Prostitución, extorsión y lavado de dinero: la trama de la secta de la “Escuela de yoga de Buenos Aires”
La justicia argentina detiene a 19 personas acusadas de regentar desde hace 30 años una red de captación de personas vulnerables
En el barrio de Villa Crespo, en el centro geográfico de la capital de Argentina, funciona desde hace más de 30 años la Escuela de yoga de Buenos Aires. Es una casa de diez plantas, paredes blancas y una puerta de rejas negras. Los vecinos dicen ahora que siempre vieron allí “cosas raras”. La Justicia argentina detuvo el viernes pasado en 50 redadas a 19 integrantes de la escuela, entre ellos a su fundador, un notario de 84 años llamado Juan Percowicz. El grupo está acusado de integrar una secta dedicada a reclutar y someter a cientos de personas. Las víctimas, que acudían deseosas de alcanzar “el desarrollo de la felicidad”, terminaban esquilmadas de sus bienes, sometidas a la servidumbre y hasta prostituidas.
Percowicz es un viejo conocido de la justicia argentina. En 1993 fue imputado por los mismos delitos que ahora lo han llevado a la cárcel, pero salió limpio. Su expediente pasó por tres juzgados, gracias a los vínculos que el líder tenía con políticos locales y organizaciones de Derechos Humanos internacionales. Las acusaciones contra la Escuela de Yoga, finalmente, quedaron en la nada. Casi 30 años después, la justicia ha vuelto a caer sobre Percowicz y sus cómplices.
El líder ya es un anciano que vive en un barrio cerrado en las afueras de Buenos Aires y se mueve en automóviles caros. Cuando la polícia llegó a su casa, tenía en su poder casi dos millones de pesos (unos 15.000 dólares), además de monedas de plata y dólares. Sus cómplices se reparten entre Argentina y Estados Unidos, donde la secta tiene una oficina de captación.
El mecanismo que usaban para engañar a sus víctimas era de manual. Una estructura verticalista, sistemas de captación disfrazados de cursos “ontológicos” y una aceitada maquinaria para quedarse con el dinero de los “alumnos”. En la punta de la pirámide estaba Percowicz , que se hacía llamar “el ángel” o “el maestro”. El líder era el nivel siete de la organización, secundado por “apóstoles” (nivel seis), “genios” (nivel cinco) y “alumnos”, nivel cuatro. Para los “humanos comunes” se dejaban los niveles inferiores. Según se desprende de la acusación, los integrantes de las escalas más altas tenían a su cargo distintos emprendimientos que daban vida y, sobre todo, recursos a la organización.
La captación de “alumnos” se hacía en BA Group, una escuela de “coaching ontológico” y “felicidad personal” ubicada en el centro de Buenos Aires. Cerca de 1.700 personas pasaron por la escuela. Una vez dentro, las mujeres eran sometidas el “geishado”, un eufemismo para referirse a la prostitución. Las víctimas eran entregadas durante largas temporadas a empresarios ricos que pagaban por los servicios de las “alumnas”. Las mujeres obtenían a cambio puntos para ascender en la escala elaborada por el líder.
Al mismo tiempo, la secta se quedaba con el dinero de los integrantes de la escuela, que donaban propiedades o hacían aportes de hasta 10.000 dólares por mes para ascender a “genios” o “apóstoles”. A los más díscolos se los sometía a una “cura de sueño”, un cóctel de drogas que prometía curar todo tipo de adicciones y hasta el sida. Los “pacientes” eran captados en su mayor parte en Estados Unidos y enviados a Buenos Aires para el “tratamiento”.
Durante los allanamientos, la policía incautó más de un millón de dólares, 30 medallas de plata, una prolífica coleccion de viejos vídeos en VHS con escenas de sexo sadomasoquista, juguetes sexuales e historias clínicas y títulos de propiedad de los alumnos. Según un informe de la Policía, ”las ganancias obtenidas de la explotación de todas estas personas -alumnos y pacientes- ingresarían al circuito legal mediante inmobiliarias y una escribanía, que tiene la organización en nuestro país, y distintas fundaciones creadas en los Estados Unidos, generando con ello un flujo constante de divisas extranjeras para dicha organización”.
En las escuchas teléfónicas ordenadas por el juez Ariel Lijo queda claro el mecanismo de recaudación de la secta. En una de ellas, difundida por Infobae, Juan Percowicz, el líder, y Marcela Sorkin, una “apóstol” a la que llamaban La Leona, hablan de una alumna que vive en Estados Unidos que, sin consultar, habia decidido reducir su aporte de 10.000 dólares a solo mil. “Y aparte de eso, ahora me dijo que tiene que venir a Buenos Aires para ver a su familia biológica. Esa chica decía que se quería comprar un departamento en Estados Unidos. Ella se quiere gastar toda la plata que heredó de este muchacho del polo. Está tan autodestructiva Juan, tan autodestructiva”, se quejaba Sorkin ante el jefe de la organización.
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