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Conviértase en Shostakóvich

Mucho se ha escrito sobre el compositor y sus trastornos fruto de la censura soviética Pero si hay un retrato revelador del ruso es su ‘Concierto para violín número 1’ El miércoles llega al Auditorio de la mano de Leticia Moreno

Leticia Moreno.
Leticia Moreno.ÁLVARO GARCÍA

“Intenta ver a través de la música el interior del compositor, conviértete en Shostakóvich”. Ese fue el consejo que le dio Mstislav Rostropóvich a una joven violinista madrileña a la que apadrinó al final de sus días, cuando estaba a punto de enfrentarse al Concierto para violín número 1 del compositor ruso. Esa joven, Leticia Moreno, es ahora una chica de 26 años que ha cosechado éxitos por todo el mundo. El miércoles vuelve a casa para deslumbrar al público madrileño con aquella obra que es ya “un viejo amigo” y que interpretará en el Auditorio Nacional. Completa el programa la Sinfonía número 2 de Rachmaninov.

Leticia es una creyente del violín: “Ser músico es más una forma de vida, es casi como una religión”. Desde que tenía seis años no puede vivir sin el violín. Es una extremidad más de su cuerpo. “He sacrificado mucho porque no he podido salir tanto como hubiese querido ni tener tanto tiempo libre, pero mi vida junto a la música ha sido tan maravillosa que no puedo quejarme”, explica.

Una carrera de premios

• Estudió en la madrileña Escuela Superior de Música Reina Sofía, y de allí se marchó a Alemania y a Londres, donde estudió con Rostropovich y se graduó en la Guildhall School of Music con la mejor nota de la historia de la institución.

• Ganó, con 19 años, el Concurso Kreisler y tocó con la Sinfónica de Viena. Luego vendrían más galardones: el Concertino de Praga, el Novosibirsk y el Henryk Szeryng.

• En España alcanzó la gloria en 2001 cuando se llevó el Premio Sarasate de violín con solo 16 años.

Rostropóvich, uno de los mejores violonchelistas de la historia, fue su maestro en aquel Londres que convirtió a la madrileña en una virtuosa completa tras formarse en España y Alemania. El intérprete ruso le dedicó tres de los últimos años de su vida y la invitó a su casa para enseñarle el concierto “nota por nota”. Sabía de lo que hablaba: Rostropóvich convivió durante años con el compositor, eran como hermanos, y sabía lo que pasaba por su cabeza en aquellos años convulsos de la entonces Leningrado. Moreno confiesa que fue el violonchelista el que le explicó las macabras estampas que se esconden detrás del Concierto. “El segundo movimiento, por ejemplo, es una danza macabra de una madre que baila enloquecida alrededor de la tumba de su hijo”, cuenta. Pero el momento de tensión absoluta es la cadencia que une tercer y cuarto movimiento, un pasaje virtuosístico estremecedor. “La cadencia es un momento de discordia, como si todos los sentimientos de Shostakóvich hubiesen explotado. Es una música angustiosa y muy loca”.

Décadas después de su muerte, la vida de Shostakóvich sigue siendo un reflejo de la situación de los artistas que vivieron bajo la opresión estalinista. El ruso, vigilado de cerca por Stalin, tuvo que conformarse con hacer piezas al gusto soviético para el régimen y guardar sus composiciones más abstractas y ricas en un cajón. Este concierto aguardó años hasta la muerte de Stalin para poder ser estrenado por la actual Filarmónica de San Petersburgo, antes Filarmónica de Leningrado. La misma orquesta que acompañará el miércoles a Moreno en el Auditorio a las órdenes de Yuri Temirkanov: un conjunto centenario cuyas interpretaciones de Chaikovski y Shostakóvich son modelo para el resto de orquestas del mundo.

El Concierto para violín es una especie de amuleto inmaterial para Leticia Moreno. Tras ganar el prestigioso Concurso Kreisler con 19 años, la sociedad austriaca escuchó su versión de la partitura de Shostakóvich, entonces junto a la Sinfónica de Viena, y la crítica la encumbró como una “nueva Martha Argerich del violín”. Es una de sus piezas más interpretadas, aunque sigue estudiándola. “Las buenas obras, si las tocas 100.000 veces, serán las 100.000 veces distintas”.

Verla tocar el Concierto de Shostakóvich es como observarla inmersa en un trance profundo: el violín es la piedra angular de la obra y carga sobre sus cuerdas la desesperación de un compositor desquiciado entre dos mundos. “Quedo rendida después de tocar esta pieza, el violín lleva toda la carga dramática”.

Shostakóvich la elevó a los escenarios internacionales, y ha sabido aprovecharlo. Moreno se ha paseado con su Nicola Gagliano de 1762 por los atriles de las orquestas de Francfort, Taipei, Viena, Barcelona, Leeds, Varsovia y, por supuesto, la Orquesta Nacional de España. Como entrenamiento personal, emplea cuatro horas al día a reforzar la técnica, pero su dedicación al instrumento es intangible. “La música está en cada cosa que hago”, concluye.

Leticia Moreno y la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo. Miércoles a las 19.30. Auditorio Nacional. Entradas: de 55 a 110 euros.

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