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La oposición argentina busca un orden tras el renunciamiento electoral de Macri

Sin la candidatura del expresidente el peronismo en el Gobierno pierde un factor de unidad

Federico Rivas Molina
El expresidente de Argentina saluda a sus seguidores tras declarar en los tribunales federales de Dolores en una causa por presunto espionaje, el 3 de noviembre de 2021.
El expresidente de Argentina saluda a sus seguidores tras declarar en los tribunales federales de Dolores en una causa por presunto espionaje, el 3 de noviembre de 2021.JUAN MABROMATA (AFP)

La oposición en Argentina se ordena. La decisión de Mauricio Macri de no competir en las elecciones de octubre de 2023 ha dado, por fin, alas a aquellos pocos con aspiraciones presidenciales. Dos precandidatos del Pro, el partido fundado por el expresidente, emergen como favoritos: el jefe de Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la exministra de Justicia Patricia Bullrich. Deberán competir con al menos otros dos aspirantes de los partidos de la alianza opositora que integran, Juntos por el Cambio, la misma que gobernó el país hasta 2019. Macri ha dicho que será “neutral” en la interna, pero se arrogó el derecho de “aconsejar a los votantes” si “hay un candidato que garantice más un cambio”. Los precandidatos entran ahora en la etapa de seducción de los favores del jefe espiritual del colectivo.

La interna de Juntos por el Cambio no será todo lo civilizada que esperan los argentinos. La causa hay que buscarla en el peronismo. Las posibilidades electorales del Gobierno son tan bajas, producto de la crisis económica y las peleas intestinas que lo desangran, que la oposición está convencida de que en las primarias dirime el nombre del futuro presidente argentino. La pelea se definirá en agosto. De las urnas saldrán los candidatos que participarán del sprint final en octubre.

La exministra Bullrich se considera la heredera natural de Macri y sus ideas. El expresidente ha escorado cada vez más hacia la derecha una vez que se encontró en el llano, sin las obligaciones de Gobierno. En varias oportunidades dijo que eran “tiempos de coraje, no de moderación”. Bullrich se presenta como la abanderada de la mano dura, una política todo terreno que desde el ministerio de Seguridad hizo frente a los piqueteros, mientras se mostraba cada día en las redes sociales activa contra el narcotráfico.

La contracara de Bullrich es Rodríguez Larreta. Desde la ciudad de Buenos Aires, que heredó de Macri, se ofrece como una alternativa de centro, dispuesta a un dialogo que ponga fin a “la grieta política”. Es la imagen pública de la moderación y llegó incluso a abrir Juntos por el Cambio a los sectores del peronismo no kirchnerista. No es ese “el cambio” que propone Bullrich ni apoya Macri, más propensos a cerrar alianzas con Javier Milei, el libertario de extrema derecha que ya es la tercera fuerza electoral del país. El expresidente y Rodríguez Larreta tienen además una disputa sin resolver. El alcalde acordó con la Unión Cívica Radical (UCR), el segundo mayor partido de la alianza, sumar a un precandidato de ese partido en la pelea por la jefatura de Gobierno. Macri no quiere saber nada con la idea. La capital es la cuna del Pro y pretende allí a Jorge Macri, su primo.

Una encuesta reciente de la consultora Aresco determinó que Bullrich tiene el 14% de los votos en la interna, contra 10,3% de Rodríguez Larreta. La ecuación puede variar si finalmente la exgobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que tiene el 7%, se baja de la carrera. Se trata, en el fondo, de una pelea entre halcones y palomas. Que peso tendrá Macri en esa disputa se verá con el tiempo, una vez que empiece la campaña. El expresidente es el político con peor imagen después de Cristina Kirchner y cuánto decidan mostrarlo o esconderlo los precandidatos determinará su grado de influencia.

Efectos en el Frente de Todos

El renunciamiento del expresidente despejó el horizonte en Juntos por el Cambio, pero sus efectos alcanzaron también al Frente de Todos, la alianza peronista que está en la Casa Rosada. Por motivos opuestos, tanto el kirchnerismo como los sectores que apoyan al presidente, Alberto Fernández, llamaron a imitar a Macri. Los primeros le dicen a Fernández que debe seguir los pasos de su predecesor y renunciar a cualquier aspiración reeleccionista. Lo segundos, que quien debe renunciar a una eventual candidatura es Kirchner. En cualquier caso, la pelea oculta que, sin Macri en el ring, el Frente de Todos perdió al cemento que hasta ahora había evitado la fractura definitiva. En lo único que Fernández y Kirchner coinciden es en que consideran a Macri la encarnación de todos los males de “la derecha y el neoliberalismo”.

El peronismo está en graves problemas. Mientras Juntos por el Cambio ya tiene al menos dos candidatos con posibilidades, el Frente de Todos es un desorden de nombres que apenas miden en las encuestas. Kirchner ya dijo que no será candidata, Fernández no tiene los votos suficientes para dar pelea y la principal apuesta del Gobierno, el ministro de Economía, Sergio Massa, pierde fuelle a medida que sube la inflación y cae el peso, crece la pobreza y el Banco Central se seca de reservas. Massa llegó vestido de candidato con la misión de, al menos, mantener a flote la nave hasta las elecciones de octubre. Pero la peor sequía en 60 años se interpuso en su camino. Hasta 20.000 millones de dólares se perderán en exportaciones de granos, una suma que supone la mitad de la deuda que Argentina tiene con el Fondo Monetario Internacional y suficiente para descalabrar cualquier estrategia económica.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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