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CaixaForum València: un paisaje no es un edificio

El arquitecto Enric Ruiz-Geli firma el nuevo y espectacular diseño que parasita el interior del Ágora de Calatrava, que llevaba siete años vacía

CaixaForum València
Imagen del exterior de CaixaForum València.Miguel Lorenzo
Anatxu Zabalbeascoa

Como el propio Enric Ruiz-Geli, su obra es un desbordante ejercicio de imaginación que consigue hacer soñar, por lo menos en algún momento, a sus clientes. En Valencia, el sueño de convertir un edificio en paisaje —con una palmera, que es tienda y administración; una madriguera forrada de vegetación, un restaurante y un departamento de educación— ha tenido un final feliz. Para todos. La Fundación “la Caixa” ha extendido la metáfora onírica a una fiesta del “más sorprendente todavía” para albergar su programa cultural. Y la ciudad de Valencia se ahorrará, durante 50 años, el elevadísimo coste de mantenimiento del inmueble de Santiago Calatrava, por el que ya desembolsó más de 100 millones de euros, y la vergüenza de tener esos 10.000 metros cuadrados vacíos.

Que el Ágora proyectada por Calatrava no servía para acoger congresos lo demostraron los jóvenes que, entusiastas, pero no atontados, llegaban a las campus parties pertrechándose con paraguas por si llovía o el sol azotaba en exceso. Puede que esas fisuras hicieran que el mismo escenario funcionara mejor como cancha de tenis. Pero el trabajo de sellarlas para levantar dentro el nuevo CaixaForum ha tenido un coste económico y, tal vez, otro térmico: durante la inauguración el pasado martes no solo nos acalorábamos las mujeres menopáusicas.

 Interior de CaixaForum València.
Interior de CaixaForum València. Miguel Lorenzo

Con todo, no es momento de analizar el descomunal inmueble de Calatrava, sino la obra del estudio de Ruiz-Geli, Cloud 9, que lo ha parasitado. La sorprendente intervención del barcelonés está llena de aciertos. Como un trilero, el arquitecto ha escondido su edificio principal —las salas de exposiciones y el auditorio— para impresionar al visitante con las follies que lo coronan o anuncian. Y lo ha hecho sin deshacer el forjado: convirtiéndolo en el zócalo-grada de sus creaciones.

El otro gran logro es una verdad parcial. Ruiz-Geli no se cansa de repetir que no pertenece a una generación de arquitectos estrella, sino a una de “inteligencias colectivas”. Lo segundo es cierto. Lo primero no se mide por la voluntad, sino por el resultado. A los arquitectos estrella los caracteriza la apuesta por el espectáculo, y es innegable que Geli lo sitúa muy arriba en su lista de prioridades. Eso sí, sabe que la mezcla es trabajo en equipo y combina olfato experimental con logística para unir formas, saberes, colores y materiales.

Así, cubre la palmera con una volta catalana salpicada de círculos cerámicos montados en fibra de vidrio que absorben el sonido y colorean la cubierta. Su estudio, junto al ceramista Toni Cumella, patentó esa cerámica acústica que une artesanía y tecnología. Como las une el techo de cartón que corona el auditorio. O el jardín vivo que florece sobre la cueva troglodita del restaurante. También en la nube hay derroche de imaginación y colaboración: la empresa Sorigué firma el ácido que la hace posible.

Aunque se podría argumentar que las nervaduras de madera del edificio que contiene tienda y despachos hacen tanta referencia al Palmeral de Elche como las cortinas metálicas que lo envuelven a las tiras antimoscas, un dato objetivo es que el metal empleado para levantar esta follie equivale al utilizado en una sola de las costillas de acero que sustentan el Ágora. Siendo un arquitecto onírico, Geli soñó con la sostenibilidad antes de hacerla posible. Su edificio barcelonés MediaTIC se anunció como sostenible con una fachada futurista que apenas ahorra el 30% de la energía de un inmueble de oficinas tipo. Este centro de exposiciones mejora esa apuesta y promete ahorrar un 70%.

El CaixaForum más sorprendente es el más escondido, el que menos modificará la ciudad donde se ha construido

En el CaixaForum de Valencia la imaginación resulta más alegre que excesiva porque estamos en un interior que amortigua el impacto y convierte el derroche creativo en una escenografía más que en un edificio. Geli habla de nubes y jardines, pero también de órganos: el corazón —la palmera-administración— o el estómago —el restaurante-cueva—, ambos “en el vientre de la ballena de Calatrava”. Es justamente eso: un edificio que parasita otro, vacío, dándole así nueva vida.

La conclusión es que, aunque un paisaje puede ofrecer la arquitectura más sencilla y más sofisticada —­un nido o una cueva—, un paisaje no es un edificio. Y un interior, o una escenografía, tampoco. Tal vez por eso, el libro que recoge la historia de la construcción del CaixaForum tiene en portada la fachada del Ágora proyectada por Calatrava y no las follies de Geli. Cloud 9 ha construido sensaciones fotogénicas que forman, sí, un paisaje que, en consecuencia, no tiene fachada. Paradójicamente, el CaixaForum más sorprendente es el más escondido, el que menos modificará la ciudad donde se ha construido. Puede que también sea el que más la haga soñar.

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