Las críticas de teatro y danza de la semana: Ohad Naharin en la grieta del mundo y el ‘blues’ agridulce de Anne Teresa de Keersmaeker
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En la nueva pieza de la Batsheva Dance Company, presentada el jueves en Lisboa dentro del programa del Festival de Almada, Ohad Naharin superpone dos coreografías. Una, de concepción propia, es un mecanismo de precisión, encarnado por cuatro bailarines atléticos, inexorables, ajenos a cuanto sucede a su alrededor. La otra, es creación genuina de cada uno de los siete bailarines que la interpretan. Una vez ambas estuvieron listas, Naharin las superpuso. Mientras el grupo compacto mantiene un contacto estrecho y se tiene a sí mismo, sus pares libérrimos andan desagregados, exaltando su individualidad u observando lo singulares que son cada uno de sus seis compañeros. El ensamblaje de dos materiales tan diferentes deja mucho espacio al público para interpretar lo que acontece.
La danza de Anne Teresa de Keersmaeker casi siempre está ligada a la música clásica y contemporánea: ahí están sus cinco colaboraciones con Steve Reich o sus obras basadas en Mozart, Mahler y Bartók. Menos habitual es que beba de la tradición popular del siglo XX, como sucede en su nuevo espectáculo, Exit above, recién estrenado en el Festival de Aviñón antes de emprender una gira europea que la llevará a Madrid y Sevilla el año que viene. La propuesta empieza con un cúmulo indigesto de referencias a la alta cultura europea que, en un primer momento, puede hacer temer lo peor: un guiño a La tempestad de Shakespeare, otro a aquel cuadro de Paul Klee en el que Walter Benjamin logró observar “el ángel de la historia”. Pero, pasado ese prólogo, todo se vuelve ligereza.
‘MOMO’, de Ohad Naharin
'Exit above', de Anne Teresa de Keersmaeker
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