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El mundo es una pantalla

El CCCB explora la transformación de la sociedad en las imágenes que rodean al hombre

Imágenes sobre la videovigilancia en la exposición 'Pantalla global' del CCCB.
Imágenes sobre la videovigilancia en la exposición 'Pantalla global' del CCCB. MARCEL·LÍ SÀENZ

El mundo es una pantalla, varias pantallas, infinitas pantallas, y lo contemplamos en cualquier lugar y en todos los tamaños. Pantalla global, la exposición inaugurada ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), versa sobre esto y sobre el hecho de que es a través de las pantallas como el hombre moderno contempla el mundo. Las pantallas ocupan todos los espacios, son al tiempo espejos y ventanas de la sociedad, desde la televisión a los ordenadores, los monitores de vigilancia o los teléfonos móviles. Lo que está ahí existe, lo que no sale no existe.

La idea de la exposición nace del libro del mismo título, del filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, uno de los analistas más finos de la sociedad posmoderna, y del profesor de Literatura Jean Serroy, que junto con el realizador audiovisual Andrés Hispano es responsable de la exposición, y es una coproducción del CCCB con el Museo de San Telmo de San Sebastián. En Barcelona podrá verse hasta el 28 de mayo, y en la capital guipuzcoana, del 2 de julio al 30 de septiembre.

Paralelamente a la exposición real, la que llena las salas del CCCB, hay otra en el espacio electrónico, virtual, dirigida por Juan Insúa, que no es una simple transposición de la primera, sino otra reflexión desde otro lenguaje y que ya ha tenido 10.000 visitantes antes de ser inaugurada.

La exhibición se articula a través de un pasillo de 150 metros con imágenes

“Prácticamente todo lo que conocemos del mundo lo sabemos por las pantallas y sus imágenes, no por la experiencia personal”, aseguraba ayer Lipovetsky. Más preciso, Serroy señaló que la exposición pretende explicar cómo se ha enterrado en un periodo de tiempo muy breve la galaxia Gutenberg, pasando de una civilización escrita al imperio de las imágenes. Un fenómeno que, en su opinión, ha llegado incluso al mundo académico, ámbito en el que la imagen nunca tuvo muy buen predicamento.

La exposición se articula a través de una gran pantalla a modo de pasillo rodante, de una longitud de 150 metros, sobre la que se van acumulando imágenes creadas, manipuladas o seleccionadas por cineastas, videoartistas y documentalistas. Temáticamente están distribuidas en siete grandes apartados: historia, política, deporte, publicidad, exceso, vigilancia y juego. Este tapiz se enfrenta a la respuesta de los visitantes y de los espectadores que, a través de la página web, han ido subiendo centenares de vídeos a modo de “contraexposición”. Se trata, en palabras de Insúa, “de un ecosistema mutante”, de una “exposición permeable” que iría variando con el paso del tiempo, no solo por su contenido, sino trambién por el cambio que se iría produciendo en la mirada del espectador. Es la entrada en escena del “espectador emancipado que produce imágenes a la vez que las consume”.

La exposición arranca con un homenaje al cine, a la fábrica de sueños creada por Hollywood, con una enorme pantalla en la que se deslizan imágenes de estrellas de cine que en un momento van siendo aplastadas por las de la televisión y finalmente demolidas por las de los videojuegos. Con esta secuencia Andrés Hispano quiere explicar cómo el cine, que impuso su lenguaje durante buena parte del siglo XX, ha dado paso al relato audiovisual, de modo que “el cine es un soporte más en el guion artístico del siglo XXI”.

La exhibición constituye todo un tour de force en cuanto a su realización, en la que se ha trabajado a lo largo de los últimos tres años. El espectador tiene, además de la posibilidad de perderse en la versión virtual, diversas opciones para enfrentarse a Pantalla global, desde una visión rápida, que no duraría más de una hora y media, hasta la visión exhaustiva de todo el material, que podría llevar toda una jornada.

La exposición se

De entre todos los temas, destaca el relativo a la videovigilancia, al hecho de que de nuestro mundo ha desaparecido el concepto de privacidad, expuestos como estamos de forma permanente a la impúdica mirada de las cámaras, como señalaba Hispano. Es un hecho, sin embargo, que los avances tecnológicos son siempre un arma de doble filo: sirven al poder para controlarnos y nos sirven a los ciudadanos para desenmascarar al poder y sus mentiras.

Pantalla global es la primera exposición que se inaugura bajo la nueva dirección del CCCB, aunque, como prácticamente toda la programación de 2012, forma parte de la herencia de Josep Ramoneda, como reconocía ayer su sustituto, Marçal Sintes. Es el mejor ejemplo del extraordinario modelo museístico que deja, en el que los aspectos puramente plásticos o especulativos están al servicio del relato que responde a las preguntas sobre el mundo que nos ha tocado vivir.

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