‘Los días de París’: la búsqueda de la libertad y la fantasía
Tras ‘Los días del Cáucaso’, Siruela traduce por primera vez ‘Los días de París’, segunda parte de las interesantes memorias de Banine, testigo y protagonista durante décadas de la vida intelectual de la capital francesa
“Allá va el Orient Express, a toda máquina, rumbo a la Tierra Prometida: se acerca con un estrépito ensordecedor, cuando los raíles lo arrojan de una vía a otra en una danza salvaje. Me anuncia en su idioma de acero la dicha y la libertad, me arrastra hacia el lugar de mis fantasías, hacia el momento fulgurante del reencuentro que había estado esperando durante cuatro años de revolución, de terror y de ruina, en los escombros de un mudo abolido”.
El mundo en escombros es el Azerbaiyán que pertenecía al Imperio ruso y ahora a la Unión Soviética tras la Revolución de Octubre. Los cuatro años son los que ha permanecido separada de sus seres queridos, que emigraron del Cáucaso. Ella es sólo Umm El-Banu Äsâdullayeva, de 16 años, la futura escritora Banine.
Este segundo libro de memorias, continuación de Los días del Cáucaso, cuenta la vida en París de esta mujer de una familia campesina y musulmana que alcanza la opulencia gracias a las ilimitadas reservas de petróleo de Azerbaiyán y lo pierde todo con la llegada al poder de los bolcheviques. Junto a millones de rusos blancos, se exilian a Europa con los objetos de valor y joyas que han podido rescatar, pero ella, sola, llega a París cuatro años más tarde en busca de libertad y supervivencia. Son los “locos años veinte” de entreguerras, y París, un hervidero de cultura y gente de todas las nacionalidades.
La ventaja de unas memorias sobre una autobiografía es que las primeras no deben someterse a las reglas de la narración literaria; además, al estar escritas desde la madurez, seleccionan su material desde una distancia que ordena los sucesos de otro modo. Al llegar a París, Banine encuentra el apoyo de su hermana Zuleika, casada con José, un pintor español. “Mi mayor placer —escribe— era ir los domingos a casa de Josezú, apodo inventado por mí con el principio de sus nombres, donde me iniciaba en la vida bohemia con esos dos aderezos que a lo largo de toda mi vida apreciaría y buscaría: la libertad y la fantasía”. En estos años locos conocería a toda clase de celebridades, de Iván Bunin a los Scott Fitzgerald, Hemingway, Henry Miller, Joyce, Sylvia Beach, los eslavos Chagall, Kisling, Diághilev y Stravinski; y otros como Fujita, Modigliani, Moréas, De Chirico, Picasso. En Montparnasse, “toda esa gente vivía de esperanza y café con leche, si no de licores, brebajes aún más costosos… Pero su pobreza no les quitaba su confianza en la vida”.
La mirada de la autodenominada “caucásica bobalicona” sobre aquella desopilante sociedad es la joya de este libro. Junto a ello, la visión de todos aquellos rusos blancos, emigrantes ilustres convertidos en chóferes de taxi, un “pequeño universo en sí, con sus tradiciones, sus reglas, su ética… y las damas de honor de antaño convertidas en señoras de los lavabos y camareras descendientes de los primeros boyardos moscovitas” ofrece un testimonio impagable.
Al fin logra el divorcio del marido que le fue impuesto en su primera juventud por su padre. Al fin la libertad total
La vida de Banine se convierte en un asunto más personal desde el momento en que aparece en escena su prima Gulnar, un torbellino, un temperamento volcánico que centra las memorias en la evolución personal de la propia Banine. A partir de aquí, su vida se desenvuelve entre un militar blanco de considerable atractivo físico, Nicolás Carpoff, y el refinado Jérôme de Labussorie, de gran importancia en su educación. Las anécdotas con ambos y su desatada prima Gulnar se suceden a cuál más entretenida mientras aparece una relación con un tercer hombre, Grandot, “especialista en volverme loca”. En toda esta parte es cuando habla más de sí misma y sus historias personales hasta que al fin logra el divorcio del marido que le fue impuesto en su primera juventud por su padre. Al fin la libertad total.
La frescura del relato es tan fascinante como su inteligencia vital. Digamos, además —y con la debida admiración—, que fue amiga de toda confianza de Ernst Jünger, al que conoció en el París ocupado en 1943, al que dedicó tres libros y a quien tradujo al francés, así como a Dostoievski. Afortunadamente, estas memorias han vuelto a salir a la luz después de 75 años, traducidas al francés, inglés y alemán y ahora al español.
Los días de París
Traducción de Susana Prieto Mori
Siruela, 2023
268 páginas. 19,95 euros
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