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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gimena Romero, bordar el trauma para reconectar con el origen

La artista mexicana del bordado experimenta con diversos materiales en su trabajo, en el que canaliza sus propias emociones y la forma en la que ve el mundo a través de ellas

Obra de la artista del bordado Gimena Romero.
Obra de la artista del bordado Gimena Romero.Diego Torres Pantin

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Al observar las obras de la artista del bordado Gimena Romero (Ciudad de México, 39 años) es posible encontrarse con elementos que hablan de una profunda red emocional. Parte de su experiencia de vida está en sus raíces: su abuelo paterno huyó de la guerra civil española en 1942, mientras que su madre y sus tías huyeron de la guerra civil en El Salvador en 1989. “Tiene mucho peso el origen de las dos familias. Todas las tradiciones, el arraigo, ha sido una decisión. Ser nieta de la guerra te lleva a lugares donde puedes ver la belleza en cosas simples y duras. Y es allí donde se emparenta con la técnica”, dice.

Esas experiencias se visualizan en sus creaciones. Romero ha experimentado con su propia sangre, ha creado diseños con formas evocativas de diferentes seres vivos, ha inventado escenarios de fantasía e incluso ha intervenido fotografías de su álbum familiar. Es una creadora que ha dedicado su carrera a la exploración visual y conceptual de un medio que la apasiona.

A Gimena le fascina hablar de lo háptico, un concepto que refiere a una percepción táctil en la que el individuo se compromete con el acto de tocar un objeto y experimentar detalladamente sus elementos como la textura, volumen o temperatura. Y esa percepción ella la logra gracias al uso de los hilos. La investigadora Mayté Esparza Díaz, en una ponencia en la Universidad de Guadalajara, comentó: “(…) el artista háptico genera otro tipo de percepción, la construcción cultural de la realidad y sus potencialidades físico-biológicas y hasta cognoscitivas. (…) La noción de espacio-tiempo en los artistas hápticos tienen como condición primordial la proximidad, (…), si no que existe una intención de provocar en el espectador la percepción de un espacio y un tiempo reales, concretos presentes en la obra”.

Las obras de Gimena tienen un doble diseño: uno está hecho para el ojo y el otro para el tacto. Es algo que puede sanar cualquier herida. Y su experiencia lo confirma. Ella recuerda otro trauma, uno que vivió en su cumpleaños. Se encontraba en su hogar en Ciudad de México, justo en una etapa en la que estuvo entre su país natal y España, lo cual le provocaba cansancio emocional. Quería despejar la mente con una amiga en un restaurante. Pero cuando ambas estaban por subirse al coche, se les acercaron dos sujetos. Uno de ellos le propició varias puñaladas en la pierna. Ambas fueron secuestradas. En las siguientes doce horas vivieron intimidaciones, amenazas e incertidumbre. Al final, los hombres las dejaron en libertad.

Ya en casa, la sensación de peligro no abandonaba su piel. En esa época, ella tenía un Ipod que estaba sincronizado con su computadora. Durante un rato, se dedicó a escuchar música y ver imágenes que tenía almacenadas. El recuerdo de los secuestradores frecuentaba su mente. A ella le costaba ir al baño y tener que enfrentarse a las heridas de sus piernas. Sentía que le habían robado su tiempo. Días después, tomó algunos acrílicos y telas que encontró en su habitación. Casi por inercia, fue bordando a mano alzada y usando esos materiales hasta agotar todos los tubos de hilo y no dejar un solo espacio vacío. Creó a unos pájaros azules. Es parte del milagro háptico.

Obra de la artista del bordado Gimena Romero.
Obra de la artista del bordado Gimena Romero.Diego Torres Pantin

Con el paso de los días, sus heridas físicas y emocionales fueron sanando. Pero tenía que trabajar un capítulo más en el libro sobre el bordado de su país natal. También es investigadora. Decidió tomar un autobús hasta el pueblo de Tenango de Doria. Entrevistó a las bordadoras que sostenían la tradición local, y no tardó en entender que había un capítulo del libro que tendría varias historias. Le fascinó escuchar sobre el cómo fueron transmitidos esos conocimientos entre madres, hijas y nietas. Los colores, las texturas de los bordados, nuevamente, la cautivaron. “Tras encontrarme con una profunda nada, terminé de rendirme a mí misma y me reconocí como mexicana. Como la mexicana que quería ser”, cuenta.

Gimena es licenciada en Artes Plásticas y Visuales por La Esmeralda; también estudió Alta Costura En Lesage, París; en la ciudad de Sevilla, aprendió técnicas de bordado en la cofradía del Convento del Cristo de Buen Fin. Y, también, hizo dos maestrías, una en Investigación y Producción en la UNAM y otra en Psicoterapia Gestalt en Centro Eleia. Ha publicado cuatro libros: México bordado: de la tradición al punto contemporáneo (2017), Camino a Tenango (2017), Hebra de agua (2018) Bordado pictórico: los cinco elementos en la técnica (2022).

Con respecto a su trabajo con los hilos, ¿qué aporta cada uno a su discurso?

Es fundamental. Una de las características del bordado es que te lleva a desarrollar todos los sentidos. Hay un autor llamado Albert Soesman que habla de los 12 sentidos del ser humano. Habla de la percepción háptica, que en el bordado es importante. La información que te da el bordado es única, es un diálogo entre lo que tú puedes decir a través de la creación y la técnica y lo que el proceso y el material dicen de la persona que borda. Existe la seda, la lana, el lino, el cabello, el lavin, el poliéster. El bordado con el cabello tiene una carga simbólica, porque uno trabaja con su propio cuerpo.

¿Siente que el bordado guarda una relación especial con lo femenino?

No creo que sea una actividad únicamente de señoritas. De toda la vida ha sido una labor femenina dentro del contexto de lo que le es relegado a la mujer, condenado, siendo la mujer lo prohibido. Pero, seas hombre o mujer, es inevitable relacionarte con este imaginario. Porque al final son técnicas, como la acuarela, el óleo, y lo que cuenta es lo qué haces con ellas. Mi obra no es feminista, y cuando trabajo con sangre, procuro que no sea menstrual, por la carga simbólica qué tiene. Soy feminista, pero como Gimena, en cambio, la Gimena artista habla de fuerza, identidad y cuerpo, sin importar quién la ejerza. No es una denuncia, es la propuesta de un imaginario nuevo en el cual se puede coexistir con el dolor, que no juzga ningún tipo de emoción o de dolor. Esta unión es una oda a la vida.

¿Cree que convertir fotografías en imágenes textiles vincula el significado de las imágenes con otras realidades, como si mitificara a los retratados?

Cuando trabajo fotobordado, deja de ser el retrato. Pasa a ser otra pieza, porque crea otra realidad, otra narrativa, es un modo de crear una realidad alternativa, una nueva propuesta de realidad. De hecho, mi tesis de licenciatura, que no fue de bordado, fue de dibujo, dibujaba fotos. Mi familia viene de dos países distintos, por lo que no tengo familiares en México. Tengo a mis tías que se vinieron con mi mamá de El Salvador, y a mis tíos paternos, que están muertos. Un día encontré un baúl con fotos de ambas familias y no conocía a nadie. “Este es tu primo que está en Cantabria” me decían. Al intervenir estas imágenes conocí este imaginario familiar. Tu identidad ya no son tus antepasados, aun cuando estás creando con ellos en el presente. Una vez recibí un mensaje de un familiar por Facebook, preguntándome: “¿Por qué mi tía abuela tiene el rostro tachado con un hilo?”. Es crear una memoria propia, no la real, y al final el resultado es el mismo: yo soy Gimena y estoy en México.

¿El bordado permite una relación más profunda con la textura?

Sí, por supuesto. En las artes, la textura siempre está presente. Pero cuando uno borda, la textura es lo que lo hace bordado. Si bien también está en el óleo, la acuarela, el dibujo, aquí es más evidente, tiene más calidad. La textura y su calidad háptica es lo que hace la técnica tan seductora. En mi libro México bordado tengo un capítulo llamado Consideraciones en torno a la textura, allí hablo y desarrollo todo esto, hablando del aire entre la tela y el hilo, de cómo se ve reflejado en la luz. Estoy trabajando en una serie que son juegos compositivos hápticos abstractos, casi no hago abstracción, y justo esta serie únicamente es por el deleite y el regocijo en torno a la composición.

¿Y esa relación con la textura conlleva un porcentaje de erotismo o de sensaciones primarias?

Creo que la técnica, al menos desde donde yo la trabajo, tiene un enorme porcentaje de obsesiones, también tiene una carga erótica, porque no se puede separar a la caricia del erotismo, yendo más allá de esa caricia plana. Hay que aprender a escuchar de un modo háptico, conocerte de un modo háptico. El bordado te hace una guardiana de la caricia. Y la caricia está más bien vinculada a la encarnación, no está anclada a la memoria. La creación y el pensamiento háptico nos hacen desarrollar sensibilidad que está detrás. La piel tiene su propia historia, su propio deseo. La mano tiene su propia memoria. Son estas pulsiones las que se desbordan al tocar la pieza. Es un regreso a lo prístino, una recuperación de un estado humano. Es recuperar territorio dentro de nuestras propias capacidades sensitivas.

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