Roman Ondak y el arte de mirar la vida con atención
La Fundación Antoni Tàpies de Barcelona recoge el último trabajo del eslovaco Roman Ondak, un homenaje al poder de los objetos cotidianos y su capacidad para trascender lo real
Ocurre muchas veces que las obras de Roman Ondak (Žilina, Eslovaquia, 1966) apenas se ven, pero, una vez vistas, ya no puedes dejar de verlas. Algo parecido pasa cuando miras fijamente un azulejo de granito y una simple mancha parece una nariz. Es casi imposible ya escapar de esa idea de napia. El artista confiesa que le encantan esos momentos en que se generan conexiones invisibles entre lo que se ve y lo que se imagina. Por eso sus obras suelen ser inmateriales además de casi invisibles, algo parecido a un universo lleno de relaciones potenciales. El que lo hizo popular fue Measuring the Universe, en 2007 en el MoMA. La exposición empezó siendo una sala vacía que se fue llenando con el tiempo de las marcas que dejaban los visitantes en la pared anotando la altura, el nombre y la fecha. Hasta 90.000 había medio solapadas. La energía que recogió la sala con esa masa de gente era casi palpable, como un gran reloj en el que cualquier hora importa. Anotar la medida en la pared, como cuando eres pequeño, aludía también a la idea de crecimiento, de evolución. Una metáfora para Ondak, que por aquel entonces cumplía 40 y decía entre líneas: “He llegado hasta aquí”. No es poco para este artista eslovaco que se formó a finales de los ochenta en la antigua Checoslovaquia, dividida ahora en República Checa y Eslovaquia, donde no había nada que pudiera llamarse centro, ni museo, ni galerías.
También en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona, que le dedica ahora una amplia exposición al artista eslovaco, hay una pequeña placa de bronce instalada en la pared izquierda arriba, en la entrada del museo. Hay que levantar la mirada para notarla al entrar o ser suficientemente curioso como para asomarse a la barandilla desde la segunda planta y mirar al vestíbulo. Seguramente sea la pieza más escondida de la muestra y también una de las más importantes. La placa lleva la inscripción Yesterday the river waters rose to this level (ayer el agua del río alcanzó este nivel) y se ve muy oxidada por debajo, como si una gran riada hubiese ocurrido realmente en el espacio. Al afirmar que la riada fue “ayer”, su presencia en la pared pone en duda lo que es real y lo que es ficticio y, para quien conozca la historia de la fundación y sepa que se inundó en el pasado, este vuelco de la realidad todavía puede crear más desconcierto.
Las obras de este artista son descritas habitualmente como situaciones, en las que no hay que dar nada por sentado
Es un desconcierto realmente seductor. Los trabajos de este artista son descritos habitualmente como situaciones, en las que no hay que dar nada por sentado. A menudo son aparentemente simples y nunca espectaculares. Seguramente esa sea su mayor virtud: pese a serlo, no necesitan ser entendidas como obras de arte. Ahí cualquier reacción se dispara, entre la sorpresa y la extrañeza, al desplazar de forma poética y sutil la percepción de la realidad. Para Ondak, el espacio no es una entidad física inmutable y estática, sino que se transforma continuamente a través del uso y de las relaciones sociales que se establecen a lo largo del tiempo. La memoria tiene un peso capital, como vemos en un bote de cristal lleno de tinta de pluma estilográfica, tanta como para poder escribir centenares de páginas sobre nuestras Memorias (2023). Es igual de sutil que Infinity (2021), una escultura creada con unos cuantos centenares de gotas de plomo, que dibuja una línea vertical que enlaza los niveles 1 y -1 de la fundación. Las gotas dan la impresión de caer a peso, atraídas por la gravedad, como quien se deja caer para que alguien le coja.
A falta de saber quién ocupará la nueva dirección, la Fundación Antoni Tàpies no ha podido buscar mejor metáfora para pensarse como institución que rindiendo tributo a este artista, lanzando su mismo interrogante sobre qué es el arte, qué es una exposición, qué significa ser artista y qué impacto tiene todo eso en la vida cotidiana. Ondak lo hace mediante la puesta en escena de comportamientos individuales, muchas veces sus familiares y amigos, con los que fácilmente nos identificamos, y generando una dinámica de grupo. Todo el mundo es bienvenido aquí, parece decir el museo. Para muestra, la instalación titulada Zone (2010), una obra realizada para la 6ª Bienal de Berlín, y que consiste en un enorme guardarropa que parece de otra época, de ese momento en que los museos tendían a las grandes exposiciones de fácil reclamo popular, capaces de atraer masas de visitantes. Hubo quien no se daba cuenta y colgaba el abrigo en Berlín. Tal vez pase aquí también, y seguramente tendría todo el sentido simbólico, especialmente para darle la vuelta a este último tramo de su devenir como museo, donde cada vez cuesta más sentirle el pulso. Para quienes conocemos la Fundación Antoni Tàpies desde su arranque y sabemos del papel que llegó a jugar en el contexto internacional, y especialmente en la ciudad, solo nos queda clamar, como hace este artista, al poder de las relaciones humanas y ver lo comunes que pueden llegar a ser esos universos que creemos absolutamente personales. Si el universo es algo que solo podemos imaginar, entonces sí: queremos soñar.
‘Roman Ondak. Infinitum’. Fundación Antoni Tàpies. Barcelona. Hasta el 22 de noviembre.
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