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JUAN MARSÉ. Escritor, premio de la Comunidad de Madrid

“Barcelona y Madrid comparten una identidad subterránea”

El escritor barcelonés recibe hoy en la capital el premio de las Letras de la Comunidad de Madrid

Juan Cruz
El escritor barcelonés Juan Marsé.
El escritor barcelonés Juan Marsé.CRISTÓBAL MANUEL

Imaginen que escribe de Madrid: “Caminan lentamente sobre un lecho de confeti y serpentinas, una noche estrellada de septiembre, a lo largo de la desierta calle adornada con un techo de guirnaldas, papeles de colores y farolillos rojos: última noche de Fiesta Mayor (el confeti del adiós, el vals de las velas) en un barrio popular y suburbano, las cuatro de la mañana, todo ha terminado”.

Podría ser Madrid, claro, pero es Barcelona, el barrio del Pijo aparte de Últimas tardes con Teresa, acaso la mejor novela "de Barcelona" de Juan Marsé (Barcelona, 1933), un escritor que ha hecho de esa ciudad su geografía sentimental y narrativa y que este mediodía recibe el premio de Literatura de la Comunidad de Madrid.

Anoche llegó Marsé a la ciudad, desembarcó en Atocha, con su hija Berta, escritora también. Y, sin duda, evocó la primera vez que vino, "con veintitrés o veinticuatro años", recién licenciado de la mili que hizo en Ceuta.

Aquel Madrid oscuro lleno de pijo apartes vencidos, de tenebrosos hijos de barrio, como los de su famosa novela de Barcelona, era una taberna sucesiva, donde los amigos festejaban la alegría de haber acabado el cuartel y donde Marsé conoció por primera vez el gusto por la barra madrileña.

Pero hubo un Madrid anterior, que está en la memoria y que hace reír al autor de Ronda del Guinardó. “Era el Madrid del fútbol, y en concreto el Madrid del Atlético de Aviación. De niño yo sabía muy pocas cosas de Madrid, pero sí sabía que allí jugaba el Atlético de Aviación, que así se llamaba antes el Atlético de Madrid”.

Pues en aquella infancia barcelonesa, Marsé, que ahora es tan barcelonista como su nieto Guille, y que ve todos los partidos del Barça como si fuera a misa, era del equipo de Juan García Hortelano, su gran amigo ya muerto. “Fíjate si era ingenuo, un chiquillo, que yo creía que los futbolistas eran aviadores y que cada día, terminados los partidos, se volvían a la casa volando”.

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Después vino a Madrid, con el pelo al rape, desde Ceuta, recorrió dos noches el Madrid que le mostró su compañero de cuartel, “un amigo simpatiquísimo, Tomás de Andrés, me acuerdo muy bien de su nombre", y ya ese equipo tan atrayente era el Atlético de ahora.

Después se hizo emigrante en París, ayudante de laboratorio, joyero y escritor, todo a la vez en algún caso, y Madrid siguió siendo una referencia digamos literaria.“Sí, porque vine a la ciudad, una y otra vez, y sigo viniendo, por los compromisos a los que me obliga el oficio. Una presentación del premio Biblioteca Breve (por Últimas tardes conTeresa, en 1965), a ver amigos de sus amigos Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma…

Esos amigos eran legendarios noctámbulos que, además, han pasado a la historia como amigos excelentes que combinaban vida y literatura con un arte inolvidable.“Pero qué grandes amigos, y que guías tan buenos de la ciudad. Eran Juan García Hortelano, Ángel González, Antonio Ferres, López Salinas, Alfonso Grosso…”.

Algunos siguen vivos. Y en su memoria todos están siempre presentes. Ángel González decía, cuando observaba cómo iban cayendo de su agenda los nombres de grandes compañeros, que se le adelgazaba el futuro… Pero ahora Marsé no habla de nostalgias, y añade, a esa retahíla de nombres beneméritos de su relación con Madrid, “el recuerdo de una prima de Ángel, Carmina Labra, que era simpatiquísima, generosa”.

Luego tuvo más relaciones con escritores o periodistas, las ha cultivado por correo (como Rafael Azcona, con quien se intercambiaba ocurrencias postales, muchas anticlericales, que a ambos divertían mucho) o los sigue viendo, como Manuel Vicent, Ángel Sánchez Harguindey, José Luis García Sánchez, José Luis Cuerda o Manuel Gutiérrez Aragón, con quienes acaso se encuentre hoy en los salones de los Teatros del Canal, porque, de resto, “no nos vemos sino de Pascuas a Ramos”.

Ahí recibirá Marsé su premio de Letras con Luz Casal (premio de Música), José María Pou (Teatro), Rafaela Carrasco (Danza), Gustavo Torner (Artes Plásticas), Daniel Canogar (Fotografía), Carmen Maura (Cine) e Hispania Nostra (Patrimonio Histórico).

Vuelve, pues, a una geografía literaria, “una escenografía de un relieve extraordinario, el Madrid heroico de la guerra civil que retrata tan bien Juan Eduardo Zúñiga, el Madrid que leímos en Galdós, el Madrid que está en los libros de Almudena Grandes. El Madrid de los grandes poetas, el Madrid de Ángel González y de García Hortelano”.

Es un Madrid que está presente, “aunque ya no exista, pues las ciudades son memorias literarias. Tampoco existe la Barcelona de mis libros, y ahí siguen sucediendo mis historias, en la ciudad en la que imaginé, por ejemplo, Últimas tardes con Teresa”.

¿Y se complementan estas dos ciudades que se enfrentan cada rato, y no sólo en el fútbol? “Claro que sí, se complementan como ciudades. Esa rivalidad se expresa en comportamientos políticos, en problemas identitarios, sobre todo en Cataluña. Pero todo eso lo considero de poco interés, porque a veces se reducea que alguien mea fuera del tiesto. Pero para mi hay una identidad subterránea entre las dos ciudades, y esa identidad subterránea existe a través de amistades y de relaciones que he mantenido a lo largo de los años”.

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