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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El adiós de Montilla

El expresidente de la Generalitat reconoce en su informe de gestión errores e incapacidades en los últimos cuatro años

Enric Company

Los socialistas esperande su congreso que les saque de la depresión postelectoral y también, un tanto ingenuamente, que les lance a la reconquista de la hegemonía perdida. Y digo que un poco ingenuamente porque esa pérdida no es solo de valores e ideas exclusivos de los socialistas, sino de toda la izquierda, que en el debate político se hallan globalmente en retroceso.

Pero si un congreso de partido no basta para revertir una situación política negativa para la izquierda, si puede servir, claro está, para clarificar algunas ideas y para responder algunas preguntas inevitables. Como esta: ¿Qué se ha hecho mal? Concebido sobre todo para dotarse de una política y una dirección para el futuro, en todo congreso hay también un momento para ajustes de cuentas con el pasado. En el informe de gestión presentado por el primer secretario saliente, José Montilla, hay una frase demoledora con la que resumió su crítica descripción de los errores que han relegado a los socialistas a la condición de partido en la oposición y ha dejado a la izquierda a los pies de los caballos. “Ha faltado convicción y autoridad, esta es la cuestión”, sentenció. Le faltó sustantivar también la secuela lógica de estas dos carencias. La insuficiencia de liderazgo, aunque desde luego asumió plenamente su responsabilidad personal en el desastre en tanto que dirigente máximo del partido. Dicho por el que, además, fue presidente de la Generalitat en el segundo mandato de las izquierdas, el reconocimiento cobra una remarcable significación.

Como era de esperar, Montilla se extendió particularmente en la explicación de la derrota en las elecciones al Parlament, situada en el eje del repaso crítico al ciclo electoral en el que los socialistas han sido de los gobiernos de la Generalitat, del Ayuntamiento de Barcelona y del Gobierno de España.

Montilla reconoció en su informe falta de autoridad y motivación; olvidó hablar también de liderazgo

Para empezar, la credibilidad de los socialistas resultó muy dañada a juicio de Montilla, por la exasperante lentitud en el despliegue del Estatuto de Autonomía, la desgastadora duración de las negociaciones para el nuevo sistema de financiación, y el fatigante calvario del propio Estatuto en el Tribunal Constitucional. Todo esto produjo tensiones y desencuentros en perjuicio del PSC, pero también redujo el crédito del PSOE y del Gobierno de España en Cataluña. En este contexto, las elecciones europeas de 2009, en las que el PSC quedó todavía como primera fuerza en Cataluña, mostraron ya sin embargo, según el relato de Montilla, la “pérdida de vigor” del proyecto social demócrata para hacer frente a la crisis económica, que comenzaba a golpear a las empresas.

Inmediatamente después, en 2010, el PSC afrontó las elecciones al Parlament renunciando a la idea que le había llevado al Gobierno, la alianza de las izquierdas. “¿Con qué fuerza podíamos contrarrestar el principal argumento delos adversarios, que era el de evitar un nuevo tripartito, si nosotros mismos les estábamos dando la razón?”, preguntó. Las elecciones municipales que vinieron a continuación pusieron de manifiesto una “desconexión con la ciudadanía desconocida hasta entonces”. Pero como que el PSC ha querido ser siempre un partido municipalista, esta última derrota significó una dolorosa “pérdida de capital político”. Un auténtico terremoto, que tuvo una réplica todavía más fuerte en las elecciones legislativas de hace un mes en las que por vez primera el PSC fue superado por CiU. Ahí se perdió para Montilla otra parte del capital político característico del PSC, “el de ser un partido decisivo y generoso en los resultados del socialismo español”.

En su análisis, admitió la

Este es el “severo diagnóstico” de Montilla sobre las causas de retroceso socialista. Pérdida de confianza de la mayoría. Desconexión con las aspiraciones populares. Alejamiento de los jóvenes.Impotencia para resolver la crisis económica, ante la que los socialistas han dejado de ser vistos como un partido útil, capaz de generar seguridad, progreso de reducir las desigualdades. Debilitamiento de la capacidad de representar un catalanismo federalista y progresista el federalismo, porque la ciudadanía ha percibido que el PSC no estaba dispuesto a defender el Estatuto hasta las últimas consecuencias. Montilla llega en este punto a una amarga constatación: “Aquellos que debían hacer oir su voz, a lo largo y ancho de España, han enmudecido, han recelado, han dudado, han sucumbido a la argumentación falaz de sus adversarios, que son también los nuestros”. Por último Montilla señaló la incapacidad para afrontar debates incómodos, como los relativos a la integración social de la nueva inmigración y la seguridad, que en algunos casos ha dejado el campo libre al populismo, la demagogia y la xenofobia.

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