Una voz imponente
René Pape ha llegado al Teatro del Liceo de Barcelona en el mejor momento de su carrera
Aunque por definición el lied puede y debe adaptarse al registro del cantante y no al revés, y por tanto cualquier voz puede cantar cualquier pieza, lo habitual actualmente es que sean tenores, sopranos y barítonos los que asuman las sesiones liederísticas y sea relativamente infrecuente, sin llegar a ser raro, escuchar a bajos en estos cometidos. Sin embargo, fue un bajo, René Pape, un hombre alto como una montaña, un verdadero Zeus Tonante, quien protagonizó una sesión de lieder en el Liceo de Barcelona.
Este bajo alemán nos llegaba en el mejor momento de su carrera. Con 47 años, tiene ya todo el peso vocal requerido y conserva aún toda la fuerza. Su voz, hoy, es verdaderamente imponente: corre bien, tiene cuerpo en toda la extensión de la tesitura, pero también flexibilidad. El timbre es bellísimo: oscuro pero no opaco y con hermosas puntas de brillo. No en vano algunos se refieren a él como “el diamante negro”.
René Pape, bajo
Camillo Radicke, piano. Lieder de Schubert, Wolf y Schumann.
Gran Teatre del Liceo. Barcelona, 5 de febrero.
Pape, que tiene un disco titulado Dioses, reyes y demonios, pues estos son los personajes que habitualmente le tocan en las representaciones operísticas, quizá harto de tanta distancia respecto a los humanos de a pie, se puso en el Liceo la piel de cordero y centró buena parte de su intervención en piezas luminosas, transparentes, joviales, en vez de abundar en el “lado oscuro” del lied, en la depresión, el anhelo de muerte y toda la panoplia de sentimientos autodestructivos que el romanticismo convirtió en bellísimo arte.
En la primera parte, acompañado por Camillo Radicke, excelente pianista que debutaba en el Liceo, Pape interpretó obras de Wolf, las sensacionales Tres canciones sobre poemas de Miguel Ángel y un variado de Schubert, con algunos de los grandes hits del maestro, An die Musik, Lachen und Weinen y Heidenröslein, entre ellos. Los resultados fueron notables, pero quizá, en lo referente a Schubert, podría haber recurrido a un repertorio menos trillado.
En la segunda parte, con Radicke superando aún lo conseguido en la primera parte, Pape se dedicó exclusivamente a las 16 miniaturas -algunas de las canciones son brevísimas- que integran el Amor de poeta Op. 48 de Schumann, sobre poemas de Heine.
Los resultados volvieron a ser de gran nivel. Expresivamente, René Pape es un cantante de lied de la vieja escuela, toma una distancia emotiva casi brechtiana respecto al texto y no se mete en él. No lo incorpora, lo cuenta, y es esa distancia la que le permite llenar la interpretación de matices.
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