Las críticas de teatro y danza de la semana: Mayorga flojea como director, una comedia francesa a base de coces y un coreógrafo en plenitud

María Luisa es la primera obra nueva de Juan Mayorga desde que asumió la dirección artística de La Abadía. Se trata de una comedia sobre la soledad, sobre la vejez, y sobre los difusos límites entre la realidad y la imaginación. La protagonista es una señora entrada en años que vive sola, independiente, y que disfruta de la vida. Una conversación casual con el portero de su casa es el detonante para una sucesión de escenas que, con humor, permiten descubrir de cerca el mundo de esta curiosa señora.

La vida es una fiesta, que se puede ver estos días en los Teatros del Canal de Madrid, desata carcajadas, sorprende, desconcierta, perturba y maravillan sus intérpretes, pero agota porque por debajo no hay una dramaturgia sólida. De forma que el montaje por momentos parece más bien una sucesión de sketches sin más objetivo que repartir coces a diestro y siniestro. Muy brutos y muy buenos todos, pero el conjunto acaba cansando.

Dalet (Da), del coreógrafo y bailarín Daniel Abreu, es un espectáculo que juega con la idea de paso, de trashumancia existencial, de búsqueda y desplazamiento, algo que él ya trató en obras anteriores como El hijo (2020) y El arco (2022). A través de estos temas construye una danza exigente, expansiva y recogida, que encuentra uno de sus sentidos en la precisión y el lirismo más contemporáneo.

'María Luisa', de Juan Mayorga

El autor madrileño aborda el tema de la soledad en las mujeres al filo de la vejez, en una comedia a la que, como director de la puesta en escena, no acierta a sacarle el partido que tiene. Crítica de Javier Vallejo.

'La vida es una fiesta', de Chiens de Navarre

La compañía Chiens de Navarre actúa por segunda vez en España con un espectáculo de humor ‘trash’ que reparte coces a diestro y siniestro. Crítica de Raquel Vidales.

‘Dalet (Da)’, de Daniel Abreu

El último trabajo del coreógrafo mantiene sus señas de identidad a la vez que sorprende con nuevas gestualidades. Crítica de Mercedes L. Caballero.

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