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Jan Groover, la fotógrafa que descubrió la metafísica de los utensilios de cocina

La estadounidense alcanzó la fama a finales de los setenta a través de una serie de bodegones compuestos por plantas y enseres domésticos. Su obra, no obstante, es poco conocida en Europa. Una exposición en San Sebastián recorre ahora su trayectoria

Jan Groover
‘Sin título’ (ca. 1975). © Photo Elysée. Archivos de Jan GrooverJan Groover

Se dice que fue una portada, de la revista Artforum en enero de 1979, la señal de que el medio fotográfico había conquistado definitivamente el mundo del arte. Mostraba una de las características naturalezas muertas de Jan Groover (Plainfiled, Nueva Jersey, Estados Unidos, 1943 - Montpon-Ménestérol, Francia, 2012). Era la primera vez que una fotografía servía de reclamo en una revista especializada en arte y pertenecía a una de las series más conocidas de la artista americana, Kitchen Still Lifes. “Sus voluptuosos colores eran tan impresionantes como sus precios”, recordaba el crítico Andy Grunberg en The New York Times.

La famosa portada llegaba precedida de una exposición en la Sonnabend Gallery de Nueva York. Donde los seductores y atemporales bodegones compuestos por plantas, vegetales y aquellos utensilios que la autora encontraba a mano en la cocina marcaban un giro significativo en la trayectoria de esta fotógrafa a quien siempre le rondó “la idea salvaje de que uno podía cambiar el espacio. Y se puede”, aseguraba. Una década más tarde, una retrospectiva en el MoMA consolidaba su prestigio. De ahí que siempre defendió que su obra no tenía nada que ver con un tema o un sujeto, sino con la relación que se establece entre los distintos elementos que la componen, con los espacios que quedan entre ellos. De ahí proviene su fuerza. El color, la línea, la textura, las formas priman sobre cualquier significado o contenido. Aun así, y a pesar de las intenciones de la autora, la obra de Groover es tan poderosa a la hora de evocar las sensaciones del mundo cotidiano que compartimos que irremediablemente arrastra a uno por los insospechados recovecos de la imaginación, allí donde uno creer percibir significados que no ve.

Si bien la artista gozó de un amplio reconocimiento en Estados Unidos —John Szarkoswki la describió como “una de las artistas más interesantes y consumadas de su tiempo”— y a pesar de que residió en Francia durante la última etapa de su vida, su obra permaneció poco conocida en Europa. Afortunadamente, la donación realizada en 2017 por el pintor y critico Bruce Boice, marido de la fallecida fotógrafa, al principal museo de fotografía de Suiza, Photo Elysée, dio pie a una nueva reevaluación de la obra de esta artista que pasó la vida reinventándose a sí misma. Es de ahí de donde parte la exposición que bajo el título Jan Groover. Laboratorio de formas, puede ver en la sala Kutxa Kultur Artegunea de Tabakalera, en San Sebastián.

A través de una selección de más de 150 fotografías, y algunos objetos, la muestra sumerge al espectador en un universo donde resuenan ecos del rigor y la pulcritud de Giorgio Morandi, de los paisajes metafísicos de De Chirico, de la majestuosidad de Fra Angelico y otros de los autores del renacimiento a los que la artista acudía de forma continuada en busca de inspiración, así como del perfeccionismo formalista de Edward Weston. Si bien los comienzos artísticos de Groover fueron dentro de la pintura abstracta, a principios de los setenta se lanzó de lleno a la fotografía. Empezó “fotografiando la historia de la fotografía, repitiendo muchas cosas. Aún pretendía ser una pintora de manera que me podía relajar, incluso hacer fotografías estúpidas y no importaba”, recordaba la artista. “Hasta que un día pensé que no tenía que inventarlo todo, de manera que dejé la pintura. Más tarde comprendí que uno tiene que hacerlo todo de cualquier forma”. Así, años más tarde, la autora “triunfó a la hora de transformar incesantemente la realidad a través de la fotografía, manipulándola a su gusto”, destaca Tatyana Franck, comisaria de la muestra junto con Émilie Delcambre Hirsch. La composición, a través de la cual indagará en las nociones de la perspectiva y de la escala, es fundamental en su obra. Groover parece ‘pintar’ con los objetos. “Hace en la fotografía lo que la gente espera que hagan los pintores en su afán por dominar el espacio”, destaca Boice en el documental Jan Groover. Tilting at Space.

La exposición se abre con los polípticos con los que, en los años setenta, hace su aparición en el escenario de la fotografía y en cuyo formato, inspirado en las pinturas renacentistas, deja ver su interés en la tradición de la creación de las imágenes así como su disposición hacia las reflexiones iniciadas en aquellos días por la corriente conceptual. Fotografías de coches que pasan por el mismo sitio, tomadas exactamente desde el mismo punto o fachadas de casas muy parecidas entre ellas. En su mayoría, las imágenes no llevan título. Parecen aludir a cuestiones relacionadas con el tiempo, la distancia y el movimiento, las mismas que inspiraron a Eadweard Muybridge, otro referente en la obra de la artista, al tiempo que aluden a la ambigüedad inherente al medio fotográfico. “Solo un experimentador de la Nueva Bauhaus pretendería fotografiar algo que no existe. Si no podemos crear historias a partir del arte de la Srta. Groover, al menos podemos observar cambios en el ambiente y la atmósfera que lo dicen todo”, escribía el crítico William Zimmer.

Jan Groover
‘Sin título’ (ca. 1981). © Photo Elysée. Archivos de Jan GrooverJan Groover

A finales de los años setenta, Groover descubrió el proceso del platino-paladio, una técnica que abriría nuevos caminos dentro de su trayectoria y que la artista pondría en práctica no solo para explorar el género de la naturaleza muerta, sino también el paisaje, el retrato y el desnudo. Fueron muchos los familiares y amigos que posaron para ella, bien en exteriores o en la intimidad de su estudio. “Exploraba los cuerpos de la misma forma que lo haría con las frutas y vegetales en uno de sus bodegones”, apunta Delcambre Hirsch. Despersonalizados, los fragmentos de los cuerpos adquirían la calidad de un objeto. Al fin y al cabo todo es geometría. Cuidadosamente construida y controlada, la fotografía es cuestión de espacio y de forma para la artista.

“El problema de Jan con los coleccionistas, los críticos y los expertos en fotografías es que niega el significado; y lo que todo el mundo parece querer es significado”, escribe Boice en un texto que se incluye en el catálogo de la muestra. “Un día hermoso y un paisaje hermoso no tienen significado. Un juguete o una pistola anticuada encontrada en un mercadillo no va de armas o de violencia; simplemente apunta a algo más dentro de una fotografía, como lo haría un dedo en una pintura renacentista que apunta a algo dentro del lienzo […] Pero todo el mundo quiere significados […] ¿De qué otro modo se puede explicar o considerar una poderosa experiencia visual? Las fotografías de Jan nunca tuvieron que ver con el significado, solamente con la emoción de ver algo”.

Jan Groover. Laboratorio de formas. Kutxa Kultur Artegunea. Fundación Kutxa. Edificio Tabakalera. San Sebastián. Hasta el 12 de noviembre.

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