Hervé Guibert: fotonovela de Suzanne y Louise
Texto e imagen se entrelazan en este cautivador relato que trasciende los límites entre lo real y lo escenificado y tiene como protagonistas a las tías abuelas del autor y crítico francés
En 1974, Hervé Guibert (París, 1955 - Clamart, 1991) era un joven desconocido que escribía críticas de cine para diversas publicaciones francesas, entre ellas Combat. Faltaban tres años para que se diera a conocer con su primer libro, La mort propagande, un inquietante autorretrato que se convertirá en una premonición de su enfermedad y su muerte, cuando se propuso hacer una película que tuviera como protagonistas a sus dos tías abuelas, Suzanne y Louise. Dos excéntricas y conmovedoras ancianas que vivían en un hôtel particulier del distrito 15 de París.
Suzanne, la mayor, era viuda. De carácter fuerte, controlaba las fianzas mientras Louise, en otro tiempo Carmelita, la servía como una humilde pero tirana sirvienta. Vivían en reclusión, sin hablar entre ellas, bajo la protección de Whisky, un viejo y gordo pastor alemán encargado de disuadir a los ladrones de cualquier tentación, que más tarde será sustituido por Amok. Una soledad interrumpida por las visitas de Guibert, a quien solían contar todo tipo de revelaciones sin reparos, “casi de forma extravagante, sin nada que perder”, tal y como describía el autor. Aún así, se mostraron reacias a la idea de protagonizar la película que su pariente tenía en mente, hasta que él les mostró los retratos que les había ido tomando cada sábado. Fue entonces cuando las ancianas accedieron a romper su claustrofóbica rutina y participar de forma activa, en lo que acabaría siendo la segunda publicación, y único fotolibro, del autor, Suzanne et Louise. Un cautivador relato al que su autor, pionero de la autoficción, se referiría como una fotonovela, donde texto e imagen se entrelazan en una dinámica que transita entre los recovecos de la intimidad, lo revelado y lo escenificado.
Publicado por primera vez en 1980, el volumen ha sido reeditado ahora en lengua inglesa por Magic Hours Press. En su introducción la artista Moyra Davey describe la obra como “una rareza preciada”, en la cual las dotes como creador de imágenes y de escritor de Guibert se combinaron en todo su esplendor. En sus fotografías observaremos la misma poesía, elegancia y precisión que encontramos en su prosa. Palabra e imagen se complementan dejando espacio a esos intersticios de ambigüedad que enriquecen toda obra de arte.
La relación de Guibert con la fotografía fue de por sí imprecisa. “Siempre renegaré de ser fotógrafo”, escribía en Le Mausolée des amants. Journal 1976-1991. “Esta atracción me asusta; parece que puede convertirse rápidamente en locura, porque todo es fotografiable, todo es interesante de fotografiar. Y cómo puede uno dividir un día de su vida en miles de instantes, miles de pequeñas superficies... y si uno empieza, ¿por qué parar?”. No obstante, el medio fotográfico resultaría para el autor un vehículo de expresión para capturar su propio universo, con el fin de hacer de su propia vida una obra literaria. Abarcaría una amplia gama de géneros, novelas, diarios, relatos cortos y adaptaciones teatrales, haciendo uso de la primera persona. Sobrias y sutiles, sus imágenes contienen una cierta sensación de ensoñación, son tan precisas como fantasmagóricas. Para Guibert, una buena fotografía es solo aquella “fiel a las memoria de mis emociones”.
Así, Suzanne and Louise, navega entre lo documental y la ficción. “Creo que otras cosas, aparte de los objetivos, hacen «buenas fotos», cosas etéreas, del orden del amor o del alma, fuerzas que pasan y se inscriben, fatalmente, como el texto escrito a pesar nuestro, dictado por una voz superior”, escribe Guibert, a quien le interesa menos lo que vemos con los ojos que las sensaciones que se prolongan en sus retratos. “Esto podría ser la escena de un crimen, pero lo que ocurre es sólo un simulacro...”, anuncia el artista mientras, de una forma tan sádica como ingenua, y sin ninguna concesión a lo sentimental, irá desvelando la enrevesada dinámica psicológica establecida entre las dos hermanas. Sus grandezas y miserias servirán de espejo a su autor a medida que las ancianas se desinhiben. Los tres coquetearán a su manera con la transgresión.
Desde 1977 hasta 1985, Guibert mantuvo una columna en el periódico Le Monde como crítico de fotografía, desempeñando un papel fundamental en la promoción del medio. “La fotografía era para él una forma de escritura y consiguió que fuera aceptada. Cabe destacar que, en aquella época, los escritores fueron los primeros en apoyar la fotografía: Hervé, Roland Barthes, Denis Roche...”, destaca la galerista Agathe Galliard en uno de los textos que se incluye en la nueva publicación. Suzanne et Louise se publicó el mismo año que La cámara lucida, de su amigo Barthes, un íntimo acercamiento al medio fotográfico que habla de su capacidad intrínseca de conjurar la vida y la muerte, al que Guibert hace un guiño.
Tanto las ausencias como las presencias articulan el relato presentadas de distinta maneras, bien sea, a través de sus referencias a la desintegración del cuerpo y a la reencarnación, o del simulacro de muerte al que se presta Suzanne. “Le cubro todo el cuerpo con una manta blanca. Louise, descalza, se arrodilla al final del sofá. Intenta levantar el cadáver agarrándolo por las manos y tirando de él por los pies. Las dos se ríen”, escribe Guibert, para quien “la imaginación es más terrible que la verdad”. Suzanne murió en 1991, a los 95 años, el mismo año que el autor. En 1992, la televisión francesa proyectó póstumamente el documental La pudeur ou l’impudeur, donde quedaba documentada la batalla perdida del artista contra el sida. Louise sobrevivió siete años más.
Suzanne and Louise, de Hervé Guibert. (Magic Hour Press, 2024). 126 páginas. 33 euros.
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