El nuevo embajador de Venezuela en Colombia recibe un consulado en ruinas
La sede diplomática en el norte de Bogotá ha sufrido un evidente deterioro durante los años de abandono desde que los dos países rompieron relaciones en 2019
La normalización de las relaciones entre Colombia y Venezuela está en marcha. Los dos países echaron a andar el esperado restablecimiento esta semana, con la protocolaria entrega de las cartas credenciales de sus respectivos embajadores: Armando Benedetti, enviado a Caracas por el presidente Gustavo Petro, y Félix Plasencia, el representante del Gobierno de Nicolás Maduro en Bogotá. A pesar de la nueva era que busca superar años de diferencias irreconciliables, todavía hay cicatrices que saltan a la vista. El principal consulado de Venezuela en Colombia es una postal de la descomposición que alcanzaron las relaciones entre los dos países, rotas por completo desde 2019.
El edificio en el norte de Bogotá, invadido por la maleza, con grafitis y rastros de un incendio como evidencia del abandono, era uno de los nueve consulados venezolanos que operaban en Colombia. El Gobierno de Iván Duque, el promotor más entusiasta del fallido “cerco diplomático” sobre el heredero de Hugo Chávez, no protegió el predio durante los años de desencuentros entre las dos capitales.
La porosa frontera entre los dos países ha sufrido cierres intermitentes desde agosto de 2015, cuando Maduro prohibió el paso de vehículos tras haber expulsado a miles de colombianos, obligados a cruzar el río Táchira con sus enseres. Fue la primera de las sucesivas crisis que se agravaron en febrero de 2019, con Duque ya en el poder, cuando la oposición venezolana, en cabeza de Juan Guaidó, intentó ingresar alimentos y medicinas por los puentes fronterizos. Maduro consideró ese episodio un intento de “invasión” y decidió romper del todo las relaciones, mientras Duque reconocía como presidente legítimo a Guaidó.
El naciente Gobierno de Petro ha significado un cambio de ciclo. Desde el momento en que fue elegido presidente, antes incluso de su toma de posesión, el mandatario colombiano se ha puesto la meta de “normalizar” las relaciones, un proceso que incluye reabrir plenamente los pasos fronterizos y recuperar el flujo comercial en una extensa y porosa frontera de más de 2.200 kilómetros. Ya con los respectivos embajadores en Bogotá y Caracas, aún falta la ardua labor de reabrir los consulados para atender a los ciudadanos a lado y lado. En Venezuela, donde llegaron a contarse 15 consulados colombianos, el embajador Benedetti se propone recuperar muy pronto los de Caracas, San Cristóbal y Maracaibo.
La ruptura total de relaciones, entre muchas otras consecuencias, dejó en el limbo tanto a los colombianos que hace mucho tiempo se asentaron en Venezuela durante las épocas más duras del conflicto armado, como a los 2,5 millones de venezolanos que se han asentado en los últimos años en Colombia, por mucho el principal país de acogida de una diáspora que ha huido de la crisis política, social y económica. De ellos, cerca de medio millón se encuentra en Bogotá y en principio depende del consulado derruido que ahora se debe reacondicionar como una de las tareas del embajador Plasencia.
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