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TEATRO | CRÍTICA DE 'TORQUEMADA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Galdós y la aritmética social

‘Torquemada’ es un soliloquio en el que Pedro Casablanc encarna sucesivamente a alguno de los personajes de la tetralogía en torno a este sumo sacerdote de la Iglesia financiera

El actor Pedro Casablanc en la obra 'Torquemada', en Madrid el 17 de diciembre pasado.
El actor Pedro Casablanc en la obra 'Torquemada', en Madrid el 17 de diciembre pasado.Sergio R Moreno (GTRES)
Javier Vallejo

Torquemada el Peor, le apodaron en la ficción literaria sus conciudadanos del Madrid de la Restauración borbónica, porque la intransigencia del usurero de origen leonés empequeñecía la del gran inquisidor de Castilla y Aragón, confesor de la reina Isabel la Católica. Este Francisco de Torquemada, que aparece bosquejado en cuatro novelas de Benito Pérez Galdós, en otras cuatro posteriores se convierte en eje de un relato que muestra el ocaso del Antiguo Régimen y la pujanza de una clase extractiva de nuevo cuño, perita en préstamos, protectora de las letras de cambio, prestidigitadora de bienes inmuebles y malabarista de los precios de las acciones bursátiles.

Escrito por encargo de Juan Carlos Pérez de la Fuente, director artístico de las actividades conmemorativas del centenario de la muerte de Galdós, Torquemada es un soliloquio en el que Pedro Casablanc encarna sucesivamente a alguno de los personajes de la tetralogía en torno a este sumo sacerdote de la Iglesia financiera. Ignacio García May, autor de la versión, intenta condensar en hora y media un caudal narrativo inmenso, con fortuna dispar. No cabe en ese tiempo el itinerario laberíntico que lleva al usurero de sainete, protagonista de Torquemada en la hoguera, a transformarse en el financiero respetabilísimo con acta de senador y negocios en las Américas de Torquemada en el purgatorio. No hay espacio para mostrar el arco de la prodigiosa evolución que sufre el personaje, para celebrar su gancho imitativo ni para acompañarle cabalmente en su peripecia.

Casablanc hace un trabajo proteico: encarna a Rafael y a Cruz del Águila, aristócratas arruinados a los que el prestamista socorre; al reverendo Gamborena y al propio Torquemada, pero su creación mejor es la tía Roma, criada vieja a la que García May convierte en narradora de la primera parte. Es el personaje más humano del espectáculo, no hay en él asomo del trazo caricatural con el que el actor dibuja a la rancia pareja de hermanos, sobre todo a la mujer que manipula al usurero a su antojo. La dirección, del propio Pérez de la Fuente, es complaciente con la voluntad de síntesis que anima el espectáculo. Vale la pena, antes de entrar a verlo, darse una vuelta por la muestra Cornejo, el sastre de Galdós, que, también en los Teatros del Canal, reúne vestuario de la serie de TVE Fortunata y Jacinta; de la película El abuelo, de José Luis Garci; de los Episodios nacionales llevados al teatro por Pérez de la Fuente…

Para entrar más en harina, la exposición Galdós en el laberinto de España, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, comisariada por Publio López Mondéjar, ofrece una panorámica fotográfica del Madrid galdosiano y una colección de retratos y de caricaturas del autor. Y en el Museo de Historia de Madrid, Daniel Parra recrea con minucia la batalla de Trafalgar, siguiendo el episodio nacional correspondiente, en una dinámica serie de 40 óleos, acrílicos y carboncillos sobre tela y madera.

Torquemada. Texto: Ignacio García May. Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 4 de enero.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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