Un protagonismo en la sombra

No siempre es fácil identificar a los grandes protagonistas de la historia. Hay formas discretas de intervenir en ella que pueden tener una influencia decisiva en el curso de los acontecimientos. Las memorias que acaba de publicar Gregorio Marañón (Madrid, 1942) muestran ese don reservado a unos pocos personajes que prefieren permanecer en un segundo plano, huyendo al mismo tiempo del exhibicionismo y de eso que el autor llama “la mediocridad confortable”. Cabe preguntarse hasta qué punto esa forma de estar en la historia es fruto de un aprendizaje personal o de la experiencia acumulada por varias generaciones de hombres y mujeres que tuvieron un papel preponderante en la España contemporánea, desde los hermanos Bertrán de Lis, que participaron en las primeras conspiraciones liberales contra Fernando VII, hasta el doctor Marañón, figura clave de la llamada Edad de Plata de la cultura española. Si el capítulo titulado Mis orígenes trenza un robusto hilo conductor que lo vincula con nuestra tradición liberal, en los dedicados a su juventud subraya el valor iniciático de su vida universitaria. Fue en aquellos años cuando desarrolló una conciencia generacional que habría de marcar su trayectoria desde entonces y que compartió con muchos de sus compañeros de estudios, con los que emprendió aventuras profesionales y políticas que desembocaron años después en la transición democrática.

Entre ellas destacan su estrecha vinculación con el Banco Urquijo —auténtico think tank del tardofranquismo y la transición—, su participación en la creación del diario EL PAÍS y del Grupo Prisa, que trata en un capítulo esencial, y su papel en la fundación de UCD como dirigente de uno de los grupos democristianos integrados en el nuevo partido. Tal vez fue la turbulenta andadura de UCD lo que le llevó a descartar la política como eje de su actividad pública y a hacer del mundo de la cultura su gran apuesta personal. Su dedicación en los últimos años al Teatro Real de Madrid, al que consagra el capítulo más largo del libro, y a otras instituciones culturales no le ha impedido seguir ejerciendo labores de mediación política a instancias de la oposición o del Gobierno de turno y ser testigo privilegiado de episodios de la máxima trascendencia. Tiene particular relevancia su testimonio sobre la gestión realizada en 2014 por Isidre Fainé y César Alierta ante Artur Mas y Mariano Rajoy para encauzar la crisis catalana. Aunque la fórmula, rechazada en última instancia por Rajoy, difícilmente habría puesto fin al problema, hubiera podido, en palabras de Marañón, “cerrar el conflicto por al menos 10 años” y ganar tiempo mientras la Unión Europea avanzaba hacia su vertebración definitiva, incompatible con cualquier secesionismo.

Desde entonces, todo lo que podía salir mal salió mal: el Brexit, Trump, Cataluña, la pandemia… Marañón aboga al final de su libro por una segunda transición basada, como la primera, en el diálogo y el consenso. Pero la presente crisis tiene una hondura existencial que desborda la capacidad de la política para cambiar ciertas cosas. Hace falta algo más. De ahí la importancia de la visión humanista de la vida, típicamente marañoniana, que reconocemos en la parte más íntima de estas memorias, aquella que tiene que ver con el paisaje, los recuerdos familiares, las viejas amistades y los secretos del alma. La función curativa de los sentimientos —y, por tanto, de la cultura— es la gran moraleja que nos dejan estas espléndidas Memorias de luz y niebla de uno de los principales protagonistas de nuestra historia reciente.

MEMORIAS DE LUZ Y NIEBLA

Autor: Gregorio Marañón Bertrán de Lis.

Editorial: Galaxia Gutenberg, 2020.

Formato: 430 páginas. 23,50 euros.