Ernesto Alterio: “Evita luchó por que las mujeres pudieran votar”
El actor argentino-español encarna al militar que secuestró en 1952 el cadáver de Eva Perón en la serie ‘Santa Evita’
El coronel argentino Carlos Moori Koenig participó en 1952 en el secuestro del cadáver de Eva Perón, una historia que ahora recrea la miniserie de Star+ (en España, en Disney+) Santa Evita, basada en la novela homónima de Tomás Eloy Martínez. Ernesto Alterio (Buenos Aires, 1970) pone rostro al infame militar.
Evita es toda una leyenda y, sin embargo, aún quedan cosas por contar. Sí, su figura ha alcanzado una dimensión mitológica. La novela pone el foco en lo que sucedió con su cuerpo después de muerta. Un cuerpo que quedó sin sepultura por más de 30 años.
¿Qué se aprende de la condición humana con un personaje como Moori Koenig? Es de los más complejos que me han tocado. Un militar de ascendencia alemana al que Perón le encarga asistir a Evita, alguien a quien detesta ideológicamente, pero por quien empieza a sentir una extraña atracción. Luego le ordenan ocuparse de su cuerpo. Y para alguien tan religioso, esto es algo que va en contra de la ley de Dios. Me ha posibilitado bucear en zonas muy oscuras de la condición humana. Ama odiarla y odia amarla.
¿Y de la historia de Argentina? Mi profesión me da la posibilidad de implicarme emocional y físicamente en hechos históricos. En este caso, una época donde se gestan movimientos que tienen mucha incidencia en el mapa socio-político de la Argentina actual.
¿Qué queda hoy de la Argentina que recrea la serie? Cuando Evita murió, la mitad de la Argentina descorchaba botellas de champán y la otra mitad se sumía en un llanto desgarrado. Creo que esta división sigue presente en la Argentina de hoy. Pero también sigue presente que las mujeres puedan votar y tengan DNI. Y esto es algo por lo que ella luchó.
¿Qué libro recomienda a un español para entender mejor aquel país? La novela de Eloy Martínez. O Los mitos de la historia Argentina, de Felipe Pigna.
¿Y a un argentino para entender España? La buena memoria, de Diego Galán, con conversaciones entre Fernando Fernán Gómez y Eduardo Haro Tecglen. Soldados de Salamina o cualquier otro de Javier Cercas.
¿Cuándo supo que sería actor? Lo siento como un deseo latente desde la infancia que se fue imponiendo.
¿Cuál es el mejor elogio que ha escuchado de su trabajo? Trabajé hace poco en una serie que se rodaba en Los Ángeles, donde interpretaba a un personaje colombiano. Mi compañero era un niño actor colombiano de 10 años y, cuando me preguntó de dónde era yo, le dije que nacido en Argentina y criado en España. Pues el niño no me creía. Me decía “No, vos sos colombiano”.
¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? Alberto y la ballena, de Philip Hoare. Un apasionante viaje siguiendo a Alberto Durero en busca de una ballena y que explora el fuerte vínculo entre su pasión creativa y la naturaleza.
¿Uno que no pudo terminar? Ulises, de Joyce. Pero lo volveré a intentar. Quizá no era mi momento.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? El Padrino, de Coppola, o Amarcord, de Fellini.
¿A qué película se iría a vivir? Pues, si fantaseamos, a El lago azul con Brooke Shields.
¿Su diálogo favorito en una película? En El viaje a ninguna parte, a Fernando Fernán Gómez lo llaman para trabajar en una película. Y él, muy impostado, dice su frase: “Hacía tiempo que no pasaba por aquí, señoriiiitoo”. Me parece una joya.
Si tuviera que elegir una canción como autorretrato ¿cuál sería? “Y es que yo... amo la vida, amo el amooor. Soy un truhán soy un señooor”.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? Tener muchos seguidores en las redes sociales.
¿Qué suceso histórico admira más? Sin duda, me quedo con el gol de Maradona a Inglaterra en el mundial de México 86. Barrilete cósmico.
De no haber sido actor habría sido… Pintor.
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