Jesús Pastor propone un tríptico coral
El coreógrafo y bailarín madrileño estrena un ambicioso espectáculo en el circuito Distrito Artes de los centros culturales municipales
Las funciones de Jesús Pastor y su compañía Human Dance Project, que estrenaron ayer noche programa en el Centro Cultural Eduardo Úrculo de La Ventilla, sirven de vértice al circuito Distrito Artes, plataforma del Ayuntamiento de Madrid y resultado de uno de los proyectos subsistentes de la etapa de Alicia Moreno Espert como directora del área cultural en los tiempos de regiduría de Alberto Ruiz-Gallardón. Poco o nada se sabe del futuro de estos programas, uno de los pocos que han dado vida y sostén escénico a los coreógrafos residentes en la capital, cuando se anuncian severos recortes en todos los sectores de la actividad cultural.
Jesús Pastor, con una sólida carrera internacional como primer bailarín tras su paso por la Compañía Nacional de Danza, el American Ballet Theatre y el English National Ballet, decidió arriesgar su propia carrera regresando en su mejor momento a un ingrato paisaje mesetario con pocas perspectivas.
Este montaje en dos partes se abre con una ya conocida del público, pero sensiblemente retocada, sección Primavera del ballet The seasons of the human bing, el paso a dos de Ka-tar-sis que hacen tríada con el estreno mundial de su muy personal versión del Bolero de Maurice Ravel.
Esta versión de Ravel es introspectiva y de sugerente pesimismo
El propio Pastor ha escrito que concibió este programa como una pieza única en tres partes, y que su carácter retrospectivo evidenciara el desarrollo coréutico del conjunto en los tres últimos años. Todas las redacciones son de Pastor y ha contado con la bailarina argentina Andrea Pumar, los españoles Xavi Benaque y Gregor Lozano. Pumar destaca claramente por su buena técnica y experiencia escénica.
Al empezar la obra encontramos al protagonista en una agonista posición fetal, especie de elucubración gestual sobre el nonato que se revela en una estética conceptual muy cuidada, cercana a la instalación plástica con el sendero de césped artificial, las flores artificiales o la ropa minimalista.
Jesús Pastor sigue siendo elegante e, inspirado ahora en la madurez, y en cuanto se mueve, sale el oficio, la esencia, el poso del ballet que es su sólida base primaria y sobre la que deconstruye esmeradamente las sugerentes formas convencionales. En un lento y largo solo, el artista ostenta su clase, la circularidad de su movimiento y solamente se ve enturbiado por la iluminación, que no se corresponde con la altura de la danza. Algunos efectos poco refinados (puros juegos mecánicos de los focos) cortan la progresiva e intensa sensualidad que despliega desde el suelo hasta conseguir un baile aéreo y expansivo.
La segunda escena es una cruda exposición que discurre sobre una amable música barroca y después engarza a un obsesivo solo de redoblante: los primeros compases de la partitura del Bolero de Ravel. Posible juego conceptual otra vez, ese enervante loop prepara al espectador para el Bolero íntegro propiamente dicho, donde de nuevo un paso a dos de Jesús y Andrea da la nota más alta (es una pena que la bailarina no lleve zapatillas de puntas, su punto fuerte).
La versión que hace Pastor de Ravel es introspectiva y de un sugerente pesimismo. La obra luce aún costuras evidentes y el performer vestido de rojo resulta incongruente con un entorno tan armónico.
Como parte de este circuito, hoy podrá verse a la compañía de Jesús Pastor en el teatro del Centro Cultural Nicolás Salmerón.
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