Martiño Rivas: “Me estoy quitando del porno, ahora veo vídeos de gatitos”
El actor gallego se mete en la piel de Nacho Vidal en la serie biográfica que ha estrenado Atresplayer
Lejos ya de sus inicios en Los girasoles ciegos y de sus días de ídolo juvenil con El internado, Martiño Rivas (Vimianzo, A Coruña, 1985) se mete en la piel de Nacho Vidal, la estrella patria del porno, en la serie biográfica Nacho, que acaba de estrenar Atresplayer Premium.
¿Qué consejos le dio Nacho Vidal para meterse en el papel?
No recuerdo que me dijese nada en concreto, pero sí oírle gritar: “¡Estamos en el infierno y yo soy Belcebú!”. Entiendo que era una hipérbole.
¿Consume porno? Y, en caso afirmativo, ¿de qué tipo?
Me estoy quitando. Ahora veo vídeos de gatitos, bebés riendo, knock-outs de boxeo, y el antes y después de operaciones de cirugía estética.
¿A qué actores o actrices porno admira?
He ojeado con palpable devoción el trabajo de Jada Fire y Vanessa Blue.
¿Cuándo supo que sería actor?
Más o menos cuando rechazaron mi solicitud de admisión en tres escuelas de dirección de cine.
¿Hay días que lamente haber tomado esta decisión?
Sólo cuando toca rodaje nocturno. O cuando haces pruebas y no vuelves a oír del proyecto hasta que lo ves anunciado y descubres que se lo han dado a otro.
¿Cuál es la mejor crítica que ha recibido en su carrera?
Cuando tenía 15 años, mi entrenador de fútbol en el Relámpago de Elviña me dijo: “Martiño, eres especial por dos motivos. Nunca he visto a nadie que corra tanto en un campo de fútbol. Y nunca he visto a nadie que corra tanto sin sentido en un campo de fútbol”.
¿Y la peor?
La indiferencia. Que ni siquiera se me nombrase. Ser ignorado es más duro que cualquier mala crítica.
¿En qué película se quedaría a vivir?
Amarcord, de Fellini. O Haz lo que debas, de Spike Lee.
¿Quiénes son sus actores o actrices favoritos?
Luis Tosar. Luis Zahera. Miguel de Lira. Javier Cámara. Javier Bardem. Will Keen. Y Tom Hardy apunta maneras.
¿Un personaje de película al que considere su alter ego?
The Artful Dodger en Oliver!, de Carol Reed.
¿Qué película le ha impactado más recientemente?
¿Y una que le recuerde a su infancia?
Capitanes intrépidos, de Victor Fleming, con Spencer Tracy cantando “Ay, mí pescadito”. Paco Rabal meándose en las manos para calentarlas en Los santos inocentes. Gregory Peck en la proa, con la mirada clavada en la gran ballena blanca.
¿Qué no soporta en una película?
El sonido ambiente por encima del diálogo. La ausencia de movimiento dentro del cuadro. No me molesta que la cámara no se desplace, pero los actores tienen que ir a las marcas, moverse con coherencia y ganarse el sueldo. También los violines en las escenas románticas pueden hacer que se me escape algún resoplido.
¿Con qué cineasta español sueña en trabajar?
Me gustaría volver a coincidir con Miguel del Arco, Javier Ruiz Caldera, David Pinillos y Eduardo Casanova. Soy un perro leal.
¿Qué papel se le escapó por los pelos?
No tengo ni idea de lo que habla la gente de traje en los despachos y prefiero no saberlo. Sucede lo que conviene.
¿Lamenta haber rodado alguna de sus películas o series?
No todas. Algunas las he visto incluso varias veces.
¿Con qué compañero/a se ha llevado mejor durante un rodaje?
Con quién te llevas de verdad es con los compañeros de teatro. Ahí sí hay un verdadero sentimiento de comunidad. En un plató, ruedas o grabas en la periferia, en un polígono industrial, los actores vienen y van con sus respectivos conductores, en distintos horarios. Es todo mucho más frío. No hay mucha oportunidad de intimar con los compañeros. Salvo que seas el o la protagonista, el cine y la tele son los medios de los técnicos. El teatro es el medio del actor. Viajas en tren o en bus. Te tomas una cerveza al terminar. Vas a cenar. Las amistades verdaderas que he hecho en la profesión han sido gracias al teatro.
¿Qué libro le gustaría llevar al cine?
En salvaje compañía, de mi padre, Manuel Rivas.
¿Cuál tiene ahora mismo en la mesilla de noche?
Four Kings: Leonard, Hagler, Hearns, duran and the Last Great Era of Boxing, de George Kimball, para mí. Y A toupiña que quería saber quen lle fixera aquilo na cabeza, de Werner Holzwarth, para mi hija.
¿Y uno que no lograra terminar?
He intentado leer En la carretera, de Jack Kerouac, como cinco veces, pero nunca he conseguido terminarlo. Y eso que es una novela corta.
Cite sus tres series favoritas de todos los tiempos.
El príncipe de Bel-Air, The Wire y Mareas vivas. Aunque hoy en día mi santísima trinidad la conforman Pocoyo, Peppa Pig y Daniel el Tigre.
¿Y cuál es la última que vio del tirón?
The White Lotus, cojonuda.
¿En qué museo se quedaría a vivir?
En uno que no tenga el aire acondicionado muy alto.
¿Qué obra de arte escogería como autorretrato?
Uno de los retratos de Nacho Vidal por Alberto García-Alix.
¿Cuál es la canción de su vida?
A alborada de Veiga seguida de A muiñeira de Chantada. Siempre van de la mano.
¿El último disco que le ha apasionado?
?, de XXXtentacion.
¿Cuál es la última obra de teatro o danza que le gustó?
Todas las canciones de amor, el monólogo con Eduard Fernández dirigido por Andrés Lima.
¿Su edificio o monumento favorito del mundo?
La Torre de Hércules, en A Coruña, el faro más antiguo en funcionamiento del mundo. Y la Trellick Tower en Ladbroke Grove, en Londres. En Madrid, el edificio Torres Blancas.
¿Tiene algún placer culpable en materia cultural?
¿El bacalao al pilpil cuenta como cultura?
¿Cuál es su personaje histórico favorito?
Muhammad Ali, el más grande de todos los tiempos. “Rumble, young man, rumble!”.
¿Qué está socialmente sobrevalorado?
Respirar me parece del todo prescindible.
De no ser actor, le habría gustado ser…
Utillero del Deportivo de A Coruña.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.