Javier Osuna: “Nos acostumbramos a pensar que los hombres que hicieron la guerra son unos monstruos”
El periodista y escritor bogotano ha dedicado la última década a escudriñar el paramilitarismo: de la historia de horror de los hornos en los que quemaban a sus víctimas al amor adolescente de un miembro de este ejército
Javier Osuna (Bogotá, 36 años) no se ve muy diferente a los hombres que han hecho la guerra en Colombia. Después de escribir dos libros sobre el paramilitarismo, Me hablarás del fuego, los hornos de la infamia y Cartas de Ceniza, ha llegado a la conclusión de que quienes han tomado las armas al final son “tan humanos y tan profundamente parecidos a nosotros”. A todos. “Nos hemos acostumbrado a pensar que quienes son responsables de los crímenes que reprobamos corresponden a la franja sádica de la sociedad, que son como una especie de monstruos”. En su primer libro, publicado en 2015, indagó sobre una de las prácticas más crueles de los paramilitares: la desaparición de cadáveres en una ladrillera que convirtieron en horno para quemar gente entre 2001 y 2003. Más de 500 personas fueron incineradas en Norte de Santander. Hasta hace no muchos años todavía había rastros de las vidas que desaparecieron en ese lugar: retazos de tela de ropa, zapatos.
Osuna no tenía ni idea de la próxima historia en la que se metería, pero cuando hablaba de ese libro siempre buscaba reflexionar sobre las causas, sobre por qué tanto horror. “Si algo le ha hecho daño a Colombia es pensar en una sola persona como determinador de un mal, como una responsabilidad individual”, decía entonces a este diario. Ahora, tras escribir el segundo libro, lo confirma. “Una de las tragedias de la guerra tiene que ver con esa deshumanización que atraviesa a quienes fueron los responsables de hacer daño. Olvidamos que incluso en esos seres humanos sigue existiendo una necesidad tan urgente como lo es el amor”. Estuvo sumergido por varios años en las cartas que un miembro de ese temible ejército le enviaba a un amor imposible, una adolescente del pueblo, que como adulta atesoraba la correspondencia hasta que llegó a las manos de Osuna.
La mujer se acercó al escritor en una de las presentaciones de la historia de los hornos para contarle que conocía a un hombre que fue paramilitar. Lo conocía porque había sido su amor de adolescencia. Osuna empezó a recibir correspondencia que adentro traía más correspondencia: cartas raídas por el tiempo, escritas a mano, con dibujos calcados y letras de canciones románticas. Osuna reconstruyó el relato de un amor en medio de la guerra. Emilia le compartió lo que había guardado por tanto tiempo y le dio permiso para escribir un libro en el que ella, bajo ese nombre ficticio, es protagonista.
Al principio, cuenta Osuna, abría con recelo cada carta. Tenía razones para desconfiar. Había sido perseguido y amenazado por la investigación de su primer libro, y le resultaba difícil empezar a escribir sobre el amor después de todo el horror que había documentado. “De repente encontré ese Giordano y fue muy impactante pensar que un hombre que en ese entonces hacía parte de una estructura que incineraba a cientos de seres humanos, escribía una carta de amor, calcaba un dibujo e invitaba a su enamorada a colorearlo”. Osuna habla de un peluche popular en los noventa, que William dibujó en una de las cartas. “En el fondo, se trataba de apelar a esa humanidad, que es como una cuerda que está tensa y que no termina de romperse en el conflicto. Así como William, en el corazón de quienes hacen la guerra existe una posibilidad muy poderosa de transformación”.
El libro cuenta la guerra de una manera distinta. Las cartas son el trasfondo de un conflicto que reclutaba jóvenes, como William, y de las relaciones que se construyeron en medio de la violencia. “Estas cartas representan una apuesta por la vida. Que Emilia se permita reinterpretar lo que fue ese vínculo que por tantos años cargó es un acto tremendamente amoroso”, dice el escritor, que se pregunta si es momento de cambiar la narrativa de la guerra.“¿Qué ventana abrimos para hablar del conflicto en el país? La gente está saturada de cifras, de la crueldad de los relatos. Los grandes informes y las investigaciones que se quedan en el reconteo de lo que pasó requieren de un ángulo para tocar el corazón de la sociedad”.
Cartas de Ceniza ubica al amor como un hilo conductor que permite resolver preguntas que quedaron pendientes en el libro anterior y plantea una reflexión sobre la compresión de la guerra y de la humanidad en un conflicto de tantas décadas. El libro tiene las voces de Emilia y William, a través de las cartas, pero también en la intervención que ella hizo en el manuscrito. “Es bellísimo porque le ofrece a ella la posibilidad de leer ese vínculo con William como la adulta que es en el presente y al mismo tiempo le ofrece al lector la posibilidad de relacionarse con dos mujeres profundamente distintas. Una es la Emilia que escribía esa primera carta de amor pidiéndole que no dejara evidencias, y otra la que termina el libro hablándoles a muchas mujeres de Colombia que seguramente han vivido situaciones similares”.
Osuna dice que fue un reto lograr estar a la altura de lo que representó el “milagro” de encontrarse con esa correspondencia y saber apelar a la humanidad en medio de un momento tan doloroso en la historia, como lo fueron los hornos crematorios. “Sacar este libro y poder decirle al Gobierno que acá está la gente que habita ese predio, está viva, está dispuesta a que se hagan acciones simbólicas. Hay algo que aprendí de Chucho Abad [reconocido fotógrafo del conflicto] y es que al dolor no hay que ponerle encima más dolor. Siempre vuelvo a eso porque tenemos que encontrar una manera digna de referir lo que es doloroso, porque si la memoria no nos atraviesa el corazón no hay posibilidad de construir un mundo diferente”.
Dice que en algún momento temió que el libro terminara siendo una apología sobre la vida de William, pero no podía cerrar la puerta para atender su humanidad. “Al final, lo que yo creo es que justo por esas rendijas, cuando nos enfrentamos a eso que no sabemos cómo definir, es donde se construye la narrativa más poderosa y más potente”.
Osuna asegura que con este libro quiso conferirle al amor el espacio que le corresponde en una sociedad que necesita a gritos volver a tratar al otro de manera afectuosa.
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