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Pentti Sammallahti o el arte de la sugestión

Nada es trivial en las poéticas y atemporales fotografías del artista finlandés, en ellas el hombre, los animales y la naturaleza conviven en perfecto equilibrio. Una muestra en Santander recorre cuatro décadas de su trabajo

Helsinki, Finlandia, 1983. Fotografía incluida en la muestra 'Miniaturas' de Pentti Sammallahti.
Gloria Crespo MacLennan

De Pentti Sammallahti (Helsinki, Finlandia, 75 años) se dice que es un explorador de la esencia humana, a la que llega observando todo lo que gira a su alrededor. Nada es trivial en sus poéticas y atemporales fotografías donde el hombre, los animales y la naturaleza conviven en perfecto equilibrio. De tal manera que nunca ha necesitado recurrir a los grandes formatos; su obra se rige bajo la hegemonía de lo pequeño, a merced de la grandeza de lo cotidiano para alcanzar lo universal.

“Son tres los ingredientes a través de los cuales el artista erige su creación: la humildad, la belleza y lo sencillo. Su obra contrarresta la tendencia contemporánea a lo monumental”, apunta Anne Morin, comisaria de Miniaturas, la muestra de Sammallahti que acoge el Palacete del Embarcadero en Santander. La exposición ofrece un recorrido por más de cuatro décadas de la trayectoria de este fotógrafo que se define a sí mismo como un nómada. Su deambular queda plasmado entre silenciosos paisajes en blanco y negro, donde lo efímero converge con lo eterno, como en ese instante en el que dos patos se posan sobre una las placas de hielo que flotan sobre las gélidas aguas del norte de Europa, o en la quietud del abrazo de una pareja capturado entre la bruma pasajera que difumina la vegetación. “En especial, me gusta fotografiar las cosas que desaparecen en lugares tranquilos. Cuando el mundo ha cambiado, queda la fotografía”, asegura el autor. Su ojo adiestrado se mantiene siempre alerta a ese instante de revelación. Sin embargo, nunca ocurren demasiadas cosas, parecería como si el interés del autor se mantuviese ajeno a cualquier circunstancia en concreto. Es en la atmósfera en general, y el misterio que envuelve a cada toma, donde radica su fuerza. Un mundo enigmático tan cercano como distante.

Todo parecería demasiado perfecto en la elegante composición de las imágenes: como la bandada de pájaros que parece dibujar la copa de un árbol desnudo; la rama de otro árbol que en su caída ha quedado enganchada formando una cruz con el tronco de otro; o el perro que posa erguido encima de una motocicleta. Sin embargo, los horizontes de Sammallahti nunca son aburridos —la línea del horizonte es mucho más que un trazo, toda una declaración de intenciones, ya lo advertía con vehemencia el cineasta John Ford — aportan cierta ambigüedad, como lo hace el formato panorámico que con frecuencia emplea. En ocasiones incorpora perspectivas múltiples en una misma toma, e invita al espectador a recorrer la escena con la mirada como si se tratase de un trávelin lateral. Destaca la serie Tallinn, Estonia (1981), un experimento fotográfico, que, de igual forma, adquiere una dimensión cinematográfica, mediante el cual el artista sitúa la cámara en un lugar fijo, con el fin de registrar la coreografía de los paseantes y sus gestos. “Ocurre justo lo contrario que en las fotografías donde intervienen los animales”, advierte la comisaria, “en las que el autor espera pacientemente a que estos se sitúen en una posición determinada”.

Shiroka, Planina, Bulgaría, 2003. Fotografía incluida en la muestra 'Miniaturas' de Pentti Sammallahti.

Los perros y las aves están muy presentes en la obra de Sammallahti. El fotógrafo acostumbra a llevar algún que otro alimento en su bolsillo que utilizará de cebo para atraer a los animales a la escena. Sus imágenes remiten a las fábulas, están cargadas de enseñanzas al tiempo que prescinden de cualquier dramatismo, sin por ello dejar de exaltar la naturaleza en su máximo esplendor. “Finlandia es un país donde la tradición oral cobra mucho peso”, apunta Morin. “En realidad lo que nos está diciendo Sammallahti es que no hace falta ser testigo de algo grande sino de encontrar algo excepcional en lo cotidiano. Decía Victor Hugo que lo extraordinario reside en las profundidades de lo banal”.

Para el fotógrafo, el trabajo en el cuarto oscuro es tan crucial como el disparar; se considera un artesano. “Su abuela, Hildur Larsson, fue una de las primeras mujeres fotógrafas de Finlandia y su padre era orfebre”, cuenta la comisaria. “Sus obras se van tejiendo entre estos dos hilos. Sostiene que el lugar donde es más feliz es su laboratorio: una cabaña de madera en medio de un jardín situado en un bosque finlandés, donde no llega Internet, y resulta difícil acceder. Es allí donde logra esos grises perfectos. Sus fotografías tienen la delicadeza del terciopelo”.

Tallin, Estonia, 1981. Fotografía incluida en la muestra 'Miniaturas' de Pentti Sammallahti.

“Las fotografías no se hacen, se reciben”, afirma el artista. Así, sus imágenes son instantes de revelación, donde todo parece estar equilibrado como en una ecuación de ricas tonalidades y elegantes y sutiles proporciones. Capta la armonía como un haiku. “Lo que Sammallahti nos ofrece son, al fin y al cabo, historias sin terminar”, advierte Morin. “Principios de historias sin fin. No se sabe muy bien qué pasa o qué está a punto de surgir. Se trata del arte de la sugestión”.

Miniaturas. Pentti Sammallahti. Palacete del Embarcadero. Santander. Hasta el 4 de mayo


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Sobre la firma

Gloria Crespo MacLennan
Ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS como editora gráfica y periodista cultural especializada en fotografía. Colabora en diversos medios de comunicación y ejerce como comisaria independiente de exposiciones. Es directora de un documental sobre la pintora Maria Blanchard, ‘26, Rue du Départ. Érase una vez en París’
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