Un nuevo apagón deja a Cuba a oscuras en su peor crisis energética en décadas
El colapso del sistema eléctrico, el cuarto en menos de seis meses, se debe a una avería en una subestación de La Habana

Pocos minutos después de las ocho de la noche del viernes, Cuba entera ya era un punto ciego en el mapa de la región. Por cuarta vez en seis meses la isla quedó completamente a oscuras luego de la caída del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) a causa de una avería en una subestación del Diezmero, un barrio en la periferia habanera, que provocó una pérdida “importante” de generación en el occidente del país, según informaron las autoridades. Los cubanos no esperaron para volcarse en redes sociales con las mismas quejas que arrastran desde hace tiempo: el reclamo común de “¿hasta cuándo?”, “esto no acaba” o “esto es una falta de respeto”.

Decenas de fotos dibujaban un escenario del fin del mundo: un equipo médico del hospital provincial Dr. Gustavo Aldereguía, de Cienfuegos, que tuvo que encender las linternas de sus celulares para terminar una operación quirúrgica; gente en plena calle esquivando el calor y el tedio; otros mostrando, entre lo molesto y lo simbólico, el hotel Torre K-23 de La Habana completamente alumbrado en medio del apagón, como un recordatorio de la distancia entre los cubanos y las prioridades de su Gobierno. Para la madrugada del sábado, la Unión Eléctrica (UNE) comunicaba que había restablecido parte del servicio en las 12 provincias cubanas. Las autoridades también confirmaron que los aeropuertos internacionales mantenían sus operaciones. No obstante, gran parte de la población se encuentra aún sin servicio eléctrico casi 16 horas después del colapso.
Es una situación desesperante para la mayoría. A pesar de que los apagones son constantes al menos en el último año, nadie se adapta a que sea la normalidad. “La gente se siente mal, es un descaro, tenemos que seguir aguantando. Esto es lo último y tenemos que aguantar callados, porque ni siquiera puedes protestar porque te llevan preso”, aseguró desde el municipio Bauta, a 40 kilómetros al suroeste de La Habana, una cubana que pidió permanecer en anonimato, y quien asegura que, a las once de la mañana de este sábado, todavía permanece sin luz eléctrica.
El último gran colapso de la SEN se produjo en diciembre del pasado año, pero el primer gran apagón de este tipo se registró en octubre, cuando localidades enteras permanecieron sin luz hasta casi cinco días y las autoridades tuvieron que reconocer que el país se encontraba en una “situación de emergencia energética”. Desde hace un tiempo los cubanos, a modo chiste trágico, suelen decir que no viven entre apagones, sino entre “alumbrones”. Hay quien tiene dos horas de luz por día y se apura en cocinar todo lo que puede en ese tiempo; hay quien se pasa un día entero sin comunicarse con sus familiares en el exterior cuando se agota la batería del celular; hay quien ve como un golpe de suerte tener tres días consecutivos de electricidad y sintonizar la telenovela de la noche; hay quien no va al trabajo o la escuela, actividades que el gobierno suspende oficialmente y con no poca frecuencia por la falta de luz. A todos los atraviesa un malestar general, la certeza de haber vuelto a la precariedad y el desasosiego del llamado Periodo Especial de inicios de los noventa, y la convicción de no saber si hay una solución a corto plazo para la crisis energética cubana.

Los funcionarios han explicado que el déficit de generación eléctrica en Cuba recae en “el estado de la infraestructura, la falta de combustible y el incremento de la demanda”. Ciertamente, el país, sumido en una de las peores crisis económicas de su historia, no cuenta con divisas ni recursos para brindar mantenimiento al añejo sistema de termoeléctricas que tienen casi 40 años de funcionamiento. Durante el último año el país vio una reducción en el suministro de petróleo que llegaba de aliados como Venezuela, México o Rusia. La falta de carburante obliga al Ministerio de Energía a parar un número determinado de motores de generación eléctrica distribuidos por el país, lo que desvía toda la presión de la red a las siete centrales termoeléctricas terrestres. Cuando una de estas instalaciones falla, lo que sucede con frecuencia debido a la obsolescencia de las infraestructuras, el servicio se queda sin respaldo suficiente y en ocasiones se produce una desconexión total. Cuba alquiló entre 2022 y 2023 ocho centrales flotantes a una empresa turca para suplir las carencias, pero en la actualidad solo queda una junto al puerto de La Habana.
Aunque es una crisis de décadas, los apagones diarios se intensificaron en agosto. En febrero el déficit eléctrico alcanzó el 57%, lo que significa que, en un momento concreto, casi seis de cada diez bombillas en el país no podían encenderse por falta de capacidad de generación. Antes, hubo otros tres colapsos de máxima gravedad: en dos ocasiones la mecha fue una falla en la central Antonio Guiteras, una de las mayores del país. Y a principios de noviembre los estragos del huracán Rafael provocaron otra caída. En todos los casos la recuperación del servicio llevó días, especialmente después del huracán, ya que además de reiniciar la red las autoridades tuvieron que arreglar postes, transformadores y líneas de alta tensión que habían quedado destruidas.
El enorme coste social y económico de la crisis energética —en un país al que se le suman el detrimento del turismo que trajo la pandemia de covid-19, la crisis sanitaria o la falta de alimentos, que han repercutido en un éxodo sin precedentes de la historia cubana reciente, —no tiene soluciones inmediatas. Los expertos estiman que la inversión necesaria para una renovación del sistema eléctrico oscilaría entre los 8.000 y los 10.000 millones de dólares, y el director general de electricidad del Ministerio de Energía, Lázaro Guerra, aseguró el año pasado en una entrevista a Efe que esa cantidad no le parecía “disparatada”.

Por el momento, el Ejecutivo cubano ha impulsado un insuficiente plan de “independencia energética” que consiste en la explotación del crudo nacional y de las renovables, especialmente la energía solar. Para ello ya ha obtenido el apoyo de China y ha puesto en marcha un programa para construir 100 parques solares antes de 2031 con una capacidad de 2.000 megavatios, lo que podría aliviar el déficit energético. El primero se activó el 21 de febrero a las afueras de La Habana. Sin embargo, los expertos insisten en que el cambio en Cuba debe venir desde otro lugar, en vez de seguir poniendo parches a cada uno de estos fallos. “No hay cambio en el sector eléctrico cubano hasta que el Gobierno no cambie su modelo económico, descentralice la economía, permita la inversión abierta. Y entonces va a tomar años, eso no es del día a la noche”, declaró a EL PAÍS tras el colapso del pasado mes de octubre el experto en energía Jorge Piñón. Por su parte, el economista Ricardo Torres, ex investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana y profesor en la American University de Washington, también aseguró a este periódico que “el modelo económico no funciona, se ha dicho de todas las formas posibles. Entonces no hay crecimiento sostenido que permita invertir, pagar a los acreedores para que liberen más fondos, y atraer inversión extranjera”.
Como ya es habitual, este viernes el mandatario Miguel Díaz-Canel volvió a responsabilizar a Washington de los problemas que afronta su Gobierno. Calificó de “terroristas” las sanciones y el embargo económico impuesto por Estados Unidos a la isla, y afirmó que es una “falacia” la inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo, tras la efímera exclusión decretada por Joe Biden en la recta final de su mandato.
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