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Entre el humor negro y el chascarrillo

‘Ira’ es una comedia de Julián Ortega que vuela cuando se desliza hacia el absurdo y chirría cuando deriva hacia el sainete

Gloria Muñoz y Julián Ortega, en 'Ira'. En vídeo, tráiler de la obra.Vídeo: JAVIER NAVAL
Raquel Vidales

Ira es una comedia escrita por el actor y dramaturgo Julián Ortega que oscila entre el humor negro y el chascarrillo. El equilibrio no es fácil y la obra chirría a ratos. Vuela cuando la trama se desliza hacia lo fantástico y el absurdo, pero la sucesión de chistes de sainete que el autor intercala en los diálogos la hace descender a tierra en muchos momentos.

El argumento da pie a buenas situaciones de humor negro, cargadas de crítica social, propiciadas sobre todo por la contraposición de sus dos personajes: una viuda solitaria de pocos recursos y sueños anarquistas —¿quizás inspirada en aquellos llamados yayoflautas que se manifestaron en paralelo a los jóvenes del 15-M?— y un ambicioso policía antidisturbios de ideología opuesta que resulta ser su hijo. La comedia se dispara cuando la madre, al verse desahuciada por el banco, comete un crimen y se ve obligada a pedir ayuda al hijo. Y se refuerza cuando además le confiesa que su verdadero padre no es quien siempre ejerció como tal, sino otro que no desvelaremos aquí para no estropear la sorpresa. Baste decir que es una revelación delirante, pero que se produce en el momento preciso, cuando la trama ya está lo suficientemente desmadrada para dar el salto al plano fantástico. En ese sentido no se le pueden poner pegas, aunque sí a su resolución: da la sensación de que el autor se mete en un jardín del que no sabe salir y acaba tirándose por el precipicio más cercano.

La dirección de Dan Jemmett juega a favor del espectáculo. El británico, que suma ya varios trabajos al mando de producciones españolas, entre ellas una espléndida versión del Nekrassov de Sartre estrenada hace dos temporadas en el Teatro de La Abadía de Madrid, rehúye el costumbrismo en su puesta en escena y potencia lo fantástico, de manera que cuando llega el delirio todo ya es verosímil. Ayuda a ello también la simbólica escenografía de Vanessa Actif, que juega poéticamente con las perspectivas para trasladarnos a los distintos planos de acción.

El propio Julián Ortega protagoniza su obra, muy bien compenetrado con la veterana Gloria Muñoz —que, por cierto, también es su madre en la vida real—, y ambos componen sus personajes con originalidad, aunque en el límite de la caricatura. Buscan quizá demasiado la risa del público, inducidos posiblemente por los muchos chistes que salpican el texto. No era necesario.

Ira. Texto: Julián Ortega. Dirección: Dan Jemmett. Teatro Español. Madrid. Hasta el 18 de abril.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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