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GALLARDÓN DEJA LA ALCALDÍA

Ocho tensos años

Celos, ambiciones y luchas de poder entre el exalcalde y la presidenta regional Gallardón ha entrado en Congreso después de que Aguirre frustrara su intento en 2008

Jesús Sérvulo González
Alberto Ruiz- Gallardón, y la presidenta regional, Esperanza Aguirre, se saludan a su llegada a la misa del día de la Virgen de la Almudena.
Alberto Ruiz- Gallardón, y la presidenta regional, Esperanza Aguirre, se saludan a su llegada a la misa del día de la Virgen de la Almudena.ÁLVARO GARCÍA

Si hubiera que poner una fecha al origen de la turbulenta relación entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón podría ser la tarde del 28 de junio de 2003. Aquel día, la presidenta regional pensó que su compañero de partido la menospreciaba. Se celebraba la comisión del tamayazo en la Asamblea de Madrid. Cuando el tránsfuga Eduardo Tamayo subía al estrado para explicar los oscuros motivos que le llevaron a ausentarse el día que tenía que votar a Rafael Simancas como presidente la Comunidad de Madrid, todos los diputados socialistas abandonaron el hemiciclo. En aquel momento, Gallardón también se levantó y dejó sola a Aguirre. Aquel día se fraguó la desconfianza entre ambos. En realidad solo fue el desencadenante de una singular relación de celos, ambiciones y luchas de poder que han arrastrado durante más de ocho años.

“Con Alberto solo hemos tenido diferencias en la gestión. Llevaba muchos años en Madrid había sido presidente y estaba condicionado por su gestión anterior”, aseguraba hace unos días un estrecho colaborador de Aguirre. En realidad, los roces han sido frecuentes y se extendieron a los gabinetes de ambos líderes.

Un año después de la ruptura, la presidenta regional decidió que debía controlar el partido para acumular todo el poder. Decidió presentar su candidatura a la presidencia del PP regional. Se lo comunicó al alcalde durante una cena en el Asador Frontón, una noche de octubre de 2004. La reunión terminó como el rosario de la Aurora: con amenazas e insultos. Gallardón exigió que Manuel Cobo, su hombre de confianza, fuera el secretario general del partido en Madrid y amagó con presentar una candidatura alternativa. Pero semanas más tarde, la candidatura auspiciada por el alcalde no logró siquiera reunir los avales suficientes y vio como Aguirre se hacía con la presidencia del PP de Madrid.

Un abismo de recelos se abrió entre ambos bandos. Dos trincheras en el mismo partido: una en la Comunidad y otra en el Ayuntamiento. Los encontronazos no se hicieron esperar. Recién estrenado su mandato, Aguirre trató de controlar el consejo de administración de Metro pero se topó con la oposición de Gallardón que no quería perder influencia. El alcalde amenazó con sacar a la empresa pública del Consorcio Regional de Transporte. Al final el asunto se arregló con un complicado equilibrio de poder. Los constantes rifirrafes se han sucedido durante los últimos años: el alcalde tuvo que paralizar el proyecto de reforma del eje Prado-Recoletos por la obstinación de la Comunidad a que no se talarán los árboles del paseo y su preferencia a que hubiera un túnel bajo el trazado. Durante este tiempo ha ha habido denuncias cruzadas como las presentadas por la Comunidad por las obras de Serrano o las interpuestas por el Ayuntamiento por los quioscos de la Puerta del Sol. También se recuerda la férrea oposición de Gallardón a la privatización del Canal de Isabel II.

Pero uno de los capítulos más amargos de esta particular batalla se vivió la noche del 15 de enero de 2008. El alcalde llevaba meses sugiriendo su disposición a entrar en las listas del PP al Congreso. Había calculado que podría abandonar el Ayuntamiento tras casi dos legislaturas al frente del Consistorio. Pero Aguirre lanzó un órdago. “Si Mariano pierde, tú y yo estamos en igualdad de condiciones”, lanzó la presidenta cerrando el paso del alcalde a la política nacional. Esa noche se frustraron algunos de los proyectos políticos de Gallardón que llegó a sugerir que después de aquello abandonaría la política.

Desde entonces la batalla se recrudeció. Por aquella época afloró la batalla por controlar Caja Madrid. Las zancadillas desde ambos bandos fueron mutuas. Aguirre pretendía que Ignacio González, su principal valido, saltara a la presidencia de la caja. Pero desde el Ayuntamiento se torpedeó por todos los medios dicha operación. En ese escenario estalló el caso del supuesto espionaje a dirigentes del PP de Madrid. Uno de los capítulos más tensos en el PP de Madrid que terminó con una sanción a Manuel Cobo. El vicealcalde fue uno de los cargos espiados supuestamente por funcionarios de la Comunidad de Madrid. En una entrevista en El País el escudero del alcalde acusó a Aguirre y su entorno de “montar una gestapillo”. Los espías fue la espita de años de resentimiento entre ambos grupos. Génova ordenó a ambos líderes que aparcaran sus diferencias. La crisis comenzaba a hacer mella en el gobierno socialista y la victoria parecía más cerca. El alcalde bajó bruscamente su exposición pública. Esperó paciente la siguiente jugada. Esa que lo aleja de un terreno donde ha vivido mil batallas.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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