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ELECCIONES EN COLOMBIA
Columna
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La coalición que no dio esperanza

La coalición de Centro se murió y los ciudadanos que quieren una democracia mejor, una sociedad más justa, sin saltos al vacío, sin populismo y con respeto a las instituciones, esperan que sus líderes encuentren el rumbo

Integrantes de la Coalición Centro Esperanza durante un acto de campaña en Bogotá, el 13 de marzo de 2022.
Integrantes de la Coalición Centro Esperanza durante un acto de campaña en Bogotá, el 13 de marzo de 2022.Fernando Vergara (AP)

Para Colombia vienen 4 años distintos y difíciles sin importar quién gane. Gustavo Petro y Rodolfo Hernández generan entusiasmo en sus electores y también dudas sobre la gobernabilidad que podría tener o no el primero y la incertidumbre que produce el segundo. Y mientras los votos se van alineando a izquierda y derecha, los ciudadanos que eligieron el centro o se sienten de centro y tienen reparos frente a los dos candidatos, están perdidos intentando establecer cuál de los dos es preferible. En esa decisión van solos. La Coalición Centro Esperanza se deshizo, primero en la campaña, después en las urnas y luego lánguidamente en un comunicado ante el resultado del 29 de mayo. En el momento en el que se necesita mayor cabeza fría y mesura, le hubiera servido al país tener cohesionado a ese sector político que precisamente puede aportar una férrea defensa de la democracia y la institucionalidad.

Lamentablemente las coaliciones se hacen para las elecciones y es natural que después de todos los errores la coalición haya llegado al punto de “sálvese quien pueda”. A lo largo de la campaña sus líderes mostraron buenas ideas y cometieron errores inmensos. No lograron leer el momento. Los personalismos y las peleas ganaron a las propuestas. Se mostraron partidarios del diálogo y la negociación en teoría, pero fueron incapaces de dialogar para hacer una sola lista al Congreso o acercarse a aquellos con quienes tienen afinidades ideológicas, más allá de peleas personales. Muchos ciudadanos en Colombia se identifican con el centro político y faltó decirles algo más que la famosa frase de “ni uribista ni antiuribista” o “ni Uribe ni Petro”. Se dijo lo que no era, pero faltó comunicar con eficacia lo que sí era. Para hacerlo tenían que bajarse del pedestal, escuchar a la gente y hacer una campaña para las mayorías y no para los intelectuales.

En medio de la crisis de la democracia representativa en el mundo, las redes sociales son el ágora en donde los ciudadanos debaten de tú a tú con los candidatos. Ciudadanos comunes se vuelven influencers, la fama puede llegar en segundos, la indignación, la rabia y el entusiasmo se contagia a la velocidad de los clics y eso marca nuevos rumbos a la política. Esa crisis de la democracia no es gratuita. Es el mejor sistema posible hasta el momento, pero la democracia ha significado exclusión, pobreza y discriminación para una mayoría. En ese descontento suele cabalgar el populismo que puede ser de derecha o de izquierda y tiene una larga historia, Hitler incluído. La novedad es hoy la rapidez con la cual el ciberespacio propaga ideas, estereotipos o descalificaciones. La mentira repetida mil veces se convierte en verdad y hoy en segundos se repite millones de veces.

Los políticos profesionales, que han convertido la democracia representativa en una representación no en favor de las mayorías sino de sus intereses personales, tienen la capacidad del camaleón y se acomodan para pescar en el río revuelto de la indignación. El centro político que entiende los valores de la democracia, defiende las libertades individuales y considera que el Estado debe intervenir cuando sea necesario en beneficio de las mayorías y en la protección de las minorías, sería el llamado a convertirse en el guardián de esa democracia que enfrentará un reto supremo en Colombia en los próximos cuatro años.

No es casual que en esta campaña para la segunda vuelta los candidatos ganadores se estén moviendo al centro buscando esos votos que no son solamente los que sacó Sergio Fajardo, sino esa masa de ciudadanos hoy perdidos que se refleja en las encuestas en el voto en blanco o los indecisos. Después de ganar adeptos con la indignación y el grito de cambio frente al Gobierno uribista de Iván Duque, hoy los dos candidatos apuntan a bajar el miedo que generan los extremos. El centro no emociona pero puede dar confianza.

Así como los líderes del centro tendrán que hacer revisión interna, también es importante que lo haga la academia. Muchos intelectuales manifestaron su apoyo a la Coalición de la Esperanza. Los académicos son quienes ayudan a entender, a leer entre líneas los fenómenos sociales, económicos y políticos. ¿Están lejos de lo que pasa en las calles? ¿Están lejos de lo que se refleja en ese nuevo escenario de la democracia directa que son las redes sociales?

En las decisiones de los diferentes líderes del centro hay de todo. Alejandro Gaviria explicó su voto por Petro diciendo que es la “opción más responsable, institucional y liberal” y eso es coherente con sus ideas. El Nuevo Liberalismo se dividió: Mabel Lara, su cabeza de lista al senado, se fue con Petro por la vía de Francia Márquez y Juan Manuel Galán proclamó apoyo del partido a Rodolfo. Sergio Fajardo se mantiene en su decisión de no votar por Petro y quedó en el peor escenario: buscó la campaña de Rodolfo, le dieron un portazo y al cierre de esta columna mantenía abierta la opción de votar por él o en blanco. Para él la salida más digna sería la misma que le costó tanto hace 4 años: votar en blanco. El país no es el mismo y el voto en blanco es una decisión política válida si ninguno de los candidatos genera certezas.

La coalición de Centro se murió y los ciudadanos que quieren una democracia mejor, una sociedad más justa, sin saltos al vacío, sin populismo y con respeto a las instituciones, esperan que sus líderes encuentren el rumbo. El país necesita hoy más que nunca esa mirada vigilante. No se trata solamente de ganar el poder, se trata de hacer política en la derrota también y hacer veeduría del poder sin extremismos, teniendo la capacidad de reconocer aciertos y errores. Colombia necesita al centro vivo y activo.

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