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EN PORTADA

“El miedo a no ser sincero me impide escribir”: los dilemas de André Gide

Debates morales y literarios, el conflicto latente entre su matrimonio y su homosexualidad, la Primera Guerra Mundial o la relación con Proust recorren los primeros apuntes del escritor francés. Sus diarios completos ven ahora la luz en castellano

Conjunto de manuscritos de André GIde, en una subasta de 1959 en París.
Conjunto de manuscritos de André GIde, en una subasta de 1959 en París.Robert Cohen (CORDON PRESS)

1888

Julio

En literatura, dicen los Goncourt, solo se hace bien lo que uno ha visto o ha padecido —yo añadiría que eso es lo único que se entiende de verdad, pero que hay cosas que se pueden ver y padecer mediante la imaginación—.

15 de agosto

No sé si es bueno intentar escribir demasiado pronto; me temo que a menudo lo que uno produce cuando es demasiado joven es como esas frutas que maduran demasiado rápido, que a veces tienen un color reluciente pero son insípidas. Así que lo mejor quizá sea acumular sensaciones y emociones; más adelante ya se las podrá decir mejor.

4 de septiembre

Hoy casi he sido feliz; para serlo del todo solo me ha faltado ser bueno.

André Gide y su esposa, Madeleine Rondeaux, en una fotografía sin datar.
André Gide y su esposa, Madeleine Rondeaux, en una fotografía sin datar.ALAMY

1890

Enero

Con Madeleine mi sensibilidad se dispara —nada me deja indiferente: una frase, una mirada que no he sentido cuando la esperaba, me provoca dolores profundos; y me embeleso puerilmente con una sonrisa, una caricia. Ante el menor suspiro reacciono temblando, y me quedo completamente desarmado—.

La noche junto a mi tío, que agonizaba. Mientras ella le daba de beber, yo le sostenía la cabeza —nuestras almas se unían en nuestra común piedad y notábamos cómo se fundían dulcemente—, el dolor lo santificaba todo.

Luego nos estrechamos las manos —yo me desvanecía de ternura.

1891

1 de agosto. Bruselas

Goya: Inquisición. Sobre este tema está todo dicho. Retrato de una joven dama: no entiendo nada. En conjunto he estado mirándolo durante más de una hora, porque he vuelto cada día. Lo reconocí desde el fondo de la sala, aunque nunca había visto nada de Goya; pero sabía cómo sería. Manet ha tomado mucho de él. Sobre esto hay mucho que decir. No tendría que escribir estas notas meramente objetivas en este cuaderno; pero estas pinturas se han hecho muy mías. Me han enriquecido.

31 de diciembre

Lo más difícil, cuando uno ha empezado a escribir, es ser sincero. Habrá que sopesar esta idea y definir lo que es la sinceridad artística. Provisionalmente, propongo esto: la palabra nunca precede a la idea. O bien: la palabra siempre debe ser requerida por ella; tiene que ser irresistible, inevitable; y lo mismo rige para la frase, para la obra entera. Y para la vida entera del artista: su vocación tiene que ser irresistible; que no pueda no escribir (quisiera que primero se resistiese a sí mismo y que ello le hiciera sufrir).

Desde hace meses el miedo a no ser sincero me atormenta y me impide escribir. Ser totalmente sincero…

1892

6 de enero

Observo esta diferencia entre la inteligencia y el ingenio: la inteligencia es egoísta por naturaleza, mientras que el ingenio presupone la inteligencia de aquel a quien se dirige.

De lo cual, esto: la inteligencia explica (Taine, Bourget, etcétera); el ingenio solo cuenta (siglo XVII).

Para hablar bien se necesita ingenio; para escuchar bien basta con la inteligencia.

1893

Hasta los 23 años he vivido completamente virgen y depravado; tan enloquecido que al final buscaba por todas partes un poco de carne contra la que poder apretar los labios.

1895

20 de julio, las tres de la madrugada

El hombre es extraordinariamente hábil en impedirse ser feliz; me parece que cuanto menos capaz es de soportar la desdicha, más apto es para asegurársela.

El inmoralista

1902

8 enero

¿Por qué edito 300 ejemplares de El inmoralista…? Para ocultarme un poquito mis malas ventas. Si editase 1.200, me parecería cuatro veces peor; y sufriría cuatro veces más.

Enero

Émile X. trabajaba con su padre, sastre. Pero, desde hace dos meses, el semidesempleo le deja libre casi todo el día. Y se pasa todas las tardes en los baños. Llega a la una y no se va hasta las siete. ¿Será por eso que es hermoso como una estatua griega? Nada extraordinariamente bien; y no hay nada como nadar para darle a los músculos ritmo, armonía, para fortalecerlos y estirarlos. Desnudo, su desenvoltura es admirable; es cuando está vestido cuando parece incómodo. Vestido de obrero casi no le he reconocido. Y seguro que también es al hábito de estar desnudo a lo que debe el resplandor mate y uniforme de su carne. Tiene la piel rubia y sedosa; en los hoyuelos del sacro, exactamente en ese lugar donde la estatuaria antigua pone los rizos de vello de los faunos, la suave seda oscurece; y ayer por la tarde, en su pose a la Praxíteles, con el hombro apoyado en la pared de la piscina y plantado con toda naturalidad como el Apolo Sauróctono, con su rostro un poco chato y burlón, verdaderamente parecía un fauno tardío.

1910

Julio

Qué dulce es el placer sin amor; sin el deseo, qué noble es el amor. Qué desdichado es el hombre…

1911

Cuanto más inteligente es un humorista, menos necesita deformar la realidad para hacerla significativa.

Tropas alemanas, en el frente Oeste, en la Primera Guerra Mundial.
Tropas alemanas, en el frente Oeste, en la Primera Guerra Mundial.AP

1914

31 de julio

Nos preparamos para entrar en un largo túnel lleno de sangre y de sombra…

1 de agosto

Día de espera angustiada. ¿Por qué no se decreta la movilización? Todo el tiempo que se pierde lo gana Alemania.

6 de agosto

La idea de que Alemania puede ser aplastada va ganando fuerza; nos prohibimos pensar en ello, pero no hay manera de convencernos de que no es posible. La admirable actitud del Gobierno, de cada persona y de toda Francia, así como de los pueblos vecinos, permite esperar cualquier cosa. Se vislumbra el principio de una era nueva: los Estados Unidos de Europa ligados por un tratado que limite sus ejércitos; Alemania, reducida o disuelta; Trieste, devuelta a los italianos, y Schleswig, a Dinamarca; y, sobre todo, Alsacia a Francia. Todo el mundo habla de esta remodelación del mapa como de la siguiente entrega de un folletín.

1918

18 de junio

Me voy de Francia en un estado de angustia indescriptible.

Siento que me despido de todo mi pasado… Amo a Madeleine con toda mi alma —el amor que siento por Marc no le ha robado nada—.

21 de noviembre

Madeleine ha destruido todas mis cartas. Me lo acaba de confesar y estoy abrumado. Me ha dicho que lo hizo enseguida después de que yo me fuese a Inglaterra. ¡Oh!, sé muy bien que ha sufrido atrozmente por mi viaje con Marc; pero ¿tenía que vengarse con el pasado…? Lo que desaparece es la mejor parte de mí; y ya no hará de contrapeso a la peor. Durante más de 30 años le he dado (y le seguía dando) lo mejor de mí, día a día, incluso durante la más breve ausencia. De repente me siento devastado. No tengo ánimos para nada. No me costaría ningún esfuerzo matarme.

(…)

Yo siempre he respetado su pudor, hasta el extremo de que en mis cuadernos casi nunca hablo de ella y que, incluso ahora, me freno. A partir de ahora ya nadie sabrá lo que ella era para mí, lo que yo era para ella. No eran exactamente cartas de amor; a mí las efusiones me repugnan y ella no habría soportado que la alabasen, de manera que la mayoría de las veces yo le ocultaba los sentimientos que desbordaban de mi corazón. Pero mi vida se tejía ante ella, en función de ella y día a día.

Marcel Proust.
Marcel Proust.

1921

14 de mayo

Anoche pasé una hora con Proust. Llevaba cuatro días enviándome cada noche un auto para recogerme, pero nunca me encontraba… Ayer, como precisamente le había dicho que creía que no estaría libre, se disponía a salir, para asistir a una cita. Me dijo que llevaba mucho tiempo sin levantarse. Aunque en el cuarto donde me recibe uno se ahoga de calor, él tirita; acaba de salir de otro cuarto mucho más cálido donde estaba sudando copiosamente; se queja de que su vida ya no es más que una lenta agonía y, aunque nada más llegar yo se ha puesto a hablar del uranismo, se interrumpe para preguntarme si puedo darle algunas aclaraciones sobre la enseñanza del Evangelio, del que no sé quién le ha dicho que hablo particularmente bien. Él espera encontrar en él algún apoyo y alivio a sus males, que me describe largamente como atroces. Está gordo, o mejor dicho hinchado; me recuerda un poco a Jean Lorrain. Le llevo Corydon [su libro sobre la homosexualidad], del que me promete no hablarle a nadie; y cuando le cuento algún detalle de mis Memorias:

“Puede usted contarlo todo —exclama—, pero a condición de no decir nunca: Yo”. Pero este consejo no me vale.

Lejos de negar o de ocultar su uranismo, lo declara, y casi podría decirse que se jacta de él. Dice que las mujeres nunca le han gustado más que espiritualmente, y que solo ha conocido el amor con los hombres. Su conversación, incesantemente atravesada por excursos, avanza sin rumbo. Me cuenta que está convencido de que Baudelaire era uranista: “La manera en que habla de Lesbos, y ya la misma necesidad de hablar de ello, bastarían para convencerme”. Yo protesto diciendo:

—En cualquier caso, si fue uranista fue casi sin saberlo; y nada indica que lo llevase nunca a la práctica…

—¡Cómo que no! —exclama— . Estoy convencido de lo contrario; ¿cómo puede usted dudar de que practicase? ¡Él, Baudelaire!

Y, en el tono de su voz, parece que mis dudas sean una ofensa a Baudelaire. Pero quizá él tenga razón, y los uranistas sean aún un poco más numerosos de lo que yo creía. El caso es que yo no suponía que Proust también lo fuera tan exclusivamente.

‘Diario 1 (1887-1910)’ / ‘Diario 2 (1911-1925)’. André Gide. Edición de Éric Marty (adaptada por Ignacio Echevarría). Traducción de Ignacio Vidal-Folch. Debolsillo, 2021. 928 y 960 páginas. 14,95 euros cada tomo. Se publican el 25 de marzo.

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