactamente en el centro del hemiciclo. Hasta entonces el PP había estado relegado a una bancada lateral, lejos del encuadre de las cámaras. Y es que el emplazamiento del Grupo Parlamentario Popular las pasadas legislaturas era una pura metáfora del papel que ocupaba en la sociedad catalana en tiempos de pactos de izquierda y de nacionalistas que acudían al notario para renegar de cualquier pacto con el PP. Como a los niños que se portan mal, los otros partidos se habían puesto de acuerdo para enviar al PP al rincón de pensar.

Ha pasado un año y Sánchez-Camacho puede presumir de haber devuelto el Partido Popular de Cataluña no solo al centro del hemiciclo, sino también al de la vida política. No hay decisión de calado del Gobierno catalán que no se consulte de una u otra forma con la presidenta del PP. Ayudada por la crisis económica, por el hundimiento de la izquierda y poseedora de una habilidad política que todos sus rivales le reconocen se ha convertido en la mujer que más manda en Cataluña. Y eso que ni se sienta en el Consell Executiu ni tiene cargo alguno más allá de presidir el grupo popular del Parlament, con solo 18 diputados. Sánchez-Camacho, “Alicia, la jefa” como la suelen llamar sus colaboradores, se pasea por el Parlament con una sonrisa orgullosa que exaspera a sus rivales. Los dirigentes de CiU, especialmente los más soberanistas, lo soportan como pueden. Y es que ha tenido que llegar al Gobierno el nacionalismo aparentemente más soberanista para que la última decisión en casi todo acabara pasando por el PP, toda una novedad en el panorama político catalán.

Con el Gobierno más soberanista de CiU, la última palabra la tiene el PP

Sánchez-Camacho no tiene, en el fondo, gran margen de maniobra, pero lo aprovecha como nadie. El Partido Popular de Cataluña sabe que tiene que apoyar a CiU en minoría mientras los nacionalistas den, como lo están haciendo, apoyo a las medidas más impopulares del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Sin embargo, el PP catalán y Sánchez Camacho se permiten un radicalismo verbal contra el Gobierno de CiU que para nada se visualiza después en su acción de gobierno. A cada amenaza de dejar colgado a Artur Mas, llega después una votación a favor de las medidas del Gobierno. A cada insinuación de que no habrá más apoyos si CiU no las acepta como socio preferente —y único— le sigue un apoyo cerrado en cualquier asunto que refleja la situación de minoría de la izquierda. Sánchez-Camacho es oposición en lo verbal y gobierno en lo real, mantiene la oposición. Y ella se encuentra cómoda. Su carácter extrovertido y un tono de voz que resalta cualquier exceso vienen siempre acompañados de una parafernalia que le ayuda a destacar —incluso a exagerar— su verdadero poder. Nadie como ella sabe en el Parlament forzar la foto con el consejero de turno o incluso con el presidente cuando es necesario. La semana que ahora comienza promete ser prolífica en estos gestos. Salvo imprevisto, el PP permitirá la aprobación definitiva de los presupuestos este miércoles. Eso sí, Sánchez-Camacho hará sudar antes la gota gorda a CiU.

Sánchez-Camacho es oposición en lo verbal y gobierno en lo real, según la oposición

Cada una de sus exigencias descuadra más el presupuesto que Andreu Mas-Colell había confeccionado ya sobre previsiones de imposible cumplimiento. Cada tasa que pide rebajar va acompañada de la petición de destinar más dinero a alguno de los Ayuntamientos que gobierna el PP o a asociaciones como la de víctimas del terrorismo. Nadie sabe si después podrán cumplirse estos presupuestos, pero, de entrada, Sánchez-Camacho ha conseguido enviar a los suyos un mensaje de suficiencia como nunca había tenido el PP. A los rivales —o socios— de CiU les manda otro recado: ni se les ocurra tratar de hacer algo sin consultarlo antes con ella. Si lo hacen, pasa lo que ha pasado con el canon del agua que CiU se sacó del bolsillo a última hora de la negociación presupuestaria la semana pasada: se acaba corrigiendo incluso antes de ver la luz. Sánchez-Camacho tiene otra ventaja: nadie en el entorno de Artur Mas parece dispuesto a contrariarla en estos momentos. La dependencia es demasiado grande. Ni siquiera se atreven recordarle lo incongruente que resulta que ella pida rebajas de impuestos y tasas en Cataluña mientras que su partido los sube en toda España. Sí le lleva la contraria el otro dirigente de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, aunque por algo bien distinto. Con sus repetidas entrevistas con ministros de Rajoy, Sánchez-Camacho se ha atrevido a presentarse como la “interlocutora natural” entre Cataluña y el Gobierno, una parcela que Duran se había autoasignado hace ya muchos meses.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete
Cada una de sus exigencias descuadra más el presupuesto de Mas-Colell

A la virreina de Rajoy en Barcelona no le importa lo que digan sobre ella. Madre soltera y extremadamente presumida, está acostumbrada a las críticas. Es más, juega sus cartas como nadie. En el Parlament muchos de sus rivales aseguran saber con qué ánimo llega a la sesión con solo ver su vestido. “Cuando llega de blanco o de rojo es que la quiere liar”, dice un diputado de CiU. Puede que en esta visión haya algo de machismo, pero lo cierto es que Sánchez-Camacho sabe jugar sus armas en las distancias cortas e incluso sonrojar a los hombres con los que le toca negociar.

Nadie como ella sabe forzar la foto con un consejero o con el presidente

Dentro de su partido consigue moverse con igual facilidad. Rajoy la señaló para dirigir el PP catalán en un intento de poner fin a las luchas intestinas que amenazaban con dividir el partido. En la sede de la formación en la calle de Urgell de Barcelona se dice que Sánchez-Camacho incluso ha sido capaz de acotar el poder que históricamente han tenido en la delegación regional del PP los hermanos Fernández Díaz (Jorge y Alberto). La presidenta del PP ha conseguido transmitir la sensación de que controla el partido, algo que nunca lograron sus dos antecesores, Daniel Sirera y Josep Piqué. Sus aspiraciones no tienen límites. Rajoy no la ha querido ahora como ministra, pero nadie en el PP la descarta para una futura reforma del Gobierno.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_