La suspensión de la vida

El libro con el que Diego Doncel ha ganado el XXXIII Premio Loewe de Poesía supone un ejercicio de verdad, de identidad personal y memoria colectiva

10 abr 2021 - 05:30CEST

portada 'La Fragilidad', DIEGO DONCEL. Editorial VISOR DE POESÍACORTESÍA EDITORIAL

Los lectores de La fragilidad alcanzarán la unanimidad del jurado que le otorgó el XXXIII Premio Loewe de Poesía por su abrumadora madurez vital y su soberbia capacidad expresiva, por enunciar una “teoría de la vida” desde la enfermedad, el dolor y la muerte mostrando qué “necesarios (son) la esperanza, / el consuelo, / alguna forma de redención”, pues solo cuando “Viene la claridad, viene el mundo. / El azul atravesado por la estela de todos / los horizontes”. Fruto de un intenso proceso de depuración emocional, estos poemas asumen un habla tan viva como poética, sin artificios ni ficciones, lejos de la mediocridad sentimental para dar voz al caos, a la resolución final de una pérdida irrecuperable: “Sabía que había vuelto para poner orden en la historia / para poner paz en sus sentimientos”. Un ejercicio de verdad, de identidad personal y memoria colectiva.

Este poema traza la cronología de la pérdida de un padre y del anhelo obligado de encontrar un lenguaje capaz de hacerlo presente desde una forma recíproca de comunicación, cuando “No es posible ningún pensamiento, solo este acontecer / diáfano de los sentidos, esta suspensión del yo”. De esa suspensión nace este demoledor poema, del extrañamiento de una conciencia que sabe de “la fragilidad de la vida”, de sus “momentos de perplejidad / ante lo poco que somos / cuando somos un puñado de sombras”. Solo ahí puede hacerse posible la conexión entre el lenguaje poético y la necesidad humana de ese lenguaje, en el ejercicio preciso de escritura, desde la intensidad de un amor que precisa “la más extrema disidencia del yo”. Diego Doncel consigue que ese no lugar de la muerte encuentre término en la lengua clara, en un principio de utopía y de esperanza: “Solo el dolor nos desafía a amar una vez más”.

La fragilidad tiene una calidad sinfónica luminosamente devastadora que nos desplaza y recoge, “entre el tiempo y el sueño, / entre la memoria y la espera”. Su geografía vital y los materiales de su realismo urbano hacen que una vez se ha leído sea difícil salir de este libro, y esta condición es la medida de su grandeza.