Claudia López se despide sin alcanzar el consenso en las calles de Bogotá
La primera alcaldesa electa de la capital colombiana pilotó la pandemia y posicionó los temas de equidad de género en primera fila. Termina su mandato, sin embargo, con un nivel de desaprobación del 54%
La saliente alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ha tratado de exhibir a lo largo de diciembre una de esas sonrisas de fin de mandato y al mismo tiempo empapelar la ciudad y las redes sociales con un mensaje de victoria: “¡Le cumplimos a Bogotá!”. Sus niveles de desaprobación, sin embargo, llegan al 54%, según la encuesta Invamer Poll. La percepción colectiva de haber dejado una ciudad más insegura e igual de congestionada a la de hace cuatro años resulta difícil de borrar del imaginario de los ciudadanos. De concretar su aspiración presidencial para la carrera de 2026, tendrá un último barómetro en su ya nutrida andadura política.
Para desgranar el alcance de su gestión, no obstante, habría que recordar que sus planes de Gobierno se vieron modificados por los días más grises de la pandemia. El poder simbólico de la primera elegida para ocupar el Palacio de Liévano, lesbiana y de extracción popular, se vio confrontado de golpe con la peor crisis sanitaria en un siglo. Con un temperamento entre firme e irascible, supo apurar medidas eficaces de protección ciudadana cuando el mismo presidente Iván Duque titubeaba frente a lo que se llegó a etiquetar como una “gripa común”.
Las escenas macabras de otras ciudades latinoamericanas como Guayaquil, con cadáveres apilados en las calles, no se vivieron en Bogotá. La red sanitaria operó en general con altos grados de eficacia y se triplicaron las unidades de cuidados intensivos. Su Administración debió barajar las prioridades para aprobar un Plan de Desarrollo relámpago pensando en afrontar una coyuntura cuya duración era incierta. Bajo su liderazgo, además, se canalizó en tiempo récord el sistema de renta básica para los bogotanos más vulnerables. “Logró unos recursos importantes de la Nación bajo el nombre de Plan Marshall, que fueron sin duda funcionales en su momento”, precisa el experto Fernando Rojas.
La seguridad: un objetivo fallido
De aquellos días, sin embargo, parece quedar ya un recuerdo lejano y el capítulo que más agobia a los capitalinos hoy es la inseguridad. La alcaldesa ha reconocido las falencias de su administración con argumentos que sugieren una responsabilidad compartida con el Gobierno de Gustavo Petro. El nuevo alcalde, Carlos Fernando Galán, recibe un pie de fuerza de 16.500 policías. Una cifra menor a la de hace cuatro años, y una realidad de la que se ha servido López para apuntar el dedo hacia la aparente falta de voluntad del Ejecutivo de izquierdas, encargado de asignar el número de uniformados en la capital.
Varios expertos, sin embargo, discrepan y aseguran que el enfoque en materia de criminalidad ha sido insuficiente de raíz: “Estamos ante una criminalidad cada vez más estructurada. El delito aislado, de oportunidad, ha dado paso a unas organizaciones de renta criminal mucho más complejas, que van por delante de los sistemas de inteligencia e investigación criminal”, explica Hugo Acero, quien fue durante año y medio secretario de Seguridad de la administración saliente.
Para octubre, el número de robos había aumentado un 9% en su lectura anual. “Retrocedimos”, concede Fernando Rojas, “no tenemos claro a qué nos referimos y con qué función lo hacemos cuando pedimos más tecnología. La capacitación del pie de fuerza no avanza y las fallas en la judicialización de los delincuentes no se resuelven”. Los esfuerzos de la Administración de López se revelan en inversiones por 1,2 billones de pesos y unos 1.530 frentes de seguridad nuevos: “Nosotros recibimos la ciudad con unos 500 frentes de seguridad conectados con la Policía. Pero todo eso puede sonar irrisorio frente al panorama diario”, reconoce el secretario de Planeación, Felipe Jiménez Ángel.
La imposibilidad de la Alcaldía de consensuar un modelo contrasta con los diagnósticos de los expertos que desde hace años vienen alertando sobre la complejidad del asunto: “Se sabe dónde están los puntos de venta de celulares robados. Cuáles son las zonas donde roban bicicletas. Cuáles son los negocios que venden partes robadas de los carros. Cuáles son los mayores centros de contrabando y, sin embargo, no hay acciones concretas de largo alcance que le devuelvan la seguridad a la ciudad”, asegura Fernando Rojas.
“Yo creo que nunca definieron prioridades. La gente nunca se enteró a qué demonios le estaban apuntando”, lamenta el exconcejal y copartidario de Claudia López por la centrista Alianza Verde Diego Laserna, “si a un delito, o al fortalecimiento de la policía o al aumento de la capacidad carcelaria”. Su crítica también se centra en la ligereza verbal de la alcaldesa durante la campaña: “Se dedicó a decir que ella iba a ser la jefa de la Policía y que los ladrones iban a temblar. La verdad es que el alcalde no tiene mucha capacidad de incidir sobre la seguridad de la ciudad porque ni la Fiscalía, ni la rama judicial ni la Policía dependen de él”.
La revolución púrpura se hace realidad
Bogotá es una ciudad que lleva décadas engarzando políticas sociales exitosas. La red de bibliotecas públicas, los comedores comunitarios o la red de colegios públicos son algunos ejemplos que, con algunos altibajos en su gestión, han sobresalido a lo largo de los años recientes. El gran acierto de Claudia López, con amplio consenso de los analistas, ha sido volcar la atención de su agenda en el cuidado y reconocimiento de las mujeres y su rol en la ciudad. El presupuesto de la entidad se incrementó en un 116%: “La Secretaría de la Mujer era una entidad marginal y la apuesta de Claudia con el Sistema de Cuidado logra ponerla en el centro y en articulación permanente con otras secretarías que se involucran para prestar y apoyar la oferta de todo tipo de servicios sociales”, afirma Fernando Rojas.
Las reconocidas Manzanas del Cuidado, centros de atención social para miles de personas cuidadoras —en su enorme mayoría mujeres—, han sido reconocidas y replicadas en otras ciudades del mundo. El modelo recibió a mediados de este mes el premio internacional de innovación urbana en Guangzhou (China). Se trata, en últimas, de la materialización de uno de los objetivos seminales de la alcaldesa: “Es, tal vez, la mayor innovación de América Latina”, subraya Felipe Jiménez Ángel, “vamos a dejar 21 manzanas del cuidado, de las 45 que propusimos”.
El Sistema de Cuidado del Distrito, que ha cobijado a unas 600.000 personas y que incluye las manzanas y una amplia red de jardines infantiles, entre otros beneficios, ha sido blindado por el Concejo como política permanente de la ciudad para que las administraciones venideras avancen dentro del mismo marco diseñado por la secretaria para la Mujer, Diana Rodríguez Franco. También se han implementado buses que viajan hasta las zonas rurales limítrofes de la capital, como sucede en Usme o Sumapaz, para llevar asistencia a sus habitantes.
El reto ahora, llama la atención Fernando Rojas, será mantener el pulso de la secretaria de la Mujer y su equipo. “Los comedores comunitarios de Lucho Garzón funcionaron. Y, sin embargo, hoy cerca del 27% o 30% de los bogotanos comen menos de tres comidas al día. La prueba de fuego es ver qué tan bien amarrado quedó el proyecto, transformar a mediano y largo plazo la cultura del machismo, la calidad de vida de las mujeres y evitar que sea una política asociada únicamente a los cuatro años de Claudia López”.
Entre la neurosis y el trancón
A pesar de que la percepción ciudadana oscila entre la impaciencia y la resignación, los expertos son prudentes a la hora de valorar la gestión de Claudia López en cuestión de movilidad. Un grupo de estudiosos que examinó diez parámetros técnicos sobre la situación para La Silla Vacía le dio una calificación promedio de 3,42 sobre 5. Luis Ángel Guzmán, doctor en Planificación de Transporte Urbano por la Universidad Complutense de Madrid, la aprueba con un estrecho 5,5/6 sobre 10.
La destartalada malla vial hoy está en el mismo estado que en 2022. Lo cuenta Darío Hidalgo, ingeniero civil y experto en transporte urbano: “El 33% está en mal estado. Cuatro años después nada se ha actualizado para tenerla bien mantenida y con la señalización al día”. Guzmán e Hidalgo coinciden, sin embargo, en que la Alcaldía avanzó con proyectos atinados y ambiciosos como la aprobación de planes de movilidad segura, ordenamiento territorial (POT), de desarrollo o de política pública para los peatones y la bicicleta.
Se trata de documentos bien estructurados, perceptibles para los expertos y entendidos, cuyo impacto se podrá medir a mediano o largo plazo y estarán sujetos a la continuidad de las administraciones entrantes. Así mismo, Darío Hidalgo detecta avances en el transporte público, donde mejoraron la percepción del servicio de Transmilenio, la evasión de pago o los reportes de seguridad. “Hay cuatro troncales en construcción, se avanza en la primera línea del metro, la segunda línea está en proceso de contratación y hay dos cables contratados”, prosigue Hidalgo.
La firma del contrato para la segunda línea del metro, en una ciudad que con casi 8 millones de habitantes hasta ahora emprende las obras de la primera línea, será una victoria política. Lo sostiene Martín Rivera, exconcejal desencantado con el devenir político y ético de la Alianza Verde: “Sin duda está muy bien, pero cometió un error que le va a costar mucho a la ciudad. En lugar de utilizar instrumentos de captura de valor, se fue por la fácil, apeló al cupo de endeudamiento para financiar la segunda línea”.
Claudia López llevó a límite la capacidad de Hacienda de la ciudad. Rivera cuenta que en la primera línea del metro el 35% de la inversión se empleará en costos financieros y administrativos. “En la segunda línea ese costo es del 112%. Nos costará más pedir la plata prestada y pagarla con sus intereses que lo que cuesta abrir el túnel, poner los rieles y traer el material rodante. Si el próximo secretario de Hacienda no es muy riguroso, la ciudad podría entrar a la vuelta de un par de años en un default económico”.
La puesta en marcha de tantos proyectos y obras no ha servido de momento para amortiguar la sensación de agobio: “La gente se siente igual o más trancada que antes”, zanja Fernando Rojas, “el nivel de civismo está manga por hombro. Cada quien parquea donde quiere y se vuela las señales de tránsito. Nadie respeta las zonas de carga y descarga. La gente se salta el pico y placa. Los usuarios de las bicicletas van a velocidades imprudentes y no respetan los andenes, por no hablar de los conductores de moto”.
Para Guzmán, la gran falla ha sido el abandono del espacio público: “Todo está invadido, además del tema de basuras”. Diego Laserna coincide: “El problema de las basuras viene desde la licitación de Peñalosa en 2018, pero se ha salido de control después de la pandemia y no han podido hacer nada. La ciudad está hecha un basurero. Afecta la seguridad, la percepción y el espacio público”. Podría decirse que el balance es agridulce y que es probable que la historia del corredor verde por la carrera Séptima, una de las grandes arterias de la capital, sirva como reflejo de la sensación de inmovilidad y encierro.
El proyecto de actualización de la avenida, a todas luces inaplazable, está aprobado después de una serie de trabas judiciales interpuestas por vecinos contrariados con los diseños de un corredor donde el automóvil de uso privado perderá protagonismo. El nuevo alcalde ya ha anunciado que respetará el tramo del proyecto entre las calles 99 y 200, pero intentará revisar los dos faltantes entre la 99 y la 26 hacia el sur. Un embrollo que amalgama el espíritu reservado de una porción de la ciudad reacia a los cambios urbanísticos y, quizás, el apuro de una alcaldesa enfocada en dejar huella con grandes proyectos a futuro en detrimento de las pequeñas batallas del día a día como la seguridad, los baches en las vías o las calles tapizadas de basura.
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