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La tribu contra los tópicos

Actúan en estadios pero apenas llenan titulares. Los ‘heavies’ cedieron a los raperos el testigo de malos oficiales. Ahora bandas como WarCry redefinen el género sin complejos. Esta noche estarán en el palacio de Vistalegre

Diego A. Manrique
El grupo de rock asturiano WarCry.
El grupo de rock asturiano WarCry.

Víctor García, cantante y factótum de WarCry, se congratula de que su concierto de hoy esté abierto a todos los públicos. “Es un disparate intentar alejar a un chaval de quince años de la música en directo”. La excusa del alcohol sirve para demonizar a determinadas tribus, sospecha. “En los ochenta, los seguidores del heavy metal éramos considerados lo peor. Ahora los malos oficiales son los raperos. Es contraproducente: lo criminalizado atrae a cualquier adolescente con las hormonas revueltas”.

 Estos asturianos llevan orgullosamente la enseña del heavy metal, incluso en su furgoneta. Pero rechazan los tópicos que rodean al género. “Sé de lo que hablo. Yo leía las revistas y creía que tener un grupo consistía en retozar en una mansión de Malibú con modelos de Playboy. Llegaba la discográfica y se ponía de rodillas para que te dignaras grabar un disco”.

Pudo ocurrir así en otro tiempo, en otras latitudes. WarCry sabe que ahora impera la autosuficiencia: “¿Sabes lo que dijo Napoleón? ‘Si buscas una mano amiga, mira al final de tu manga’. Jaus es el nombre de nuestro sello y nuestro local de ensayo, donde grabamos varios de los discos”. WarCry ha editado siete álbumes más un directo; el show de esta noche quedará reflejado en un DVD.

Son demasiado discretos para alardear pero su representante cuenta que metieron más de 5.000 almas en La Cubierta de Leganés, en 2009, y que están arraigando en Latinoamérica. Víctor lo relativiza: “Llenamos en las capitales de México, Colombia o Chile pero son países grandes. Necesitas un planteamiento de sacrificio e inversión antes de proclamar que has triunfado allí. Lo ha hecho Mago de Oz o, en otros tiempos, Héroes del Silencio. Ese público está allí, esperando: adora el metal en español”.

Lo del nombre despista, claro: “Estábamos obsesionados por Braveheart y Gladiator. En castellano, Grito de Guerra no suena potente”. Caprichos de juventud, explica: “Tus modelos iniciales son grupos anglosajones y pretendes imitarles cantando en inglés. Cuando decides que quieres transmitir tus valores, usas tu idioma: para hablar de la eutanasia o el maltrato, mejor que se te entienda. Somos más Quevedo que Góngora”.

WarCry toca un rock galopante, con una voz nítida que utiliza abundantes metáforas bélicas: “Si perteneces a la clase trabajadora, sabes que solo te espera la lucha. Yo mismo fui soldador hasta el 2001. Nací en Australia, hijo de emigrantes”.

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Su perfil de currantes realza ese documental que muestra la elaboración del disco Revolución, mes y medio de encierro en Mungia (Vizcaya), durmiendo en literas y grabando dos turnos diarios. Las cámaras les siguen finalmente hasta un concierto, donde vemos que los músicos aprovechan el gimnasio del hotel y huyen del alcohol.

¿Se están autocensurando?. No, es la realidad, insiste Víctor: “Cuando empezábamos, había una resistencia de los promotores a asumir el catering. Hasta que les explicábamos que solo necesitamos agua y alguna bebida isotónica”. Obligatorio cuidarse para actuaciones que superan las dos horas, cierto, pero también pretenden ofrecer la imagen correcta: “Representamos una música y debemos saber estar dentro o fuera del escenario”.

Además, se aprecia un alto porcentaje femenino en su público. “¡Estás mirándonos con el chip de los 90! Entonces, muchos tipos iban a los conciertos de heavy para desfasar. Pero ahora todo es más limpio, quieren pasar un buen rato y recordarlo después. Cuando terminamos, los fans vienen a darnos las gracias, no a invitarnos a una orgía satánica. Las chicas han sido un factor estabilizador del público heavy. Son fieles a los grupos y arrastran a sus novios o maridos”.

En un momento del documental hasta parecen rezar antes de salir al escenario. “No es exactamente rezar, se trata de recordar que somos un ente colectivo y que cada uno depende de los demás”. Víctor manifiesta “un enorme respeto” por bandas de rock cristiano como Stryper, “aunque mi idea de Dios tiene más que ver con una energía, una fuerza que está ahí afuera. No es muy ortodoxo pero, cuando fui a las clases que te exigen para casarte, el cura me dijo que valía con eso”.

WarCry actúa esta noche en el Palacio Vistalegre a las 20.30. Entradas disponibles a 25 euros.

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