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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Dick o la tristeza del sexo’, de Kiko Amat: una parodia sobre la sexualidad desolada

La embustera autoficción de Amat sobre un joven obsesionado con el sexo constata cómo fue de aberrante la maduración sexual y afectiva en esta sociedad hasta hace apenas nada

El escritor Kiko Amat, en una imagen facilitada por la editorial Anagrama.
El escritor Kiko Amat, en una imagen facilitada por la editorial Anagrama.Cèsar Nuñez
Jordi Gracia

El realismo sucio de Raymond Carver y compañía no tenía nada de sucio, y quizá ni siquiera de realismo. La suciedad en literatura no se sabe ni siquiera si vale para Bukowski, pero esta novela desquiciada y a contracorriente de Kiko Amat podría competir en el esfuerzo por desidealizar cualquier forma de maduración erótica y sentimental del cafre protagonista, erotizado por la imagen física de su madre, bellezón local y modelo publicitaria que sigue dando guerra, al menos en la cabeza de su hijo entre los 13 y los 15, y asfixiado a la vez por la toxicidad de un tío falangista y homosexual alcoholizado y oculto.

Contra tanta embusterísima autoficción debidamente selectiva, Kiko Amat parece pegar un guantazo a la mesa de librerías y soltar sobre ella algo parecido a la historia de la tristeza de crecer en un barrio obrero con la obsesión por el sexo como cintillo permanente en la cabeza de su protagonista, tan fabulador compulsivo de historias pornográficas y violentas como masturbador adicto sin remedio. La rijosidad descarnada de muchachos sin filtro, sin filtro entre ellos, despliega el repertorio de búsquedas ansiosas —imágenes, fantasías, coprofilia, fetichismos de variado pelaje— que a más de uno pueden turbarlo al evocar su propia adolescencia frenética…

Las incursiones textuales de san Agustín y de casos registrados en un tratado de sexualidad del XIX con base verídica irrumpen en la narración como formas agrias de evocar un delirante catálogo de perversiones y desviaciones. Kiko Amat ha buscado desde un estilo de insólita densidad artificiosa una sintonía con esa crudeza del rijo embrutecido a nuestros ojos, pero no a los de los muchachos que se excitan con los pies sucios de una mujer o con las axilas de otra, detectando aquí “tonos de manchego sudoroso y arenques en salmuera” o allí “un bozo byrónico, negruzco, rebosante de pubertad”. La profusión de tecnicismos y artificiosidad retórica forma parte de la estrategia de distanciamiento literario de una peripecia vital profundamente morbosa, y evoca a ratos el humor frío y corrosivo del mejor Martín-Santos. El muchacho es lector de cómic, espabilado y fantasioso escritor de proyecciones autobiográficas de empotrador hipermachista e hiperincorrecto, bajo la fascinación por una madre joven y hermosa y el desprecio por y de un padre crítico literario, petulante profesor de literatura universitario y patético autor de una novela publicada en una editorial del sur y de cuarta: “infecta”, según el hijo, con prosa “dócil y pedante” y llena “de aforismos embarazosos”.

Todo conspira para sacar el ángulo más grotesco y cutre de la vieja realidad de hace 40 o 50 años en la periferia barcelonesa —Sant Boi, en el Baix Llobregat— y con vocación de rabia zafia, voluntariosa, agria como la leche pasada o las gabardinas de los pedófilos saturadas de semen reseco (la imagen es del libro). El deliberado estilo brutalista de tantos pasajes contrasta o, mejor, se alía con las evocaciones cultas de pasajes religiosos que el muchacho memorizó en la escuela católica (y culpabilísima de sus múltiples padecimientos) o citas frecuentes de Nietzsche o más esporádicas y escondidas de Sigmund Freud, Shakespeare, Ovidio o de George Trosse. De “contemplación erótico-mística y patetismo mártir” ha hablado el autor mismo, y la frase se acerca mucho al centro del material más crudo de la historia, incluidas casi todas las parafilias imaginables (o muchas de ellas).

Entre lo mejor del libro está la parodia medida pero sangrante de la inocencia bravucona del protagonista ante los descubrimientos que la vida trae en forma de vídeos porno, revistas como Lib y sus consultorios, juegos de ordenador, prácticas sexuales inexpertas mezcladas con fantasías y prácticas zoofílicas descritas con frialdad metódica junto a otras machirulas y patéticamente prepotentes. Sus muchachos están perdidos como todos en el circuito de la alucinación sexual y su ansiedad congénita, el desconcierto profundo y la adicción incontenible y a veces, solo a veces, pasajera. Todo junto tiene algo de trallazo retroactivo sobre cómo éramos, cómo fuimos, cómo fueron de aberrantes las condiciones de maduración sexual y afectiva en esta sociedad hace apenas nada, tres o cuatro décadas. Esa refracción aturde a ratos en un libro profundamente triste que solo encuentra la luz al levantar los ojos y echar un vistazo hacia la feliz promiscuidad, la interiorización de la homosexualidad, la exclusión de la sordidez represiva de los curas, la mitigación del machismo erotómano y el miedo esencial a la sexualidad de una sociedad entera.

La gracia literaria del libro es que lo hace sin mencionar ni una sola de esas palabras sino echando mano de una rimbombancia paródica muy efectiva. La sexualidad exasperada y deforme se cocinó en una educación católica castradora como lecho de fondo de una deriva enfermiza y obsesiva, monomaniaca y desoladora. Las artificiosísimas fantasías eróticas son puro antierotismo y antesala o bajo continuo de una infelicidad quizá remediable.

Portada de 'Dick o la tristeza del sexo', de Kiko Amat

Dick o la tristeza del sexo

Kiko Amat
Anagrama, 2025
384 páginas. 19,90 euros

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.
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