Petro, el presidente editor
Aunque algunas interacciones del presidente con los medios seguramente persiguen un final legítimo, en su conjunto suponen un método que impone una única voz, una sola verdad: la que construye el presidente
“Nos toca irradiar la información progresista lo más que podamos para cambiar a Colombia. Que desde hoy, cada constructor o constructora del cambio, sea un comunicador o una comunicadora social”.
Con un llamado a la ciudadanía a que viralice las bondades de su gobierno, el presidente Gustavo Petro puso punto y aparte a una discusión nacional: ¿Cómo entiende este Gobierno la libertad de prensa? El detonante fueron los más de cuarenta mensajes que durante las últimas semanas ha escrito en su cuenta de Twiter y en los que se refiere con mayor o menor volumen al trabajo de la prensa. Una mezcla de clases de periodismo, correcciones, confrontación y descalificación.
El fondo de estos mensajes le dan forma a lo que piensa el presidente sobre periodismo y política. A mediados de noviembre de 2022, en la entrega de los premios Simón Bolívar y ante un auditorio lleno de periodistas, Petro dijo: “El periodista y el político están en un mismo escenario. Esa capacidad de comunicar de una manera mayor dentro de la sociedad genera una tensión permanente, una tensión que siempre existirá mientras exista el oficio del periodista y del político profesional. (...) Pero esa tensión que hoy permanece vuelve difícil la relación político profesional y periodista. Un político aquí en medio de tantos periodistas puede correr riesgos. A mi me gustan los riesgos, por eso vine. (...) Esa frontera un tanto difícil de colocar entre el periodismo como comunicador social y la política como comunicadora social, pues nos va a enfrentar, nos va a encontrar, siempre estaremos juntos, siempre estaremos enfrentados”.
Y así estamos, enfrentados y juntos en esta constelación comunicativa del presidente, en la que él dibuja una verdad que quiere superponerse como la única. Una verdad que se irradia desde arriba, que no busca reciprocidad y en la que escasean otras voces que puedan aportar. ¿Cuál es el impacto de esta confrontación, que el presidente empieza a convertir en realidad?
En sus primeros seis meses de gobierno varias figuras claves del Pacto Histórico, así como el presidente, han dejado claro que se sienten injustamente tratados “por los medios del establecimiento”. Advierten que están siendo malinterpretados y que constantemente hay desinformación sobre ellos. También reclaman que están en su derecho a defenderse y a comunicar sus logros. Nada nuevo. El presidente Iván Duque terminó sus días diciendo que el principal problema del país era la desinformación y que sus cifras eran falseadas por los periodistas. En casi cualquier otro país de América Latina también se escucha la misma queja.
Aunque algunas de estas interacciones del presidente con los medios seguramente persiguen un final legítimo, como precisar determinada información o querer una rectificación, en su conjunto suponen un método que impone una única voz, una sola verdad, aquella que construye el presidente.
El presidente editor, es una figura que permanentemente corrige a los medios de comunicación, esperando que se refieran a su gobierno en los términos que él precisa. Tiene como objetivo que se suavicen las posturas editoriales y que se termine por aceptar un guion previamente dictado. Es la victoria del Gran Relato. La victoria de la propaganda; el principal enemigo del periodismo.
Hace un año el alcalde de Yopal (Casanare), Luis Eduardo Castro empezó su campaña “Fuera malas lenguas”. Era una “invitación” a los medios a no hablar mal de nadie y mucho menos de su alcaldía. “La crítica es bienvenida, pero debe ser constructiva y objetiva, no destructiva (...) No sé con qué intereses lo hagan, solo ellos lo saben, pero no lo vamos a permitir”.
¿Quién va a determinar cuál es la información objetiva, aquella que no es reprochable? ¿Será solamente el presidente o es una facultad que puede tener cualquier funcionario? ¿Quién dictará el guion?
Las reglas de juego que soportan la libertad de prensa se han construido para potenciar nuestro desarrollo como ciudadanos, plenamente autónomos y capaces de pensar libremente. También son principios que sirven para enmendar atropellos e injusticias, como las que durante décadas han sido cometidas contra periodistas en Colombia. Asesinatos, campañas estatales de espionajes, censura.
Mantener las libertades civiles supone defender la libertad de prensa. Hacerlo así parezca que existen expresiones intolerables, medios de comunicación que desinforman o que la ética por parte de ciertos creadores de contenido es inexistente.
Las próximas semanas serán decisivas para conocer si la relación con la prensa también hará parte de los principios que ha prometido el presidente: “Siempre en este gobierno habrá dialogo, se escuchará, se construirán bienes comunes, proyectos conjuntos”. Esos proyectos conjuntos deben estar dirigidos a evitar el maniqueísmo frente a los medios; prevenir la violencia contra periodistas; impulsar proyectos comunicativos en los más de 300 municipios donde no existe información local; crear campañas de educación mediática que busquen una ciudadanía crítica para saber navegar y entender el mundo de estos tiempos. El camino contrario tiene el gran potencial de convertirse en un poder que se opone a esas libertades.
Jonathan Bock es periodista y director de la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP.
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