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La punta de la lengua
Columna
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Al emérito no le gusta la palabra emérito

Llama la atención que un término prestigioso en el latín y otras lenguas se haya devaluado de repente en español

Álex Grijelmo

El término “emérito” no le gusta a Juan Carlos I. Lo cuenta en sus memorias, publicadas primero en lengua francesa. Traduzco de la página 423: “La prensa me ha atribuido el título de ‘rey emérito’, como ‘profesor emérito’ o ‘papa emérito’. (...) Imagino que la prensa, para evitar las confusiones entre mi hijo y yo, inventó la calificación de ‘rey emérito’ (que incluso ha derivado únicamente en ‘el emérito’). No me gusta esta designación. Es prestigiosa en las universidades americanas o francesas, pero en España lo es bastante menos. La Casa Real española debería crear un título para los reyes o las reinas que abdican (porque imagino que la situación se presentará algún día); un título prestigioso, de reconocimiento por el servicio prestado”.

“Emérito” viene del latín emeritus, que deriva a su vez del verbo mereo (merecer). Y una de sus acepciones se relaciona con el servicio militar: “ser soldado” (equo merere: ser soldado de caballería; pedibus merere: ser soldado de infantería). Así pues, en el mismo vocablo se aúnan el deber del servicio y el mérito de cumplir con él.

La e de e-mérito procede de la adición inicial de ex al participio meritus. Uno de los significados de esta preposición latina denota causa (ex vulnere: a causa de una herida). Con ello, ex meritus (y de ahí emeritus) significaba “debido al mérito”. Y se aplicaba a los soldados que empezaban a cobrar la jubilación… que se habían merecido.

Llama la atención que una palabra prestigiosa en distintas lenguas, empezando –como hemos visto– por el latín, se haya devaluado de repente en español durante los últimos años. Eso es lo que le duele a Juan Carlos I.

Y ciertamente así parece haber sucedido. Pero no ha perdido prestigio cuando se aplica a catedráticos eméritos, por ejemplo, ni tampoco a la reina emérita, sino solamente, qué casualidad, en la percepción que el vocablo comunica cuando se asocia al padre del actual Rey.

Las palabras denotan porque significan, pero connotan porque se contaminan. Por ejemplo, “intermediario” no tiene nada de malo... en principio. Se llama así a quien facilita que un bien de una persona llegue a otra mediante un pago. Pero hemos visto tantos intermediarios que se han enriquecido de forma inmoral (aunque fuera legalmente), que el vocablo nos suena ya sospechoso. Y a los propios intermediarios les ha dejado de gustar. Por eso muchos prefieren ser “agentes”, “corredores” (de seguros o de bolsa), “enlaces”… Pasa igual con el término “comisionista”. Aunque alguien se lleve su justa comisión, elegirá llamar de otra forma a su oficio en el currículo.

Eso es lo que ocurre con “emérito”: no tiene nada de malo, pero se ha usado muchas veces en un contexto negativo: valiosos regalos de dictaduras árabes, evasión de impuestos, elogios a Franco, disparos a nobles elefantes…

Por ello, asociamos la expresión “el emérito” con otras que bien podrían sustituirla (en este caso con gran desventaja para el aludido) pero se quedaron en la retaguardia subliminal colectiva.

Esa latente presencia no se expresa pero se siente, porque las palabras escondidas por debajo del umbral de percepción pueden activarse sin embargo en el subconsciente, y ejercer así una influencia connotativa sobre los términos que las desplazan. Si inventan otra palabra para Juan Carlos I, con el tiempo se devaluará de igual forma. Así que más le vale asumir que le llamen “el emérito” (pues méritos tuvo también), antes de que sea peor y muchas personas de memoria más enfadada empiecen a llamarle “el demérito”.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades
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