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Una historia interminable

Novagalicia Banco, es decir, más de la mitad del sistema financiero de Galicia, la mayor acumulación de capital de la historia bancaria en esta comunidad, está en el aire, hasta el punto de que la agencia Moody’s rebajó esta semana su nota a inversión “especulativa”. Mientras, prosiguen los despidos de centenares de trabajadores en cadena, hay problemas en la red con el pago de las emisiones de preferentes, que algunos clientes confundieron con depósitos a plazo, y sus directivos se ven obligados a rebajarse los sueldos sin que nada se sepa de la devolución de las multimillonarias indemnizaciones que se llevaron algunos de sus antecesores. La antigua caja, Novacaixagalicia, ahora reducida a una fundación que es accionista minoritario de Novagalicia Banco —mucha gente ya confunde hasta los nombres— también tiene que apretarse el cinturón, de ahí que recorte servicios sociales y culturales a marchas forzadas. En resumen, un desastre financiero, político y social de proporciones desconocidas y con las que solo podría competir, a su escala, el Banco Pastor, esfumado bajo el manto del Banco Popular, que por lo visto mantendrá la marca en un intento de hacerle creer a los gallegos que el Pastor existe, aunque ya solo sea un conjunto de rótulos y unos anuncios en los que pone su cara y toda su buena intención el periodista Fernando Ónega. De sus responsables y de los firmantes de tan nefasta operación —¡quién se lo iba a decir a Pedro Barrié de la Maza o a Carmela Arias!—-, poco o nada sabemos.

¿Salidas para el Pastor? Ninguna, salvo su extinción. ¿Salidas para Novagalicia Banco? Si se descarta, como parece lógico, su actual estatus de banco nacionalizado, quedan dos opciones: una, la recapitalización privada, lo que requiere la entrada de dinero fresco, y dos, su integración en otro banco, para lo cual se barajan como nombres de posibles entidades absorbentes los de Caixabank, Santander, BBVA o incluso Bankia.

El dinero fresco que hace falta, varios miles de millones que mediante artificios financieros y legales podrían reducirse a solo cientos, lo hay en Galicia, pero no parece probable que lo ponga quien lo tiene. ¿Por qué? Sencillo: Amancio Ortega no es precisamente el presidente del club de fans de José María Castellano, su ex consejero delegado en Inditex, y ahora presidente de Novagalicia Banco. A estas alturas, conviene llamarle a las cosas por su nombre. Y ya sabemos que otras grandes fortunas reunieron ¡70 millones!, cantidad que estaría genial para montar una fábrica pero que resulta ridícula con vistas a controlar un banco. Es lo que hay.

También hay dinero fuera de España y algún fondo americano podría estar dispuesto a apostar por José María Castellano en mayor medida que las fortunas gallegas, si bien eso es algo que requiere el visto bueno del Gobierno y del Banco de España, de ahí que el presidente del banco gallego haya desplegado estos días todos sus encantos en el entorno del presidente Mariano Rajoy y del ministro Luis de Guindos. En realidad, sabemos más de la política que de las finanzas de Novagalicia, donde su genio bancario, César González-Bueno, es más reconocible por sus vínculos familiares –primo incluido—y su capacidad de despedir trabajadores que por sus artes para desprovisionar lo provisionado, a fin de liberar recursos financieros mal empleados en el ladrillo y dilapidados en la especulación inmobiliaria. Pero hay más claves, porque para negociar la entrada del fondo de capital riesgo que quiere controlar Novagalicia es fundamental la protección frente a posibles pérdidas futuras, en línea con lo que se hizo en la CAM o en CajaSur. Claro que no todo va a ser política y finanzas. La crónica más actual de Novagalicia también tiene tintes de color rosa, de ahí que últimamente se haya puesto de moda entre los empleados del banco acceder a la crónica de un diario sobre una boda con archiduques en la que se emparentaban flamantes directivos de la casa llegados de Madrid con blindaje, como no podía ser menos en tiempos de austeridad.

Sea cual sea la solución de la suma de las antiguas cajas, nadie podrá devolvernos los viejos tiempos de gloria de José Luis Méndez en Caixa Galicia y de Julio Gayoso en Caixanova, a quienes, a este paso, a pesar de todos los pesares, terminaremos por echar de menos.

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