RCR, arquitectura con los pies en la tierra
El estudio catalán, ganador del Pritzker en 2017, reflexiona sobre su trayectoria en una muestra en el Museo Soulages, que sus tres arquitectos diseñaron en Rodez
“Cuanto más limitados son los medios, más fuerte es la expresión”. La frase, y el rostro, del pintor Pierre Soulages anuncian su museo y su pintura en la fachada de acero. Pero serviría también para resumir la obra de Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, autores del edificio. Los arquitectos del estudio RCR, ganadores del Pritzker en 2017, descubrieron los lienzos de Soulages en el Reina Sofía. No expuestos, sino en un catálogo que compraron en la librería. “Aquel negro sobre negro hablaba de nosotros: de la profundidad en un plano bidimensional”, explica Vilalta. Años más tarde, en 2008, se presentaron al concurso para levantar el museo que acogería la colección del pintor francés en Rodez, su ciudad natal. Lo ganaron a contrincantes como Kengo Kuma o Paul Andreu. Con el tiempo, la relación entre Soulages, su mujer, Colette, y los tres arquitectos de Olot derivó en una amistad que los llevó a diseñar unas butacas confidentes a las que llamaron Toi-et-moi, cuando, poco antes de morir a los 102 años, el pintor celebró su 80º aniversario de boda.
Es en ese museo, seco y lujoso a la vez, que se impone en la plaza de la ciudad occitana y se deja atravesar por la naturaleza y la luz, donde los arquitectos españoles han llevado lo que queda de su trayectoria; es decir, su futuro. La muestra RCR Arquitectes. Aquí y en otros sitios, la materia y el tiempo homenajea a los autores del edificio. Muestra sus orígenes, anticipa su legado y desemboca en las grandes obras que construyen por el mundo: en el Empordà, las faraónicas cavas Perelada; en Boulogne-Billancourt, en las afueras de París, el centro cultural de la Île Seguin y, junto a este, un puente; en el Algarve, el reacondicionamiento de un campo de golf. En Gante levantaron una mediateca en 2017 y en Taichung (Taiwán) ultiman ahora una residencia de estudiantes. También, por supuesto, continúan centrados en construir en la Garrotxa. Allí trabajan en la Vila, la casa en un bosque de 140 hectáreas que, convertida en lugar de investigación y diálogo con la naturaleza, será su testamento. Está muy cerca de donde siguen viviendo y trabajando los tres, en la misma gran mesa, 34 años después.
Ha habido modernidad rompedora y heroica, estilo internacional globalizante y galáctico, y posmodernidad pastiche y cívica. Frente a la hornada de arquitectos que sembraron el planeta con intervenciones rupturistas, la obra del estudio RCR muestra una arquitectura de la tierra, más centrada en el paisaje que en el edificio. Por eso tiene lógica que expongan aquí, en su museo, su origen, su momento actual y su propuesta para el porvenir. Lo curioso es que todos ellos —pasado, presente y futuro— se desdibujan con el tiempo. Como lo hace la tierra, como sucede con el paisaje, que está mucho más vivo que la arquitectura. Así, dos de sus proyectos, que se han visto alterados por el paso de los años y se han ido reconvirtiendo en otra cosa, resumen una trayectoria coherente y autoexigente que los ha transformado tanto como ellos han alterado su comarca de la Garrotxa.
El primer proyecto que ideó RCR fue el Faro Punta Aldea. Lo dibujaron para Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria. Corría el año 1989 y aquella propuesta anunciaba el lugar por encima del objeto. Al contrario que la mayoría de los faros, no era una torre sino un gesto. Nunca se construyó, pero dio fruto. Simbolizó la simiente de un camino que cuestiona las soluciones y las tipologías. Fue un recordatorio de que todo se podía volver a pensar. Tanto es así que el paso del tiempo, y la voluntad de atraer a la isla un turismo más interesado por el paisaje que por los chiringuitos, ha hecho que los políticos volvieran a llamar a los arquitectos para preguntarles qué harían con la carretera, ahora obsoleta, que conduce de Agaete a Punta de la Aldea junto al acantilado y con el yacimiento arqueológico de las Cuevas del Risco Caído, patrimonio Mundial de la Unesco desde 2019. Tres décadas después, faro, montañas y sendero podrían alumbrar un nuevo proyecto que hiciera hablar al tiempo. Y al lugar. Puro RCR.
Frente a las prácticas rupturistas, el estudio aboga por una arquitectura más centrada en el paisaje que en el edificio
La transformación que fuerza el tiempo está también presente en el paisaje a largo plazo para reordenar un campo de golf en Lagos, al sur de Portugal. Y lo está, naturalmente, en La Vila, la casa donde se cuidará un legado en permanente transformación. ¿La razón? La de RCR no es una herencia encapsulada en hechos. Es más bien un mensaje de atención y cuidado extremos. Un diálogo con el paisaje que se renueva continuamente. Como sucede con el faro, que espera su momento, La Vila también transforma la casa donde construyeron su primera alberca. Hace poco la adquirieron junto a un bosque de 140 hectáreas. Allí irá la mesa circular, sin jerarquías, para 30 personas que abre la muestra en Rodez. Y allí se profundizará en la cultura del lugar y el respeto por el origen que les ha permitido recuperar la alberca que construyeron en 2003.
La Vila se está levantando con cedro japonés regalado por el Ayuntamiento de Yoshino. Ese viaje al país asiático está presente en la exposición. Fue allí donde los arquitectos reconocieron sus valores al inicio de su carrera. Por eso cobra sentido este regalo. El cedro de Yoshino es único, no tiene apenas nudos, justamente por el paisaje donde crece, con los árboles muy pegados, incapaces de desarrollar ramas. De cedro es el Toi-et-moi que diseñaron para el matrimonio Soulages o la butaca-territorio hecha a la medida del escritor Javier Cercas.
La conservadora de arquitectura del Centro Pompidou, Valentina Mimas, habla en el catálogo de esta muestra de la influencia de la cultura japonesa. Para ella, el vacío en la obra de los arquitectos de Olot es el instrumento que sirve para sublimar materiales, fugas visuales o espacios. Por eso define la arquitectura de los Pritzker españoles como “indisociable del lugar”. Y así, esta exposición en Rodez es más una inmersión en un bosque de acuarelas que una muestra al uso. Habla del respeto a la naturaleza y, sin embargo, ilustra que los lugares se pueden construir.
‘RCR Arquitectes. Ici et ailleurs, la matière et le temps’. Museo Soulages. Rodez (Francia). Hasta el 7 de mayo.
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