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La aviación en la Amazonía, un transporte de alto riesgo

La avioneta del accidente por el que siguen desaparecidos cuatro niños había vuelto a volar en febrero tras sufrir un accidente y durar un año y medio en reparación

Un soldado observa los restos de un avión Cessna 206 que se estrelló en la selva del departamento colombiano de Caquetá.
Un soldado observa los restos de un avión Cessna 206 que se estrelló en la selva del departamento colombiano de Caquetá.AP
Diana López Zuleta

El accidente en el que desaparecieron cuatro niños indígenas que podrían estar vivos pone sobre la mesa las condiciones aeronáuticas de inseguridad y falta de vigilancia estatal que existen en las zonas más apartadas del país. En gran parte de la Amazonía colombiana, cuya extensión comprende el 42% de la geografía nacional, no hay aeropuertos ni calles de rodaje, sino pistas de aterrizaje sin señalización que son colchas de retazos disparejas entre asfalto, tierra y grava.

Juan Esteban Villa es presidente de la Asociación Colombiana de Aviadores Civiles y ha volado desde hace 24 años a esa zona. Cree que es necesario y urgente una inversión en infraestructura aeroportuaria. “El país está en un estancamiento crítico de aeropuertos y de infraestructura que permita que las operaciones aéreas sean más seguras”, dice.

Desde 2018 hasta 2023 en la región amazónica han ocurrido 16 accidentes aéreos; 14 de ellos han sido en avionetas Cessna monomotor, como la del más reciente siniestro; los otros dos, en aviones DC-3 bimotor. Seis de los accidentes fueron por fallas de motor, ocho por problemas en el aterrizaje en la pista, uno por falta de combustible y dos por fallas desconocidas. Los 16 accidentes han dejado 11 muertos, ningún menor de edad entre ellos.

El mayor número de accidentes se presenta en la aviación agrícola, la privada y los taxis aéreos, como el Cessna 206. Este tipo de aviones es uno de los más usados en la zona porque son pequeños, resistentes y pueden aterrizar en pistas cortas, como las del aeropuerto de Araracuara (Caquetá). “Es un avión de gran rendimiento”, dice Jairo Gaitán, piloto desde hace 50 años.

Las regiones que más registran accidentes son los llanos orientales y la selva colombiana. “La principal causa de los accidentes está asociada al mantenimiento de las aeronaves que tienen alguna edad”, ha dicho Miguel Camacho Martínez, director técnico de investigaciones de accidentes de la Aeronáutica Civil. Esa entidad sostiene que la accidentalidad aérea ha disminuido 49% en los últimos 35 años.

La aeronave tipo Cessna 206, de matrícula HK 2803, desapareció el 1 de mayo cuando volaba sobre el río Apaporis, entre Caquetá y Guaviare. A las 7:34 a.m., antes de desplomarse, el piloto alcanzó a enviar por radio una advertencia de problemas en el único motor. Tras 16 días de búsqueda, la avioneta fue encontrada en la espesura de la manigua.

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Villa, el presidente de la asociación, cree que, al advertir fallas en el motor, el piloto intentó amortiguar la caída aterrizando sobre las copas de los árboles. Dice que la avioneta no tenía radar metereológico. “El radar son los ojos del piloto, por eso los vuelos que realiza son normalmente de día”, dice. A pesar de que las condiciones climáticas en la zona son muy cambiantes, no cree que haya indicios de que el accidente se haya producido por lluvias. El piloto Jairo Gaitán asegura que el riesgo del arborizaje es que entre las copas de los árboles y el piso puede haber hasta 40 metros.

La avioneta HK 2803, fabricada en 1982 en Estados Unidos, había llegado en 2019 a Colombia. Ya se había accidentado en julio de 2021, en Vaupés, también región amazónica. En ese momento, cuando marcaba 10.675 horas de vuelo, sufrió múltiples daños, pero no hubo muertos, y entró en reparación durante un año y medio. El informe preliminar de la estatal Aeronáutica Civil indicó que la causa pudo haber sido la pérdida de potencia del motor. Una fuente aeronáutica reveló a EL PAÍS que el aparato se restauró sin consultar con la casa fabricante para reducir los costos. Volvió a volar en febrero de este año y, menos de tres meses después, nuevamente se accidentó.

El piloto Gaitán tiene un avión en el mismo hangar, desde donde pudo ver los vuelos de prueba del HK 2803, y afirma que estaba en óptimas condiciones. Estaba recién reparado cuando ocurrió el accidente. De hecho la Aeronáutica Civil, la entidad que certifica que los aparatos estén aeronavegables, le había dado su aval para volar en enero.

El capitán Villa llama la atención sobre un dato crucial: la Aeronáutica Civil ejerce como autoridad reguladora del control y mantenimiento de las aeronaves y es a su vez quien investiga los accidentes. Él cree que el grupo de investigación debería estar completamente desligado de la entidad que avala la posibilidad de volar. “Si en la investigación se concluyera que en el accidente hubo fallas derivadas del control aeronáutico, la entidad reguladora no podría ser juez y parte”, explica. Pone de ejemplo a Estados Unidos, donde la Federal Aviation Administration regula los aspectos la aviación y la National Transportation Safety Board (NTSB) investiga los accidentes.

La Aeronáutica Civil tendrá que determinar las causas del accidente. Mientras tanto, por tierra y aire cerca de 150 hombres de la Fuerza Pública, con la ayuda de comunidades indígenas que conocen la zona, siguen la intensa búsqueda de los cuatro niños desaparecidos. Entre Araracuara y San José del Guaviare hay 371 kilómetros en línea recta desde el aire, pero la distancia es completamente diferente si el recorrido se hace a pie, en medio de los árboles. Los kilómetros que se caminan en el monte se multiplican por miles.

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Sobre la firma

Diana López Zuleta
Periodista y escritora, autora de 'Lo que no borró el desierto' (Planeta, 2020), el libro en el que destapa quién fue el asesino de su padre. Ha sido reportera para varios medios de comunicación.

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