María Gaitán Valencia: “Quienes construyeron la historia oficial son los causantes del conflicto armado”
La directora del Centro Nacional de Memoria Histórica argumenta que el asesinato de su abuelo, Jorge Eliécer Gaitán, es fundamental para entender la violencia en Colombia
María Gaitán Valencia (Bogotá, 60 años) sabe que toda su vida ha sido “la nieta de Jorge Eliécer Gaitán”. Su abuelo está grabado en la memoria colectiva de Colombia. Y no solo por su oratoria extraordinaria y su capacidad para movilizar a las masas contra las élites, que le valió en vida que sus seguidores lo llamaran El caudillo del pueblo. También porque su magnicidio, el 9 de abril de 1948, partió en dos la historia del país: dio lugar a disturbios masivos, al recrudecimiento de la violencia y eventualmente al surgimiento de grupos armados. Sin embargo, este año, Gaitán Valencia no es solamente la nieta del líder asesinado. Es, además, la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en el día en el que Colombia también conmemora a todas las víctimas del conflicto armado.
El nombramiento de Gaitán Valencia el pasado noviembre terminó con varios años de distanciamiento entre ella y el presidente de Colombia, Gustavo Petro. “Hay cosas en las cuales difiero, pero me interesa más apostarle a la paz total que él abandera”, reconoce la directora del CNMH en entrevista con EL PAÍS. Pese a las críticas por la falta de experiencia técnica, el mandatario apostó por ella, como figura con un alto valor simbólico. Durante el acto de posesión, en la Casa de Nariño, resaltó que por primera vez las víctimas tomaban el control de “la verdad histórica” del país.
El liderazgo político y la muerte de su abuelo siempre estuvieron presentes en la vida de Gaitán Valencia, hasta el punto de que en abril de 2022 cambió el orden de sus apellidos para llevar primero el del líder. Ella recuerda que, cuando era niña, en la casa de su abuela se tomaba el chocolate caliente de la tarde mientras se escuchaban grabaciones de los discursos del abuelo. “Era como sentarse a escuchar música”, explica. Las frases, los personajes y las anécdotas que le relataban le quedaron grabadas. “Es increíble, ¿no? No solo las empresas se heredan, también las emociones y las luchas políticas. Soy heredera del gaitanismo”.
Aunque estudió arquitectura y vivió en Francia, la nieta de Gaitán nunca se despegó de la disputa por la memoria histórica. En los años 80 militó para que el día de las víctimas del conflicto armado fuera el 9 de abril y no el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Después, a finales de los 90, viajó por Colombia para hacer documentales sobre su abuelo y terminó de consolidar su interés. Cuenta que el disparador fue una estatua de Gaitán en un lugar remoto de la Sierra Nevada de Santa Marta, que le hizo pensar en lo difícil que debió ser trasladar los materiales y en el impacto que su abuelo había tenido en los campesinos. “Entendí desde ahí que fue un gigante y que por eso [las élites] tenían que matarlo”.
Este legado ha hecho que los primeros meses como directora del CNMH no hayan sido fáciles. “[Algunos] están muy incómodos con mi nombramiento”, señala. Sus ideas, ligadas a la memoria de su abuelo, son contundentes en buscar un cambio en la manera que se ha pensado el conflicto armado. Sostiene que el origen no está en 1958, fecha establecida en el Informe Final de la Comisión de la Verdad. Para ella, el magnicidio de Gaitán y la persecución contra sus seguidores no pueden ser desdeñados: “[Sin el asesinato] este país sería absolutamente distinto. No habría conflicto armado. La raíz de las guerrillas está en los gaitanistas que se adentraron en el monte en legítima defensa”.
Las denuncias del líder –que inició y terminó su carrera como liberal pero buscó crear su propio partido al margen del bipartidismo– contra “los engaños de la oligarquía” se entrelazan con las críticas que su nieta realiza a las élites colombianas. Gaitán Valencia las acusa de ser responsables del conflicto armado, de la desigualdad social y de un esfuerzo sistemático de desterrar a su abuelo de la historia. “Quienes construyeron la historia oficial son los causantes del origen del conflicto”, enfatiza. “Es muy importante que el país llegue a las causas y a los causantes del conflicto para tener una visión más clara. El narcotráfico es una consecuencia, no una causa”.
La nieta de Gaitán quiere que algún día los relatos oficiales señalen a los culpables con “el dedo de la ignominia” que su abuelo mencionaba en la Oración por la Paz de febrero de 1948. Evita dar nombres, pero menciona a la Iglesia católica, a los grandes medios de comunicación y a los empresarios como sectores que han sido cómplices de una memoria selectiva y que deben “desarmarse”. “Se tiene que desarmar el olvido para que logremos la paz total”, subraya.
Se identifica como parte de una “resistencia contra el olvido” y rechaza utilizar el término de víctima. “Yo considero víctimas a nuestros ancestros, a los compatriotas que hasta hoy vienen siendo asesinados en la búsqueda de un país distinto. Son aquellos que entorpecen el camino de las élites que vienen cooptando el poder económico, político y cultural”, declara. Para Gaitán Valencia, su rol está más vinculado a la lucha por preservar el legado de quienes murieron y tiene un componente colectivo. “[Poner al pueblo] como víctima aplasta las resistencias, es un término más personalista”.
Conciliación
La directora del CNMH es consciente de que su trabajo implica realizar esfuerzos de conciliación y promete que el gaitanismo no acaparará una nueva narrativa de memoria. “Estoy empezando a dialogar con todas las memorias, todas, inclusive con aquellas que están monopolizando la memoria”, asegura. En su toma de posesión en noviembre, dejó en claro que la figura de su abuelo podía inspirar el diálogo: “Él se iba a referir a la historia como brújula del futuro y no como fantasma del pasado y eso es lo que vamos a hacer”.
Sin embargo, todo tiene un límite. Gaitán Valencia ha tenido dificultades con los militares, que tuvieron un rol preponderante durante el Gobierno anterior y que ahora denuncian sentirse excluidos como víctimas del conflicto. La directora insiste en que es distinto “construir” con la fuerza pública como institución a hacerlo con las tropas, y defiende que ella ha estado dispuesta a debatir. “Tenemos reuniones, llegamos a acuerdos. E instantáneamente ellos lanzan un mensaje en Twitter diciendo que nosotros no queremos el diálogo, que estamos cargados de odio. Es muy difícil avanzar un diálogo si yo avanzo y me pegan un puño”.
El protagonismo del líder asesinado entra en cuestionamiento solo una vez en la conversación. La mención de una foto de Gaitán y Gloria con Amparo Jaramillo, la abuela de la directora, trae a colación las ideas más radicales que tenía esta última. Ella, más desconfiada aún de las élites, se negó a entregar el cuerpo de su marido hasta que cayera el Gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez, al que responsabilizó del asesinato. La nieta de Gaitán no oculta su devoción por su abuela: “Ella no hacía concesiones y yo tampoco”.
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