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Una angustia colectiva

La prosa de gran fuerza lírica de Richard Powers pasa de manera imperceptible del plano de las emociones individuales a la certera disección de una sociedad enferma

Richard Powers, en el Festival de Literatura de Cheltenham (Reino Unido), en 2018.
Richard Powers, en el Festival de Literatura de Cheltenham (Reino Unido), en 2018.David Levenson (GETTY)

Tras el éxito fulminante de El clamor de los bosques (2018), novela ganadora del Premio Pulitzer, parecía oportuno rescatar algunos títulos de Richard Powers (Evanston, Illinois, 1957) pendientes de traducción a nuestro idioma, y nada más idóneo que empezar con su penúltima novela, Orfeo (2014). Como espécimen literario, Powers constituye una anomalía, pues de ser escritor de culto ha pasado a tener una ingente cantidad de lectores sin haber cambiado un ápice las premisas sobre las que se asienta su escritura. De una sabiduría enciclopédica, en sus complejas construcciones narrativas Powers se adentra con asombrosa autoridad en campos tan diversos como la neurociencia, la física teórica, la musicología, la genética molecular, la teoría de juegos, la tecnología de la información, los avances de la inteligencia artificial o los mecanismos de la realidad virtual. Todas estas disciplinas desempeñan una función primordial en el conjunto de su corpus narrativo, integrado por 12 novelas, la mayoría de considerable extensión.

Aunque cursó estudios formales en algunas de las materias de las que se ocupa en sus narraciones (física, interpretación musical, retórica), se inició en la mayoría por su cuenta, llegando en algún caso, como el de la bioquímica o la computación, a adquirir el nivel necesario para ejercerlas profesionalmente (Powers ha trabajado como programador de ordenadores y como técnico de laboratorio).

Considerado uno de los narradores más sólidos de su país, de su impecable trayectoria, caben mencionar algunas obras de gran interés. En The Gold Bug Variations (1991), título que remite simultáneamente a Poe y a Bach, la acción gira en torno a las infinitas mutaciones derivadas del encuentro entre música y genética. En Galatea 2.2 (1995), reescritura del mito de Pigmalión en clave cibernética, un escritor huraño adiestra a una computadora llamada Helen en el arte de la lectura. En otras obras Powers sitúa como trasfondo circunstancias tan diversas como los desmanes de la industria química, el cine de Walt Disney, los estragos del cáncer o el virus del racismo. El eco de la memoria (2006), novela ganadora del National Book Award, explora la patología del cerebro. Inevitablemente, este tipo de planteamientos hace pensar en una visión forzada y artificial de la escritura, pero no es así. Los mundos que constituyen el trasfondo de las novelas de Powers no son más que teatros de operaciones en los que somete a examen situaciones profundamente humanas. Sus dos armas mayores son la calidad de la prosa, dotada con frecuencia de gran fuerza lírica, y su agudeza como observador de la realidad social. El paso del plano de las emociones individuales a la certera disección del cuerpo social tiene lugar de manera imperceptible.

En Orfeo los temas que se entrecruzan, conformando el trasfondo de la narración, son la música y el bioterrorismo. El protagonista, Peter Els, es un compositor vanguardista de 70 años que lo ha sacrificado todo en aras de su búsqueda del absoluto a través de la música. Profesor jubilado, Els vive recluido en una cabaña perdida en un bosque (Thoreau) donde ha instalado un laboratorio casero en el que lleva a cabo sus experimentos, sirviéndose de materiales adquiridos en tiendas biopunk por Internet (el Unabomber). Su objetivo es intentar manipular el genoma de la bacteria Serratia marcescens, aunque el sentido final de su búsqueda es aplicar estructuras musicales a células vivas. Sus actividades lo hacen sospechoso a los ojos de la policía, que lo toma por un bioterrorista. Nada de esto supone desvelar un ápice de la trama, pues no es más que el planteamiento que dará pie al comienzo de la acción, que discurre de manera retrospectiva. La narración se desdobla en dos planos, el musical y el que reconstruye la trayectoria vital de Peter Els, que regresa a los momentos más importantes de su pasado. La forma en la que Powers trata los aspectos musicales de la historia es fascinante. Hay descripciones subyugantes de piezas musicales como el Cuarteto para el final de los tiempos, de Messiaen, las sinfonías de Mozart, Shostakóvich o Mahler, o las piezas vanguardistas de John Cage. Pero incluso la música constituye una suerte de telón de fondo, por encima del cual se escucha con nitidez el lenguaje de las pasiones humanas. Lo más valioso de Orfeo es el empuje emocional del relato, la historia personal del supuesto bioterrorista, la conmovedora recreación de los personajes a los que regresa, de manera particular los femeninos.

Es aquí donde cobra sentido el ruido de fondo en que se sumerge la acción, el bioterrorismo, un ruido de fondo que no es otro que los terrores y paranoias de la imaginación americana. Nada en esta historia es gratuito ni casual. La novela se ocupa de catástrofes como las que vemos cada día en la prensa, aludiendo a momentos históricos como el asedio de Waco. Como demuestra el clima tóxico que se ha vivido estos días, en vísperas de las elecciones presidenciales, Estados Unidos es una sociedad profundamente enferma y su presidente actual su síntoma más evidente. A esto se añade la realidad de una pandemia cuyo epicentro a escala global es la propia nación norteamericana. La narración de Powers conecta con un tipo de terror paranoico que la sociedad de aquel país empezó a experimentar de manera cada vez más estridente a partir del 11 de septiembre de 2001, hasta llegar a aberraciones como QAnon. Como hicieran Pynchon y DeLillo antes que él, Powers saca a la luz la realidad de una angustia colectiva que solo el arte es capaz de reflejar.

Portada de 'Orfeo', de Richard Powers

ORFEO

Autor: Richard Powers. Traducción de Teresa Lanero Ladrón de Guevara.


Editorial: AdN, 2020.


Formato: 416 páginas. 19 euros.




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