Nosotros no somos rentables
El Teatro Galileo estrena 'Elling', comedia de tinte social con Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez como protagonistas
Primera sorpresa: lleno hasta la bandera y con el escenario diseñado por Beatriz San Juan en medio del público, el Teatro Galileo recupera el aire que tuvo a finales de los ochenta y en los noventa, cuando la antigua funeraria era escala obligada para las compañías con espectáculos no convencionales, como la entonces emergente Fura dels Baus, y para el público ávido de novedades.
Elling, adaptación de la novela Brødre i Blade, del noruego Ingvar Ambjørsen, cuya versión cinematográfica fue muy celebrada, muestra con realismo poético y precisión algebraica la historia de dos hombres inhábiles, orillados socialmente, que comparten habitación en un psiquiátrico. A Elling lo internan allí al morir su hiperprotectora madre: tiene fobia social y no sabe valerse por sí mismo. A su llegada, Kjell, su compañero de habitación, tipo primario, incapaz de controlar sus emociones, está, como casi siempre, follándose la cama: con 40 años, no conoce mujer y canaliza toda su energía por el bajo vientre.
El recién llegado, al verle se esconde debajo de la cama. Parecen destinados a no entenderse, pero pronto encuentran un canal de comunicación: Elling se convierte en imaginativo proveedor de contenidos eróticos de Kjell. En los relatos fantásticos que aquél le cuenta como si fueran ciertos, éste halla un sucedáneo de la figura femenina. Tras dos años conviviendo, los servicios sociales les ofrecen mudarse a un apartamento tutelado, dónde reaprenderán a vivir desde cero: a coger el teléfono, bajar a la calle y hacer la compra, cosas para ellos tan difíciles como escalar el Everest. Elling es una comedia sobre la conquista de la autonomía, pero también sobre el aprendizaje de la propia identidad. Somos lo que nos dicen las miradas ajenas: locos incapaces cuando se nos trata como tales, gente amable cuando se nos quiere.
Ambjørsen modela a sus personajes con empatía infinita, y los protagonistas del montaje español los encarnan a contratipo, es decir, contra la lógica de sus respectivas complexiones, imprimiéndoles así mayor fuerza y originalidad: Carmelo Gómez presta su imponente figura a un ser fragilísimo, cuyos ataques de angustia cuando tiene que salir de casa son conmovedores, mientras que Javier Gutiérrez, encarna a saco a una bestia impulsiva, una especie de Fuso Negro loco desbordado en su cuerpo minúsculo. Ambos trabajan frontalmente y al límite, haciendo prodigiosos equilibrios sin percha sobre un bamboleante cable emocional.
En Elling hay mil detalles reveladores, como el enredo que la enfermera urde para mantener internos a sus pacientes, y un ramillete de momentos preciosos: el despertar de Reidun, su vecina, en la cama de Kjell (cada uno ve en el otro un ángel), el momento cyrano de Elling, obligado a prestar a su amigo la voz que se le estrangula cuando intenta invitar a la chica a cenar; el fundido del primer polvo con el primer parto... En los papeles de carácter, Chema Adeva y Rebeca Montero están a la altura de los protagonistas. Andrés Lima, el director, obliga al reparto a mantener un pulso sin desmayo, lo compromete físicamente, viste la realidad de extrañeza y conjuga el verbo sorprender como pocas veces sucede. Hay un contraste elocuente entre la carnalidad de los intérpretes, tan próximos al público, y la temperatura de los colores con que los baña la luz de Valentín Álvarez.
Comedia de un optimismo fundamentado, Elling retrata en pantuflas la Europa social, hoy en serio riesgo de ser cercenada por los recortes.
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