Dos amigos a muerte
Magnus Carlsen e Ian Niepómniachi entrenaron juntos durante años, pero ahora cavilan sobre cómo destruirse mentalmente
No consta que Magnus Carlsen, campeón vigente, e Ian Niepómniachi, su retador desde este viernes en Dubái con dos millones de euros en premios, hayan dejado de ser amigos. Pero ahora necesitan sentir el instinto asesino que convierte el ajedrez deportivo de alto nivel en boxeo mental. Sin embargo, el ambiente de este Mundial es una balsa de aceite si se compara con los de Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov, quienes se odiaban tanto como se necesitaban para mantener su épica pugna (1984-1990).
En aquellos cinco duelos entre las dos K en la mayor rivalidad en la historia de todos los deportes individuales, la tensión se podía cortar con un cuchillo, y además era salpimentada por tremendas presiones políticas. En este hay que fijarse mucho para captar algún signo de cierta hostilidad. Por ejemplo, el miércoles, en la muy lujosa ceremonia de inauguración (Ópera de Dubái), Niepómniachi —a quien el sorteo adjudicó la iniciativa de las piezas blancas en el primer asalto— no miró a los ojos de Carlsen cuando estrechó su mano.
La sensación que transmite el ruso es que se esfuerza en intentar olvidar que el campeón es su amigo, o lo ha sido durante años (Niepómniachi ayudó a Carlsen como analista al menos en sus dos primeras finales, contra el indio Viswanathan Anand, en 2013 y 2014). Y lo que dijo cuando le preguntaron sobre ello en la conferencia de prensa va en la misma línea: “Es muy difícil prepararse contra él y encontrar una apertura que él no conozca. Pero una vez que te sientas a jugar la final de un Mundial, no debes pensar en si tu rival es más o menos amigo tuyo”.
En este ámbito concreto, la gran experiencia del escandinavo en duelos por la corona es sin duda una ventaja: “No creo que este factor [su amistad con el ruso] me afecte especialmente. También conocía muy bien a Anand antes de nuestros dos duelos porque había trabajado para él como analista los años anteriores. En realidad, todos los jugadores de élite nos conocemos muy bien. Y yo me siento ahora bastante menos nervioso que antes de mi primer duelo con Anand”.
Otro síntoma de que no se palpa enemistad es que ambos acostumbran a elogiarse o a mostrarse de acuerdo con las opiniones del otro sobre los más variados temas. Laura Aguirre, jugadora de la Escuela Municipal de Torrelavega (Cantabria) en la fase final del Torneo Mundial Escolar Expo Dubái (organizado por España), hizo una de las preguntas más interesantes de la conferencia de prensa cuando fue invitada a ello por la Federación Internacional (FIDE): “¿Creen ustedes que si se eliminasen los torneos femeninos podría haber una mujer candidata al título mundial absoluto?”.
Ambos coincidieron en no ver diferencias cerebrales que expliquen por qué solo hay una mujer entre los 100 mejores del mundo. Y añadieron ideas convergentes. Niepómniachi afirmó que “las escuelas de ajedrez tienen un ambiente más bien masculino, poco atractivo para las chicas. Ese es el problema”. Y Carlsen, por su parte, que “entre los más pequeños, apenas hay diferencia entre niños y niñas en cuanto a su interés por el ajedrez. El enorme contraste de número de jugadores por sexo surge después, en la adolescencia. Debemos trabajar duro para que el ajedrez se vea igual de interesante para las chicas. Hay que diseñar un plan de comunicación específico para eso”.
Y hacia el final de la comparecencia ante la prensa, el campeón no ahorró elogios hacia el aspirante: “Ian es más agresivo y más rápido que mis retadores anteriores. Y más fuerte en algunos aspectos del juego; sobre todo, en lo relativo a la seguridad del rey”. Es impensable que, entre 1984 y 1990, Kárpov o Kaspárov dijeran algo así del otro.
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