Dos voces, una joya
Poco antes de morir, Christa Wolf escribió ‘August’, un relato magistral en el que pasado y presente se entrelazan
Christa Wolf fue una escritora controvertida a su pesar. Se la acusó de pertenencia al régimen comunista de la Alemania del Este y a la vez de desapego al mismo, lo que debió de poner a la Stasi de los nervios porque su evolución literaria la llevó bien lejos del canon del realismo socialista imperante. En realidad, Wolf era una mujer independiente, feminista, que no quiso abandonar su lugar en Alemania, ni siquiera cuando se produjo la reunificación, por una cuestión de dignidad y coherencia personales. Se casó con Gerhard Wolf, de quien tomó el apellido, un matrimonio que duró 70 años, y al que dedica este breve texto por su cumpleaños, un texto que escribió en el año de su muerte, 2011.
Esta clase de repudios se dieron mucho en el mundo occidental; no hace mucho que el escritor chino Mo Yan fue acusado, también en España, de complicidad con el régimen chino por pertenecer a la asociación oficial de escritores. Cualquiera que haya leído sus novelas (lo que debieron de haber hecho quienes le criticaron) puede comprobar su estupenda escritura satírica con la vida en la China actual y la burocracia del partido comunista chino. De Christa Wolf se han publicado en España obras tan soberbias como Casandra (Alfaguara), Reflexiones sobre Christa T. (Seix Barral), Medea. Voces (Debate), Muestra de infancia y Accidente (ambas en Alfaguara) y, en la misma editorial que este August, acaba de reeditarse En ningún lugar, en parte alguna. Es una de las más grandes escritoras alemanas contemporáneas.
Este librito, que es una joya, cuenta la historia de dos August en uno: el conductor de un autobús de línea a punto de jubilarse, que hace el trayecto de regreso de Praga a Berlín llevando consigo a un grupo de jubilados, y el niño August, huérfano superviviente del bombardeo del tren en el que viajaba y que acaba siendo recogido en un hospital de tuberculosos. La maestría de Christa Wolf consiste en ligar sin solución de continuidad la rememoración del conductor August de su infancia y los pensamientos sobre su vida actual con la mirada del niño August en el hospital, dos tiempos bien distintos: el de la infancia feliz en una Alemania de posguerra y el de la vejez y la soledad (August ha enviudado) en una Alemania reunificada y próspera.
Pero la eficiencia del relato está en que el August que recuerda lo hace en presente y el niño que recuerda lo hace también en su presente, aquel presente, lo que consigue una mezcla de sensaciones de una eficiencia expresiva extraordinaria; una mezcla que convierte el relato en una presencia de personaje lleno de matices que abarca la totalidad de una vida ante el escenario (que solo asoma por referencia tras ambos protagonistas) de medio siglo de vida alemana. La escena final, la del final de trayecto del autobús, es un modelo de cómo cerrar un relato sencillo y dramático a la vez haciendo caer sobre ella todo el peso y la intensidad de lo narrado. Esta es una historia personal, pero no lo que ahora está tan de moda: lo autobiográfico como refugio de una escritura a menudo pobre. El de Christa Wolf es un relato de sabiduría que nos recuerda que, sea cual sea el origen de la narración, la literatura es, ante todo, un arte.
La maestría del relato, que condensa además en estas breves páginas toda una realidad alemana contemporánea, es impresionante. Leerlo debería ser un obligado tributo a una escritora excepcional, independiente y única. El esclarecedor epílogo del traductor permite situar de nuevo a la autora en el lugar que le corresponde y ojalá que pronto podamos ver reeditadas alguna de sus mejores novelas y cuentos.
August
Autor: Christa Wolf. Traducción de Marcos Román.
Editorial: Las migas también son pan, 2020.
Formato: 59 páginas. 11,90 euros.
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