Un paseo por Madrid con Andrés Trapiello
El escritor leonés, madrileño de adopción, propone un recorrido por los lugares de la ciudad con mayor interés histórico, cultural, arquitectónico y personal
“El día que decidí venir a Madrid fue el más importante de mi vida”, asegura Andrés Trapiello en el primer capítulo de su último libro, Madrid (Destino, 2020). Llegó a la capital después de dejar León tras una discusión con su padre, y, desde entonces, la Villa se ha convertido en un referente para el autor de la descomunal serie de diarios (ya ha superado la veintena de volúmenes) titulada Salón de los pasos perdidos. A continuación, Trapiello invita a los lectores a realizar con él un recorrido por la ciudad, un paseo que une los lugares de mayor interés histórico, cultural, arquitectónico o personal para Trapiello.
1. Templo de Debod
El edificio más antiguo de Madrid (200 a.C.). Tan madrileño como la Cibeles y prueba de que de Madrid puede ser cualquiera (dos de cada tres madrileños vienen de fuera). Lo rescataron de las aguas de la presa de Assuán, fue un regalo del gobierno egipcio (1968) y lo instalaron donde estuvo el cuartel de la Montaña, que el franquismo había convertido en lugar sagrado. Por suerte ya nadie recuerda el cuartel de la Montaña. Los enamorados acuden allí a contemplar las puestas de sol más cinemascópicas de la ciudad. Maravillosas. Incluso el Manzanares, que se ve desde allí muy mejorado, puede llegar a veces a parecer el Nilo.
2. Palacio Real
Por fuera es italiano, por dentro francés y por los alrededores madrileño (a dos pasos de todo, como en una ciudad de provincias). A Gómez de la Serna no le gustaba, pero a los palacios reales tampoco hay que pedirles demasiado, basta con que tengan empaque. Desde que soterraron el tráfico rodado, la plaza de Oriente, con sus jardines y su quietud, mejoró lo indecible. Hoy es lo más europeo de Madrid. Parece que esté uno en París, en Berlín, en Estocolmo.
3. Plaza Mayor
Todas las plazas mayores de España salen de esta. Es la más metafísica, solo con la estatua de Felipe III en el centro. Se supone que fue esa estatua lo último que vio Fortunata en esta vida. Vivía en una de sus buhardillas. Acaban de poner una placa en la casa “donde vivió”. No es exacto: la Fortunata de Galdós vivió… y vive. Se comunica con los barrios bajos por dos arcos, el de la calle de Cuchilleros (fotogénico y romántico) y el de la calle de Toledo.
4. El Rastro
Por las dos calles (Cuchilleros, Toledo) se llega al Rastro, que ha dado nombre a todos los mercados de España donde se venden objetos usados y cachivaches. El de Madrid es único, al aire libre, en tres plazas y muchas calles y callejuelas. Con la pandemia está en suspenso. Como barrio no vale mucho, es verdad, pero lo que sucede en él cada domingo tiene un valor incalculable: la ciudad resucita esos días de sus despojos mediante un rito secular: el regateo, que es una manera jovial de encontrar la verdad entre valor y precio.
5. Puerta del Sol
La reforma de 1857 le dio un aire lisboeta que a los lusófilos les consuela de la saudade. Es también la más popular de España. Su reloj marca la entrada del año nuevo a muchos españoles, así como marcó en su día algunos acontecimientos trascendentales para el país, desde las revueltas del 2 de mayo de 1808 a la proclamación de la República de 1931. No ha perdido algo genuino, lírico, provinciano, de pueblo grande. Desde 1898 nadie la ha visto jamás vacía de gente.
6. Cuesta de Moyano
Madrid es algo por sus escritores. Desde Cervantes, Galdós y Baroja en adelante, muchos. Ninguno de esos tres había nacido en Madrid, pero los tres vivieron y murieron aquí. En la Cuesta de Moyano no hay más que casetas de libros viejos. Hubo épocas en que eran casi los únicos que se podían leer. Madrid tiene mucho de libro viejo, como la primera del Quijote: impreso en mal papel y lleno de erratas, pero con una melodía bonita, humilde y pegadiza.
7. Observatorio, Museo del Prado, Jardín Botánico
Juan Ramón Jiménez, otro de fuera, distinguió el Madrid imposible, chabacano, sucio y feo, del Madrid posible, aristocrático y sereno. Para él este Madrid mejor era el Museo del Prado (“Roca española”, lo llamó Ramón Gaya, cuna del “milagro español”), el del Observatorio Astronómico (tan mozartiano y masónico) y el Jardín Botánico, unidos por el parque del Retiro. Y JRJ una vez más tenía razón.
8. El edificio Capitol
El Capitol sigue siendo casi cien años después de construido el emblema de la modernidad madrileña (que algunos esnobs creen un oxímoron). Álex de la Iglesia (El día de la bestia) lo convirtió en una secuencia inmortal, como King Kong el Empire State. Es la joya de la Gran Vía, esa calle que guarda como pocas su secreto: según desde donde se mire podría ser de Barcelona.
9. Ateneo
Durante cien años fue la patria de los liberales y librepensadores madrileños. Tuvo su época gloriosa, de Galdós, Valle-Inclán o Unamuno a Azaña. El franquismo trató de reducirlo al antro de los que preparaban oposiciones y otros noctívagos (cerraba sus puertas a las tres de la mañana). Hoy es sólo una venerable reliquia. Enfrente estuvo la embajada de Chile durante la Guerra Civil, en la que el diplomático Morla Lynch, amigo de Lorca, salvó de las checas a dos mil refugiados. Se recuerda su gesta en una placa que pusieron dentro del portal, para que nadie la vea.
10. Residencia de Estudiantes
Un modesto edificio de ladrillo, unos setos de romero y una docena de adelfas seculares. Es todo. Albergó en su día a Juan Ramón, Unamuno y Moreno Villa, y entre los jóvenes a Lorca, Dalí y Buñuel. Tras la clausura del franquismo ha vuelto a ser lo que fue, residencia de estudiantes y el lugar donde se custodia el legado de la Institución Libre de Enseñanza, tres o cuatro principios tan discretos como valiosos: aire puro, higiene y trabajo silencioso.
11. El Capricho de la Alameda de Osuna
Acaso el parque más bonito y secreto de la ciudad. En primavera no tienen parangón sus lilos en flor ni sus viales. Lo levantó una mujer ilustrada, la duquesa de Osuna, amiga de Goya, y conserva el vestigio mejor conservado de la Guerra Civil: el refugio del general Miaja. No llegó a usarse. Está como en 1938. Da escalofríos, por si a alguien se le ocurre estrenarlo.
12. Madrid Río (2006-2012)
El triunfo del Manzanares sobre todos sus graciosos detractores y lo mejor que le ha sucedido a Madrid desde el derribo de la cerca de 1868. Es lo que Madrid venía necesitando desde 1561, el año en que Felipe II trajo la corte aquí. El que nos comunica a los madrileños con los viejos arrabales de Usera, la Arganzuela y Carabanchel, aquellos arrabales en los que no hace tanto aún pastaban los rebaños de ovejas y se jugaba al fútbol en los solares.
MADRID
Autor: Andrés Trapiello.
Editorial: Destino, 2020.
Formato: tapa dura (560 páginas, 24,90 euros) y e-book (10,99 euros).
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